Pandemia y hambre obligan a sembrar en ciudad sagrada de Caral, Perú

La pandemia en Perú afecta a la ciudad sagrada de Caral, cuna de la civilización más antigua de América con 5 mil años. Sus tierras son invadidas por agricultores que invocan el hambre y la necesidad, mientras su descubridora, Ruth Shady, recibe amenazas de muerte para que abandone el lugar.
Las invasiones y la destrucción de sitios arqueológicos comenzaron durante el confinamiento que el país tuvo entre marzo y junio para frenar los contagios de Covid-19, señalaron arqueólogos durante una visita a Caral.
“Existen pobladores que vienen a invadir este sitio, que es propiedad estatal, y lo usan para sembrar”, describió indignado el arqueólogo Daniel Mayta.
“Es un gran daño porque están destruyendo evidencia cultural de 5 mil años”, agregó bajo el sol abrasador de Caral, situada en el valle del río Supe.
Desarrollada entre los años 3000 y 1800 aC, la cultura Caral es la madre de América. Contemporánea de las de Mesopotamia y Egipto, esta civilización surgió 45 siglos antes que la inca en una meseta desierta y árida.
Poco de eso importa a los invasores, quienes, aprovechando la poca vigilancia policial en los 107 días de cuarentena, invadieron unas 10 hectáreas del sitio arqueológico Chupacigarro para sembrar paltas, frutales y pallares, un tipo de judía peruana.
“Las familias no desean retirarse a pesar que se les ha explicado que este lugar es patrimonio de la humanidad, por lo que lo que están haciendo es grave y podrían ir a la cárcel con una gran sanción”, expresa Mayta, de 36 años, al indicar el daño causado a los restos arqueológicos.
La arqueóloga Ruth Shady, directora de la zona arqueológica Caral y quien encabeza las investigaciones desde que en 1996 se iniciaron las excavaciones, sostiene que detrás de los invasores se encuentran traficantes de terrenos.
“Estamos recibiendo amenazas de personas que se están aprovechando de las condiciones de pandemia para ocupar los sitios arqueológicos e invadirlos para establecer cabañas, pasar maquinarias por las tierras… destruyen lo que encuentran”, declaró Shady durante una entrevista virtual.
“Un día llamaron al abogado que trabaja con nosotros y le dijeron que lo iban a matar junto conmigo y nos iban a enterrar cinco metros debajo del suelo” si siguen trabajando en el lugar, denuncia.
Shady, de 74 años, ha pasado el último cuarto de siglo en Caral con la misión de recuperar la historia social de esta civilización, como las técnicas que usaban para que sus construcciones resistieran los sismos.