- Hoy en día aún se realizan excavaciones constantes en el sitio, con la esperanza de hallar respuestas a las grandes preguntas que tenemos sobre la cultura maya.
Oculto entre la maleza de la Selva Lacandona en Chiapas, México, se encuentra uno de los más grandes tesoros arquitectónicos de Mesoamérica. Palenque fue una de las ciudades más importantes del periodo Clásico, siendo junto Tikal y Talakmul uno de los sitios de mayor importancia para la civilización maya.
Aunque pequeña en comparación con otras ciudades mayas, Palenque alberga algunas de las piezas arquitectónicas, esculturas y bajorrelieves más detallados producidos por esta cultura. Si bien conocemos una parte de los edificios que formaron parte de Palenque, aún queda mucho por explorar: de hecho, se cree que hasta hoy solo se han descubierto entre el 5 y el 10% de lo que fue la ciudad en algún momento.
Gracias a su increíble riqueza cultural y arquitectónica, la zona arqueológica de Palenque forma parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1987. Sigue leyendo para descubrir más sobre esta fascinante ciudad maya.
Esplendor maya
Los mayas fundaron Lakam ha’ (que significa “lugar de las grandes aguas”) alrededor del año 100 a.C., durante el periodo Preclásico (1,500 a.C. – 300 d.C.). En un principio, Lakam ha’ fue una pequeña comunidad agrícola.
Poco se sabe de la ciudad previo al periodo Clásico temprano; el primer ajaw (o rey) que se conoce de la dinastía de Palenque fue K’uk Balam, quien subió al trono en el año 431.
La ciudad alcanzó su máximo esplendor hasta 600 d.C., coincidiendo con el reinado de K’inich Janaab’ Pakal, también conocido como Pakal el Grande.
Pakal se convirtió en rey a los 12 años, manteniéndose en el poder por más de 70 años hasta su muerte en 683 d.C. Durante su largo reinado, la ciudad de Lakam ha’ se convirtió en un importante centro económico y cultural. Pakal mandó a construir la mayoría de las grandes estructuras que hoy caracterizan a Palenque.
Bajo sus órdenes se amplió y remodeló el complejo central (hoy conocido como el Palacio) en numerosas ocasiones, agregando habitaciones ceremoniales decoradas con frescos de flores, deidades y miembros de la nobleza.
También construyó el templo XIII, donde se encontró una osamenta que podría pertenecer a su esposa, y el Templo de las Inscripciones, que eventualmente se convertiría en su mausoleo.
En el siglo XVIII, a la par que el resto de las grandes ciudades mayas, Lakam ha’ empezó a caer en decadencia. Después del año 800 se dejaron de construir nuevas estructuras en el complejo; la ciudad siguió siendo habitada por unas cuantas generaciones más, pero paulatinamente fue abandonada. A la llegada de los españoles en el siglo XVI, la zona estaba prácticamente deshabitada.
Primeras expediciones
Tras el abandono de la ciudad, Lakam ha’ quedó cubierta por la selva circundante, olvidada excepto por las comunidades indígenas que vivían a su alrededor.
En 1567, tras la llegada de los españoles a México, fray Pedro Lorenzo de la Nada fundó la comunidad de Santo Domingo de Palenque. Los choles que habitaban la zona conocían las ruinas como Otolum, que significa “casas fortificadas”. Así, el fraile tradujo el nombre como Palenque, del catalán palenc, que significa “fortificación”.
De la Nada fue el primer europeo en presenciar las ruinas; sin embargo, no se le prestó especial atención a la ciudad abandonada hasta que el sacerdote Ramón de Ordóñez y Aguilar la visitó en el año 1773.
Fascinado por lo que vio allí, Ordóñez reportó su visita a la Corona española, que determinó que las ruinas eran de alto interés. A partir de entonces, los españoles realizaron expediciones periódicas a la zona, con el propósito de documentar los edificios y esculturas del lugar.
En el siglo XIX, numerosos exploradores extranjeros visitaron Palenque para intentar desvelar sus secretos. Uno de ellos fue Jean-Frédéric Maximilien de Waldeck, un anticuario, cartógrafo y explorador francés. Waldeck tenía la teoría (errónea) de que los pueblos nativos de América en realidad provenían del subcontinente indio.
En 1822 se le encargó realizar ilustraciones para un libro basado en los reportes de Palenque que Ordóñez y Aguilar realizó para Carlos III. Aunque están basadas en lo que encontró en Palenque, las ilustraciones de Waldeck en realidad se asemejaban más arte egipcio e incluían animales como elefantes, que no existían en el continente americano. El trabajo de Waldeck ayudó a propagar la idea de que las culturas de Asia y América estaban conectadas.