Biden llama a EE.UU a la unidad y el respeto a la verdad

Los ritos, los símbolos, la coreografía. El arraigado apego de los estadounidenses por las tradiciones envolvió ayer la ceremonia de toma de posesión de Joe Biden como presidente de un aura de normalidad tan necesario como extraordinario. El escenario, las escalinatas del Capitolio asaltadas hace dos semanas por una turba de insurgentes, fue a la vez el recordatorio silencioso del dramático contexto en que el demócrata llega a la Casa Blanca.
“Yo, Joseph R. Biden, juro solemnemente que ejerceré fielmente el cargo de presidente de Estados Unidos y, con lo mejor de mi capacidad, preservaré, protegeré y defenderé la Constitución”, juró al filo de las doce del mediodía, hora local de Washington. El país respiró al fin. Instantes antes, Kamala Harris hacía historia al convertirse en la primera mujer, negra y de origen indio en asumir la vicepresidencia.
La democracia es preciosa. La democracia es frágil. Y a esta hora, amigos, ha prevalecido”
“Hoy es el día de la democracia (…), EE.UU. ha sido puesto a prueba de nuevo y ha estado a la altura”, arrancó Biden. “Hemos aprendido de nuevo que la democracia es preciosa. La democracia es frágil. Y a esta hora, amigos, la democracia ha prevalecido”, celebró el 46.º presidente de EE.UU. En este “momento histórico de crisis y desafíos”, reivindicó, “la unidad es el camino que debemos seguir” para no fallar.
Acabamos esta guerra incivil: rojo contra azul, rural contra urbano, conservadores contra progresistas”
Hacía frío y amenazaba con nevar –el senador Bernie Sanders llegó con manoplas de lana– pero cuando Biden tomó la palabra el sol iluminaba su rostro, seguro y sonriente. Su discurso fue una oda a la política tranquila, la verdad y los hechos frente a los ataques como arma política y las manipulaciones. “La política no tiene porqué ser un fuego abrasivo que destroza todo lo que encuentra a su paso. Los desacuerdos no tienen que ser motivo para una guerra total”, dijo, llamando al país a “dejar de gritarse y rebajar la temperatura”.
Los acontecimientos de los últimos meses han enseñado “una dolorosa lección” al país. “Existe la verdad y existen las mentiras, mentiras que se dicen por afán de poder y para sacar provecho. Todos y cada uno de nosotros”, insistió, “tenemos la responsabilidad de defender la verdad y rechazar las mentiras”.
La seguridad, para alivio de todos, no fue noticia; todo el programa transcurrió según lo previsto
Entre los asistentes al acto no estaba Donald Trump, que se saltó una tradición más y a esas horas estaba ya en Florida, pero sí algunos de los heraldos de sus bulos sobre el resultado electoral, por ejemplo el senador republicano Ted Cruz. Desterrar esas manipulaciones será una condición necesaria para gobernar un país en el que más de la mitad de los votantes republicanos cree que el legítimo vencedor de las elecciones fue Trump. Biden tendió la mano y pidió un voto de confianza a quienes no le han votado.
“Y si aun así no estáis de acuerdo conmigo, que así sea. Eso es la democracia. Eso es América. El derecho a disentir de forma pacífica sobre los parámetros de nuestra democracia es quizás la mayor fuerza de nuestro país”, pero “los desacuerdos no deben conducir a la desunión”, pidió al tiempo que prometía ser “el presidente de todos”.
A diferencia del discurso tremendista y populista que Trump ofreció en el 2016, que dinamitó ipso facto la teoría de que al llegar a la Casa Blanca se moderaría, Biden trató de transmitir optimismo a sus compatriotas sobre su capacidad como nación para superar las crisis que les afligen: “La fase más dura y mortal del virus”, la recesión económica y la urgencia por la justicia racial. Los versos de la poeta Amanda Gorman , de 22 años, fueron como eco que reforzó sus palabras.
“La historia nos juzgará a todos por cómo resolvemos la cascada de crisis de nuestro tiempo”, advirtió un día después de que el país superara las 400.000 muertes por coronavirus. “No me digáis que las cosas no pueden cambiar porque cambian”, dijo para celebrar la elección de la vicepresidenta Harris.
La Biblia “nos enseña que a las lágrimas de la noche les sigue la alegría de la mañana”, defendió. Biden es, tras John F. Kennedy, el segundo presidente católico de EE.UU. Es un hombre muy religioso que ha tenido en la fe un sustento para superar las múltiples tragedias que han golpeado su vida, desde la muerte de su primera mujer y su hija al fallecimiento de un hijo, a los 46 años, víctima de un cáncer.
Tras participar en varias ceremonias dentro del Congreso, en los mismos escenarios violentados hace dos semanas por los insurgentes, el presidente y la vicepresidenta pasaron revista a las tropas y se trasladaron al cementerio militar de Arlington. Acompañados por los expresidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama, participaron en una ofrenda floral.
El presidente llegó a la Casa Blanca con la primera dama, Jill Biden, sus hijos y nietos tras caminar a pie los últimos metros hasta el complejo presidencial, protegido por un enorme perímetro de seguridad. Tras ellos llegaron la vicepresidenta Harris y su marido, Doug Emhoff, el primer segundo caballero de EE.UU. No hubo tiempo para celebraciones. Como consecuencia de la pandemia, los bailes inaugurales fueron cancelados y ambos se pusieron a trabajar de inmediato.