2020 inolvidable

  • Obligó a que se suspendieran todas las ferias regionales del Estado por la contingencia epidemiológica

El 2020 en San Luis Potosí obligó a que se suspendieran todas las ferias regionales del Estado por la contingencia epidemiológica. Este año también fue un año que se considera perdido para el aprendizaje de los jóvenes y niños debido a que se tuvo que implementar un nuevo y experimental sistema de enseñanza que es el llamado enseñanza a distancia.
Muchos educadores consideran 2000 y 2021 como años perdidos en la educación formal de los niños y de los jóvenes de México.
Pero internacionalmente 2020, era el año que iban a ser las Olimpiadas en Tokio. 2020, el año en el que ya el mundo se iba pareciendo cada vez más a una conquista absolutamente imparable de desarrollo tecnológico, interconexión global y libertades.
2020, un año tan significativo que pasará a los anales de la historia como si se tratara de 1914, 1918, 1939 o 1945; fechas en las que dieron inicio y fin la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, correspondientemente.
En este año las estaciones no existieron. El invierno se cohesionó directamente con el confinamiento, con el miedo, con la incertidumbre y con el pánico.
Aún recuerdo cuando leí el primer comunicado emitido por la Organización Mundial de la Salud sobre los peligros de la pandemia. ¿Lo creí? Eso no lo recuerdo bien, pero lo que sí es cierto es que la organización no se equivocó. Esta pandemia es según lo conocido y los testimonios con los que contamos un hecho sin precedentes en la historia de la humanidad.
Considerando el número de muertos que llevamos hasta este momento, la gripe española que oscila entre las veinte y cincuenta millones de víctimas cobradas fue mucho más letal que la crisis actual. Sin embargo, no hay recuento de alguna crisis que tenga imágenes que muestren cómo de este a oeste y de norte a sur las calles se vaciaron, las casas se llenaron y los seres nos encontráramos a nosotros mismos.
Un momento en el que las personas tuvieron que hacerle frente al espacio, al tiempo y a lo que significó dejar de movernos, de tener prisa y conquistar el tiempo necesario para ver a nuestros hijos, a nuestras parejas y lo que es peor vernos a nosotros mismos.
Este fue un año en el que muchas cosas cambiaron y en el que definitivamente la mayoría de ellas, si no es que todas no volverán a ser las mismas.
Para poder establecer el “estado de bienestar” y que éste se mantuviera desde 1945 a nuestros días, fue necesario librar una guerra mundial y una sociedad que descubriera que una manera de evitar revoluciones era por medio de compartir lo bueno que se tenía.
A partir de su surgimiento, el papel regulador y protector del Estado en muchos países se consagró y todos hasta este año pudimos vivir con la confianza de que en caso de una catástrofe como la que estamos viviendo, el Estado estaría ahí y sería nuestro salvador.
El Estado ya no está ahí. Ya no volverá. Ni se podrá rehacer. Las secretarías o los ministerios de Salud han desaparecido en muchos países junto con la fe pública que teníamos en ellos.
La salud, el bienestar ha pasado a ser un elemento exclusivo de los países políticamente fuertes, es decir, de las dictaduras. Sencillamente porque en caso de que algo falte o de que una vacuna no llegue, basta con que la gente no se entere y, en caso de contar con ella, los habitantes de estos regímenes no podrán tener la opción de dudar y no les quedará más remedio que obedecer.
En esta época en la que se acabó la posibilidad de hacer predicciones, en la que nadie sabe cómo ni si habrá un mañana. En una época en la que nuestros hijos acuden a los colegios y dejan de acudir a ellos porque alguien se contagió, ha llegado el momento de cuestionarnos qué vigencia tiene lo que estudien nuestros hijos y cómo será su mundo. A partir de aquí tenemos que definir qué es primero, si enseñarles a conseguir un equilibrio con su propia salud y su permanencia o seguir fomentando el estudio de materias que probablemente no les sean útiles ni en el presente ni en el futuro.