- La cuarta y última esposa de Mao, Jiang Qing, jugó un papel clave en la Revolución Cultural de 1966-76.
Nació pobre, hija ilegítima de un carpintero violento y alcohólico y su concubina, y su sueño (frustrado) fue ser estrella de cine.
Sin embargo, el destino la convertiría en la mujer más poderosa y también la más temida de China. Esta es la historia de Jiang Qing, también conocida como Chiang Ching, a quien Occidente bautizó como «Madame Mao».
Jiang nació en 1914 con el nombre de Li Shu-meng, pero a lo largo de su vida adoptaría una serie de seudónimos. De niña se hizo llamar Li Yunhe («Grulla en las nubes») y empezó a actuar en un grupo de teatro comunitario.
En su adolescencia contrajo matrimonio con un comerciante, pero a los meses se divorciaron y comenzó una relación con un activista del Partido Comunista de China (PCCh), del cual se hizo miembro.
El PCCh, que acaba de celebrar su centenario, era perseguido por el gobernante Partido Nacionalista Chino (o Kuomintang) y operaba en la clandestinidad.
A los 20 años, la aspirante actriz se mudó a Shanghái, el principal centro cosmopolita de la época, conocido como la «Perla del Oriente», donde operaba la meca de la industria cinematográfica china.
Al poco tiempo de arribar, en 1934, fue arrestada por ser comunista y pasó unos meses en prisión, pero eso no la disuadió de perseguir su sueño.
Al quedar en libertad simplemente cambió su nombre artístico a Lan Ping (Manzana Azul) y se reinventó. Consiguió un rol protagónico en una obra de teatro, como Nora en «Casa de Muñecas», de Ibsen, y algunos papeles menores en cine, pero no logró convencer a los magnates cinematográficos para que la lanzaran al estrellato, un rechazo que la marcaría de por vida.
Durante esta época, se enamoró del actor y director Tang Na, con quien contrajo matrimonio. Tras una tumultuosa relación, se terminarían divorciando en 1937.
Según la biografía del historiador australiano Ross Terrill, Madame Mao: The White-Boned Demon («Madame Mao, el demonio de huesos blancos»), la futura esposa de Mao llevó una vida burguesa y decadente durante esta etapa en Shanghái.
También se hizo algo célebre, en particular por su tormentosa relación con Tang, una fama que luego intentaría borrar a la fuerza tras una nueva transformación como Jiang Qing (Río Verde), la recatada militante comunista que enamoraría al líder del PCCh, Mao Zedong.
Cambio de vida
Jian conoció a Mao en la norteña ciudad de Yan’an, donde se había instalado el cuartel general del PCCh luego de la llamada Larga Marcha desde la anterior base comunista, en el sur del país.
La actriz había decidido viajar allí tras la invasión japonesa de Shanghái, en 1937, con la intención de participar en películas de propaganda comunista.
Sin embargo, algunos de los mismos productores cinematográficos que la habían rechazado en Shanghái le volvieron a dar la espalda.
Cuentan las biografías que Jiang logró atraer la atención de Mao durante las charlas públicas que el líder del PCCh daba a los jóvenes.
Jiang se sentaba en primera fila y siempre hacía preguntas y comentarios entusiastas. La incipiente relación no cayó bien entre los otros líderes comunistas.
Por un lado, porque la profesión actoral no era bien vista. Pero, sobre todo, porque Mao que prácticamente duplicaba en edad a Jiang era un hombre casado.
Su esposa (la tercera, después de un breve casamiento arreglado y un matrimonio con una activista ejecutada por el Kuomintang) era madre de seis de los hijos de Mao y residía temporalmente en la vecina Unión Soviética, donde recibía tratamiento para una enfermedad.
No obstante, y, según algunas versiones, ante el anuncio de que Jiang estaba embarazada, la dirigencia del partido aceptó que Mao se divorciara y contrajera matrimonio nuevamente.
