Indicador Politico

Por Carlos Ramirez

Los choques entre los grupos de Gustavo Madero y Ernesto Cordero representan una crisis en las élites panistas, pero sin preocuparse ni tener efectos en la crisis de la militancia.
A pesar de que pudiera haber operación cicatriz, el PAN ya estaba fracturado. Las crisis históricas han sido acumulativas. De ahí que Madero y Cordero no parecen percatarse que el PAN se está jugando su viabilidad, que cualquiera que gane tendrá que enfrentar la salida del partido de miembros del grupo perdedor y que no existe en esa organización algún liderazgo reconocido que pudiera reconstruir la cohesión interna.
En los grupos panistas existen algunos estudios que señalan que el PAN saldrá muy lastimado de la elección interna y que no tendrá suficientes militantes consolidados para competir en la elección legislativa federal y capitalina del 2015. El grave riesgo que señalan esos estudios radica en la posibilidad de que el PAN quede como partido franquicia —como el PRD— y con candidatos provenientes de oros partidos.
Si de por sí el PAN salió lastimado en las dos últimas elecciones presidenciales —la de Calderón y la de Josefina Vázquez Mota—, Madero utilizó decisiones autoritarias para excluir de posiciones de liderazgo a quienes no aceptaran los lineamientos maderistas. La forma y el fondo de la destitución de Ernesto Cordero como coordinador de la bancada del PAN en el Senado mostraron el perfil unidireccional de Madero; y los estilos de Cordero de decidir en función de su propia percepción de la realidad.
En este sentido, el PAN demostró carecer de movilidad interna y exhibió su conversión a un partido típico de la izquierda por el control verticalista y autoritario interno. De ahí que la elección de nuevos dirigentes vaya a conducir al partido a una reorganización de los grupos dominantes, en el entendido que ni Madero ni Cordero tienen perfil de ideólogos o de jefes de grupos consistentes, sino que representan sólo a tendencias de interés.
Lo que el PAN no ha entendido es que el tipo de competencia va a debilitar más al partido que a reorganizarlo políticamente. De hecho, el conflicto Madero-Cordero fue producto de la peor crisis de presencia política del PAN: la derrota presidencial del 2012 que colocó al partido en el tercer sitio, como le ocurrió al PRI en la primera elección presidencial con Roberto Madrazo después de la alternancia del 2000.
El adelgazamiento de militantes después del 2012, la salida del PAN y su simpatía al PRI del primer presidente panista de la república y las presiones para echar del partido a Felipe Calderón y a su grupo presentan los perfiles de una crisis panista como la de 1975 que impidió que el PAN tuviera candidato presidencial, pero también que los problemas llevaron al relevo de grupos.
El PAN no es un partido de caudillos o de lealtades, sino de razones morales. Si nació para oponerse a la Revolución Mexicana en 1939, sus doce años en el poder en el ciclo 2000-2012 hizo absolutamente nada para fortalecer su propuesta ideológica, decidió gobernar con los estilos priístas y perdió la oportunidad para consolidarse por la vía de una alternancia de valores e ideas políticas históricas.
El PAN se ha negado a reflexionar la derrota del 2012, acreditándola, como lo hace Madero, a Calderón. Pero algunos escenarios de tendencias que hicieron en su momento algunos panistas vislumbraban que la candidatura de Ernesto Cordero —el preferido de Calderón— tampoco hubiera derrotado al candidato priístas Enrique Peña Nieto, quien dominaba las encuestas desde 2008. El estado de ánimo de la sociedad por el saldo de muertos de la estrategia de seguridad fue un lastre en la competencia panista en el 2012.
Ante el desafío de rehacer íntegramente al partido después de haber perdido la presidencia luego de apenas dos sexenios, el PAN fue arrastrado por Madero a una competencia anticalderonista y no al replanteamiento de la doctrina, la ideología, la organización y la militancia. Por eso algunas élites panistas consideran que el PAN se va a seguir hundiendo con quien gane la elección porque ninguno de los dos está pensando en el desafío de la organización en general.
Por lo que han mostrado en estos meses, corrientes panistas consideran que Madero y Cordero son figuras menores en el PAN e incapaces de encabezar una reconstrucción del partido después de las elecciones internas. Y el gran problema panista radica en la elección de diputados federales, donde el PAN podría perder lo ganado y el voto útil irse hacia el PRI, el PAN y el partido-movimiento de López Obrador.
En este contexto, en el PAN comienzan a perfilarse algunos grupos de panistas de élite que estarían buscando una convocatoria a refundar el partido luego de la elección, aunque con el pesimismo de que Madero o Cordero serán reacios a cualquier reforma interna que implique pérdida interna de poder. De ahí que el PAN distribuya candidaturas en el 2015 más en función de pago de lealtades que de rehacer el futuro del partido.