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¿Por qué importa saber quién ganó la II Guerra Mundial?

  • Segunda y última parte

A partir de este “triunfo”, Hitler declaró públicamente que Alemania había iniciado su rearme. Gran Bretaña respondió aumentando su presupuesto militar y Francia duplicando el tiempo de permanencia en filas de sus soldados. A estos alfilerazos, Hitler contestó informando que Alemania contaba ya con una fuerza aérea, y el 16 de marzo de 1935, anunció el servicio militar obligatorio y la creación de un ejército de 550,000 hombres. Solo el Parlamento británico mostró indignación, pero el Gobierno lo apaciguó asegurando que viajaría a Berlín para “ajustarle las clavijas a Hitler”. No fue cierto.

5.- En 1925, Francia, Alemania y Bélgica, con aval de Gran Bretaña e Italia, firmaron el Pacto de Locarno que garantizaba la seguridad de las fronteras franco-alemana y germano-belga, so pena de una represalia militar conjunta contra quien violara el compromiso. El 7 de marzo de 1936, cuando el ejército de Hitler era todavía un proyecto, sus tropas cruzaron el Rin e invadieron la Renania francesa, desmilitarizada desde 1919 por acuerdo del Tratado de Versalles. Ni Francia ni los garantes del Pacto de Locarno movieron un dedo para impedirlo, a pesar de que el ejército francés, solo, bastaba para aplastar a Hitler en cuestión de horas.

6.- El 12 de febrero de 1938, Hitler convocó al canciller austriaco, Kurt von Schuschnigg en su residencia de Berchtesgaden. Con brutalidad premeditada lo obligó a firmar un documento que, de hecho, legalizaba la anexión de Austria al III Reich. Aunque Schuschnigg intentó escudarse tras un plebiscito que fijó para el 13 de marzo, el día 12, los ejércitos alemanes entraron en Austria sin hallar resistencia alguna. Francia y Gran Bretaña fingieron que era una simple reunificación de dos naciones alemanas.

7.- El 30 de mayo de 1938, Hitler habló de su decisión de apoderarse de los Sudetes, región checoslovaca de mayoría alemana. Inquieto por un nuevo zarpazo territorial, el Primer Ministro británico, Chamberlain, viajó tres veces a Alemania: el 15, el 22 y el 27 de septiembre de 1938. En la segunda visita consiguió que el Führer, que al principio daba solo dos días para un desalojo “ordenado” de los Sudetes, como proponía el británico, aplazara la invasión hasta el 1º de octubre. Chamberlain presentó esto como “su gran triunfo diplomático” y convenció a Edouard Daladier, Primer Ministro francés, de aceptar la entrega de los Sudetes al Führer. En la madrugada del 30 de septiembre, en una “cumbre” celebrada en Munich, se firmó el pacto para consumar dicha entrega. Hitler firmó a cambio una simple hoja de papel asegurando que sería su última reclamación territorial.

Esta hoja, que tanto Chamberlain como Daladier sabían que era menos que papel remojado, fue agitada ante los pueblos británico y francés como el acta de salvación de la paz de Europa. El 1º de octubre de 1938, las fuerzas alemanas tomaron posesión de los Sudetes. El último acto de esta comedia tuvo lugar el 14 de marzo de 1939 cuando, en la Cancillería del Reich, el anciano presidente checoslovaco, Emile Hacha, a punto de infarto, fue obligado por Hitler a firmar la cesión total de su país. En la noche del 14 al 15 de marzo de 1939, las tropas alemanas ocuparon Praga. “En su destrucción, Polonia y Hungría colaboraron con Alemania” asegura David Solar en su libro “El último día de Hitler”.

8.- Por fin llegó su turno a Polonia. El 14 de octubre de 1938, en un desayuno, Ribbentrop presentó al embajador polaco, Josef Lipski, su plan definitivo para resolver el problema polaco-germano: Varsovia renunciaría a Danzig en favor de Alemania y permitiría la construcción de carreteras y vías férreas con derechos de extraterritorialidad a través del corredor polaco; a cambio recibiría ventajas económicas y de comunicaciones con el puerto de Danzig y la prolongación por 25 años más del Pacto de no agresión de 1934. Lipski comunicó la propuesta a Josef Beck, ministro de Exteriores polaco; éste, después de una entrevista con Hitler en la que el Führer agradeció a Polonia la militarización de su frontera con Rusia “que le ahorraba problemas y gastos a Alemania”, rechazó la propuesta alemana. Confiaba en que su ejército podría resistir hasta un año en espera del socorro de Francia y Gran Bretaña, pero ninguna de las dos movió un dedo cuando, el 1º de septiembre de 1939, Hitler invadió el Corredor Polaco.