Sin embargo, el permiso se dio bajo una condición: que la joven cuarta esposa de Mao no se involucrara en asuntos políticos (algunos indican que se especificó que se mantuviera alejada del poder por al menos 20 años).
De secretaria a «censuradora»
Varios testimonios de la época dan cuenta de que la pareja cumplió con el acuerdo, y Jiang tomó un muy lejano segundo plano, actuando como una de las secretarias de su marido y criando a la hija de ambos, Li Na, mientras el poder de él crecía.
Una década más tarde, los comunistas finalmente se impusieron en la guerra civil, y el 1 de octubre de 1949 fundaron la República Popular de China (RPC), con Mao a la cabeza.
A diferencia de las esposas de otros líderes comunistas, ella no fue invitada a participar de las celebraciones, y tampoco se le permitió tomar un rol en el Comité Central de partido, como al resto de estas mujeres.
«Estaba extremadamente resentida por esto, y guardó su resentimiento en secreto por años», le aseguró al programa Witness de la BBC el periodista estadounidense Sidney Rittenberg, quien fue traductor del líder chino en esa época.
Mientras Mao organizaba brigadas de trabajo y granjas colectivas para intentar industrializar a toda velocidad a la tradicional economía agraria china, su esposa pasó gran parte de los años 1950 viajando a Moscú para recibir tratamiento médico por una serie de problemas de salud.
Una vez recuperada, empezó a ocupar cargos menores en comités gubernamentales dedicados a controlar las artes, en particular el teatro y el cine. La exactriz se interesó especialmente por una de las formas artísticas más populares e influyentes de China: la ópera.
Estudió más de mil óperas tradicionales y presentó un reporte muy crítico, afirmando que eran todos sobre emperadores, concubinas y monstruos, y nada tenían que ver con la sociedad china de entonces, compuesta principalmente por campesinos, o con la lucha comunista. Pero sus quejas se encontraron con oídos sordos y sus modos causaron un rechazo generalizado.
Sus esfuerzos por censurar a estas obras o cintas, o actores a los que consideraba demasiado tradicionalistas o pro- Occidente le ganaron la fama de ser una persona «agresiva» y «arrogante», y sus críticos lograron removerla de sus cargos.
Revolución cultural
El gran salto adelante de Jiang se dio, irónicamente, con al fracaso del «Gran Salto Adelante» de su marido. El así llamado proceso de industrialización impulsado por Mao fracasó estrepitosamente, llevando a millones de personas a morir de hambre entre 1958 y 1962.
Cuando los otros líderes del PCCh le retiraron su apoyo, el «Gran Timonel» recurrió a un grupo cercano de aliados, entre ellos su esposa, para retomar el poder.
En 1966 este grupo de comunistas radicales lanzó lo que se conoció como la «Revolución cultural»: un llamado a los más jóvenes a rebelarse contra las autoridades tradicionales, los «burgueses» y los capitalistas que, según Mao, amenazaban la revolución comunista.
La mayoría de los analistas coincide en que el objetivo principal de esta revolución fue purgar a los enemigos de Mao dentro del partido, entre ellos a Deng Xiaoping, quien años más tarde sería presidente.
Lo cierto es que la Revolución cultural lanzó a Jiang Qing al estrellato político, dándole la fama y el poder que no había logrado cosechar con su carrera de actriz.
Mao la nombró entre las máximas autoridades del PCCh y ella se convirtió en una de sus principales y más ardientes voceras.
Su inauguración en la arena pública fue un emotivo discurso que dio ante estudiantes de la Universidad de Pekín, en 1966. Kathy Yeng, una de las jóvenes que estaba presente ese día, le contó a la BBC en 1977 cómo Jiang había logrado conmoverla.
«Habló sobre la visión que tenía del arte proletario, cómo creía que China tenía que desarrollar su propio arte proletario, no seguir el de Occidente o el soviético. Dijo que las autoridades del Ministerio de Cultura no la habían escuchado y que ella estaba siendo oprimida, al igual que nosotros».