ANTORCHA DICE aquiles

¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial?

  • (IV y última parte)

Y a pesar de esas debilidades, la URSS se rehízo rápidamente, superó los daños profundos de la primera embestida y derrotó a la Wehrmacht y a la Luftwaffe de Hitler, con todo y su fama de imbatibles. Y todavía hay quien dice que la Revolución de Octubre fue un error y un horror que la humanidad no debe volver a repetir. Por todo lo dicho hasta aquí y teniendo en cuenta la peligrosidad del enemigo, los 26 millones de muertos, las 1, 500 ciudades arrasadas y las más de cien mil aldeas desaparecidas, los miles de aviones destruidos en tierra, las decenas de grandes fábricas derribadas y saqueadas y las miles de hectáreas de cultivos destruidos, junto con la participación marginal de los aliados, me parece que no hay duda de que fue la URSS quien ganó la Segunda Guerra Mundial.

Curiosamente, en los días posteriores a la derrota de Hitler, nadie ponía en duda esta verdad elemental. Es muy conocido el mensaje que Churchill envió a Stalin el 8 de mayo de 1945, el mismo día en que Alemania firmó su rendición: “Las generaciones futuras reconocerán su deuda con el Ejército Rojo en una forma tan franca como lo hacemos nosotros que hemos vivido para presenciar estas pujantes hazañas”. ¿Qué sucedió después? ¿Por qué cambió tan radicalmente el punto de vista de Churchill? La explicación consiste en que, tanto Churchill como sus aliados consideraban que la URSS debía darse por satisfecha con tales elogios y que debía regresar a casa tranquila y satisfecha pero con las manos vacías. Y no fue así. La Europa Oriental liberada por el Ejército Rojo optó por organizarse como repúblicas populares o socialistas y unirse a la Unión Soviética para construir juntos un mundo mejor. Hitler y las potencias occidentales fraguaron y pusieron en ejecución una guerra mundial devastadora para acabar de raíz con el socialismo, pero lo que obtuvieron fue exactamente lo contrario: un bloque de naciones socialistas que representaba una fuerza mucho mayor y más invencible que la antigua URSS en solitario.

Esto redobló la decisión de acabar también con tal enemigo empleando cualquier medio lícito o ilícito. Se reactivó e intensificó como nunca antes la “guerra fría”, ahora con nombre y apellido creados por el periodista norteamericano Walter Lippman, pero que, en los hechos, venía operando desde los días de Wilson, como ya vimos. El objetivo era dar un giro de 180 grados a la imagen que el mundo tenía de la nación vencedora de la “bestia nazi”; había que transformar al héroe en villano y al amigo de antes en el enemigo de hoy. Para eso se valieron de todo tipo de infundios y calumnias contra la URSS y el socialismo; les negaron hasta el más pequeño mérito y resaltaron y exageraron hasta la caricatura sus defectos y errores. Así nació la arbitraria y falsa equiparación de Stalin con Hitler, y de la URSS con la Alemania nazi, y así nació también el combate contra el “mito” de que la URSS ganó la guerra.

Después de la caída del bloque socialista en 1991, la guerra fría amainó: el enemigo había sido vencido y ahora era considerado por Occidente como una nueva y vasta colonia, lista para ser explotada por sus capitales. Pero la dialéctica del desarrollo les tenía una nueva sorpresa: sin saber cómo ni cómo no, de pronto se encontraron con que las “nuevas colonias” se habían vuelto a transformar en potencias mundiales que cuestionaban, ahora con nuevas armas y con nuevos recursos, su hegemonía mundial. Esto reavivó con más fuerza la guerra fría.

