Poniatowska recibe el premio Cervantes de Literatura

Elena Poniatowska ha recibido hoy el premio Cervantes en un acto celebrado en la Universidad de Alcalá de Henares, localidad situada a 20 kilómetros de Madrid, con un discurso en el que no ha olvidado a nadie.
Ni a sus padres, ni a su esposo el astrofísico Guillermo Haro, ni a sus tres hijos Mane, Paula y Felipe, ni a otros escritores mexicanos que como ella también lo recibieron como Octavio Paz (1981), Carlos Fuentes (1987), Sergio Pitol (2005) y José Emilio Pacheco (2009), ni a las Madres de la Plaza de Mayo, ni a las mujeres que mueren asesinadas a manos de sus maridos, ni por supuesto “a los pobres de México, a los destartalados, a los ilusos y candorosos que enfrentan el poder” y con quienes le enorgullece caminar, como ella misma reconoció.
Vestida con un elegante traje rojo y amarillo, colores de la bandera española, realizado por las indígenas de Juchitán (Oaxaca), Elena Poniatowska comenzó su discurso recordando la figura de Gabriel García Márquez, “nuestro querido Gabo”, como él lo llamó, “y gracias a quien América Latina echó las alas para volar”, dijo.
Luego citó a Sor Juana Inés de la Cruz “quien supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento”, y a las otras tres “Mujeres de Cervantes”: María Zambrano, Ana María Matute y Dulce María Loynaz que obtuvieron el galardón antes que ella. También tuvo palabras para su amigo José Emilio Pacheco, para Octavio Paz, para Rosario Ibarra “que se levantó contra la desaparición de personas”, para Luis Buñuel “mi amor platónico” y para algunas de las protagonistas de sus libros, como Tina Modotti “que llegó de Italia en 1936 pero quien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana”.
Pero quienes estuvieron más presentes en su discurso fueron las mujeres y los mexicanos más desfavorecidos “los que hurgan en la basura, los recogedores de deshechos en ciudades perdidas, los que viajan en autobuses atestados, los que cruzan a Estados Unidos en busca de una vida mejor”.
También recordó su infancia, su llegada a nuestro país con sus padres y su hermana en 1942 en el barco “Marqués de Comillas”.
El mismo en el que viajaban miles de exiliados españoles que huían de la dictadura de Francisco Franco, procedente de Francia. “Fuimos niñas francesas con apellido polaco que llegamos al pueblo del sol, como diría Pacheco, y vivimos transfiguradas con la ilusión de transformar fondas en castillos con rejas doradas”. Y habló del idioma que tuvo que aprender, “con gritos de pregoneros y y rondas que siempre se referían a la muerte”, y de la primera vez que escuchó la palabra “gracias” “que tenía un sonido más profundo que el “merci” francés”.
Fue en nuestro país donde vio la pobreza de muchos mexicanos.
“Las certezas de Francia palidecieron frente a la humildad de los mexicanos más pobres”. Y junto a ellos empezó a caminar. “Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos. Soy una evangelista después de Cristo”, aseguró.
Del premio Cervantes confesó que en su vida profesional no había vivido ningún acontecimiento más grande “como este premio que se otorga a una Sancha Panza femenina, que es una escritora que no puede hablar de molinos, porque ya no los hay, y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que duermen a la buena ventura, y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan”, dijo.
Y aseguró que por todo eso recibirlo le resultaba “más sorprendente y, por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo”.
“Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo, hoy, Día Internacional del Libro, lleguen a Alcalá de Henares. Muchas gracias por escucharme”, concluyó emocionada.
El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert se refirió a la figura de la escritora y dijo que “ni nacer princesa le ha impedido nunca estar muy cerca de los que poco o nada tienen, ni nacer y vivir su niñez en París evita que se sienta “más mexicana que el mole”.
“En Elena Poniatowska habitan el francés de su abuelo paterno, intelectual que le enseñó el rigor de la gramática; así como el inglés de la abuela estadounidense, descendiente de quienes trazaron los trenes que unen las costas de ese país cuyas universidades la reciben hoy como autora consagrada.
También el rey Juan Carlos destacó su compromiso con los más desfavorecidos. “La humanidad es el centro de gravedad de la obra de Elena Poniatowska.
La necesidad de dar voz a los desfavorecidos, de poner en evidencia las contradicciones del progreso, de denunciar la discriminación social y toda clase de injusticias, conforma el espíritu se su producción literaria”, dijo.
En su “ingente obra ha defendido la igualdad como requisito esencial del desarrollo social y humano, la educación como derecho universal y la trascendental relevancia de la mujer en las nuevas realidades sociales”, aseguró. Al acto asistieron además de los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, el presidente del gobierno, Mariano Rajoy; el ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert; el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle; la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro, María Teresa Lizaranzu, el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, así como personalidades importantes del mundo de la cultura como Juan Ramón de la Fuente presidente del Instituto de Estudios Latinoamericanos (IELAT) de la Universidad de Alcalá.

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