9.- Para terminar, insisto en que la URSS deseaba en serio un pacto de defensa mutua con Francia y Gran Bretaña, pero los aliados lo rechazaron una y otra vez porque, para ellos, “los bolcheviques eran más peligrosos que Hitler”. Entre ellos estaba claro que el objetivo no era destruir a Alemania sino a los comunistas y a la URSS. El último capítulo se inició el 12 de agosto de 1939 en Moscú, cuando una delegación de muy bajo perfil arribó a la capital soviética para concluir el pacto. Uno de los obstáculos “insalvables” que los aliados opusieron, antes y ahora, fue precisamente, la militarización de la frontera polaca y la negativa del gobierno polaco a permitir el paso de las tropas soviéticas por su territorio. Después de diez días de negociaciones inútiles, los rusos se aventuraron a reducir a una sola sus condiciones: saber si los aliados se comprometían a garantizar el paso de sus tropas por tierras polacas. La respuesta fue un rotundo NO. La negociación se dio por concluida el 22 de agosto de 1939.

Hitler sabía que la ayuda de los aliados a Polonia era imposible: por mar, porque él dominaba el Báltico, y por tierra porque no contaban con la colaboración de la URSS. Por tanto, su flanco oriental, en caso de guerra con Polonia, solo dependía de Stalin. Por otra parte, su economía de guerra se enfrentaba a dos problemas graves: la falta de mano de obra y la escasez de materias primas estratégicas y de granos. El primer problema pensaba resolverlo con esclavos importados de los países conquistados; para el segundo, la solución perfecta era Rusia, rica en todo tipo de insumos. Por ambas razones decidió proponer a la URSS un Pacto Comercial ya en enero de 1939. Después de la ruptura de las negociaciones con Occidente, Stalin no tuvo más salida, ante el riesgo de un ataque conjunto de los aliados y Hitler, que aceptar el Pacto Comercial que le proponía el Führer, condicionado al otorgamiento de amplias garantías de seguridad recíproca (la famosa cláusula secreta). Esta es la verdadera razón del pacto Molotov-Ribbentrop, firmado el 23 de agosto de 1939, aunque a muchos esta verdad les resulte indigerible. El día 24, Gran Bretaña firmaba el pacto de defensa mutua con Polonia como tardía reacción a la jugada de Stalin.

El odio de la élite polaca hacia los rusos es muy antiguo y tiene motivos religiosos y territoriales. Pero este odio ancestral se renovó y ahondó en el siglo XVIII, cuando Catalina la Grande, Federico de Prusia y María Teresa de Austria, se repartieron el territorio polaco en tres divisiones sucesivas y el reino de Polonia desapareció. El país fue reconstruido a raíz de la primera guerra mundial a costa principalmente de territorio ruso; de ahí su temor y su negativa a permitir que Rusia pusiera un pie dentro de sus fronteras. Tal vez los motivos de su odio sean válidos; pero creo que ni eso ni nada justifica aceptar la tergiversación de la verdad histórica que pretenden los imperialistas.

Lo dicho comprueba las tesis principales de mi artículo anterior. Pero mi preocupación central es que la “guerra fría” está de vuelta y amenaza nuevamente la paz y la independencia del mundo. Solo por eso creo indispensable la discusión del tema. Para no dejar sin sustento mi última afirmación, citaré tres notas recientes sobre el tema. El portal RT del 6 de junio escribió: Biden dice que son EE UU y Europa (y no China) quienes deben establecer <<las reglas del siglo XXI en materia de comercio y tecnología>>”; el día 10, World Socialist Web Site, dijo: El ejército de EE UU declara a China como el desafío <<número uno>> mientras Biden convoca a Europa para la <<guerra fría>>”; y, finalmente, el experto italiano Manlio Dinucci dijo en Voltairenet.org. del 16 de junio: “OTAN, el Imperio yanqui regresa y dispone las tropas en plan de batalla”. Naturalmente que el texto de estas notas es mucho más explícito, pero tengo que confiar en la inteligencia de los lectores. No hay duda, pues, de que el peligro de que hablo es una realidad tangible que no puede conjurarse con su pura negación visceral o con una aviesa ironía de experta superioridad autoconcedida. Yo presento aquí hechos documentados y desafío a quien quiera a que me refute con pruebas igualmente serias en sentido opuesto. La paz y la libertad del mundo lo merecen.