El portal español MUNDO OBRERO relata con elocuencia en qué consiste, antes y ahora, esta guerra ideológica:

“Pero para darle la vuelta a la realidad y que 80 años después la mayoría de los europeos piensen que los norteamericanos derrotaron a Hitler (…) pusieron en marcha un plan sistemático de adoctrinamiento secreto que ha estado funcionando como mínimo hasta los años setenta. En la construcción de “la Gran Mentira” (…) movilizaron la práctica totalidad de la poderosísima industria cultural: cine, medios de comunicación, universidades, teatro, música culta y popular. Contaron con dinero a espuertas (…) utilizaron hasta 164 fundaciones para canalizar los fondos reservados, algunas creadas por la CIA y otras tan conocidas como la Fundación Rockefeller, la Carnegie o la Ford. Tiene su gracia macabra que la Fundación Ford estuviese propagando la afinidad entre Stalin y Hitler, cuando era conocida la mutua admiración que se profesaban Henry Ford y Adolf Hitler.

El único cuadro que adornaba la oficina nazi del Führer en Viena era un retrato de Ford. Entre 1963 y 1966, casi la mitad de las donaciones que recibieron esas 164 fundaciones procedían de los fondos de la CIA”.

Es en este contexto que aparece y se explica la aparentemente extemporánea pregunta de ¿quién ganó la Segunda Guerra Mundial?, así como los intentos, absurdos a primera vista, de reescribir la historia. Es la nueva guerra fría que busca distorsionar la imagen de China y Rusia con miras a someterlas o exterminarlas, como el único obstáculo serio que se opone al proyecto imperialista de dominación mundial. Y así se explican también la solitaria celebración de la victoria por la Federación de Rusia y el silencio sepulcral de Occidente.

El presidente de Rusia dice verdad cuando afirma “La guerra la ganamos nosotros”. Y también cuando remacha dirigiéndose a los veteranos: “Ustedes salieron vencedores absolutos en la batalla contra el nazismo y eternizaron la memoria del 9 de mayo de 1945. Siempre recordaremos que fue el pueblo soviético (subrayado de ACM) quien demostró el máximo heroísmo (…); durante los tiempos más duros de la guerra, durante las batallas cruciales (…) contra el nazismo, nuestra nación estaba sola en el camino penoso, heroico y abnegado hacia la victoria”. ¿Alguna duda, señores que hoy se cuelgan con todo cinismo la medalla del triunfo? Y Putin actualiza su mensaje: “Desafortunadamente, se intenta desplegar una gran parte de la ideología nazi (Ucrania y sus protectores y aliados, ACM) y las ideas de aquellos que estaban obsesionados con la teoría delirante de su propia supremacía (como hoy Estados Unidos, ACM). Y advierte: “Aquellos que están tramando nuevas agresiones no pueden ser perdonados ni justificados”.

Como dice nuestro pueblo: bajo advertencia no hay engaño.

Sin embargo, pienso que Rusia no debería olvidar que la guerra fría, la guerra sucia de desprestigio y calumnias sin nombre contra el heroico pueblo soviético, recibió una ayuda invaluable de la denuncia, unilateral y artificialmente inflada, de los “crímenes de Stalin” por parte de Nikita S. Jruschov (ucraniano por cierto), en el XX Congreso del PCUS. Esa soga en el cuello acabó ahogando, junto con otros factores negativos, a la URSS, y es la misma que hoy no deja moverse con libertad y orgullo a la Rusia actual. No puede emprender ni decir nada radical y decisivo para la humanidad sin que de inmediato surjan “los crímenes” del feroz “dictador soviético” para acallar su voz.

Ya es hora de que Rusia y los rusos se sacudan de encima este sambenito, documentando y publicando un estudio completo, detallado y preciso sobre quién fue realmente Stalin, qué fue lo que hizo bien y qué lo que hizo mal y por qué.

No olvidemos que, al final del día, fue él quien condujo a la URSS a la victoria sobre los nazis de que se enorgullecen con razón las nuevas generaciones de rusos. Hay que dar la cara al mundo con la verdad en la mano para que Rusia sea libre de hablar y actuar sin que le saquen los cadáveres del clóset. Tal vez esa es la señal que la juventud rusa espera para volver a hacer de su país una verdadera potencia socialista al lado de China.