satélites en el espacio

La costosa carrera por poner satélites en el espacio y quién la domina

Allá arriba, más lejos que las nubes pero más cerca que la Luna, hay casi 6.000 satélites artificiales dando vueltas a nuestro planeta. Algunos son tan pequeños que los puedes sostener en la mano, otros tan grandes como una ballena y hasta una cancha de fútbol americano. De ellos no sólo depende que no te pierdas cuando vas a un lugar que no conoces o que veas al instante un partido de fútbol en una cancha imposiblemente lejana, sino todas las transacciones financieras e incluso la vida de seres humanos en zonas de desastres o de animales en vías de extinción, por nombrar apenas unos ejemplos.
Larga historia.
Mucho empieza con una idea, y la que tuvo Isaac Newton cuando imaginó un cañón proyectando una bala desde la cima de una montaña no sólo introdujo el concepto sino que ayuda a entender cómo las cosas permanecen en órbita. Cuando disparas un cañón horizontalmente en la Tierra, la bala recorre cierta distancia mientras cae al suelo (D, en el gráfico de Newton). Si tienes más potencia, la bala viaja más rápido y más lejos alrededor de la Tierra antes de estrellarse (E, F y G).
El físico que proporcionó los conocimientos necesarios para poder enviar humanos a la Luna, calculó en el siglo XVII que, si alcanzaba una velocidad increíble, la bala podría llegar más allá de la circunferencia de la Tierra y, como no tendría contra qué estrellarse, «describiría la misma curva una y otra vez» a la misma velocidad, siendo atraída hacia la Tierra por la gravedad pero sin tocar nunca el suelo (rojo). Así figuró el concepto de satélite por primera vez.
Manos a la obra
A principios del siglo XX, pioneros de cohetes como Robert Goddard, Hermann Oberth y Konstantin Tsiolkovsky exploraron cómo lanzar satélites, y en 1944, un equipo militar alemán dirigido por Wernher von Braun disparó un misil V2 a una altitud de unos 180 kilómetros.
Fue entonces cuando entró en escena el gran promotor de esta tecnología, el escritor y científico británico Arthur C. Clarke, quien en ese momento era un ingeniero de radar de la Royal Air Force e, inspirado por el V2, predijo que sólo se necesitarían tres satélites en órbita geoestacionariapara manejar las comunicaciones de la Tierra.
Pero antes…
En la década de 1950, la Unión Soviética marcó el inicio de la era espacial al ganarle la carrera a Estados Unidos lanzando su primer satélite, aquel «compañero de viaje» que ya mencionamos, al que quizás conoces mejor por su nombre en ruso: Sputnik. En los 98 minutos que le tomó orbitar la Tierra en 1957, el pequeño Sputnik completó su misión: obtener información de las capas altas de la atmósfera y el campo electromagnético de nuestro planeta.
En 1964 se creó la Organización Internacional de Telecomunicaciones por Satélite (Intelsat) que fue hasta 2001 un consorcio de países para operar satélites de comunicaciones.
Esa cooperativa pudo establecer el primer sistema global de comunicaciones por satélite en 1969 y el 20 de julio transmitió el histórico aterrizaje lunar de Apollo 11 a millones de personas en todo el mundo.
¿Basura espacial?
Sólo 2.666 de esos satélites están activos, el resto han dejado de funcionar, pasando a ser preocupante basura espacial. De los que sirven, de lejos la mayoría son de Estados Unidos -1.327-; su competencia más cercana es China, que cuenta con 363, seguida por Rusia, 169. Dada la disparidad en los números, los demás entran en esa categoría denominada «Resto del mundo».
Son la pieza esencial de la que se conoce como la economía espacial, cuyo valor en 2020 fue US$385.000 millones, según calculó la firma especializada en mercados verticales habilitados por satélite Euroconsult en su último informe. La total es más bajo de lo esperado, debido en parte a la pandemia. La multinacional financiera estadounidense Morgan Stanley, por ejemplo, estima que la industria espacial global podría aumentar a más de US$1 billón para 2040.
El rey
«El negocio espacial sin duda es un sector intensivo en capital y como todos hay gente que ha ganado, y otros, perdido», señaló Christensen. En los últimos tiempos, sin embargo, expertos como ella han notado un cambio dramático.
«En 2015 empezó con fuerza una tendencia hacia un nuevo tipo de inversión, así como algunos multimillonarios interesados en el espacio». Se refería principalmente al físico, emprendedor, inventor y magnate sudafricano Elon Musk y al empresario y magnate estadounidense, fundador de Amazon, Jeff Bezos.
«Las dos personas tal vez más ricas de la historia no sólo han creado compañías espaciales y ven al espacio como el mejor motor para lograr beneficios de sus inversiones sino que consideran al espacio como crítico para el futuro de la humanidad».