Marta Sanz: la violencia impregna nuestra conciencia

En su lógica y hasta en su estructura, pequeñas mujeres rojas es una novela negra, pero al mismo tiempo puede leerse como una parodia del género y hasta como una oportunidad para reflexionar sobre asuntos que no solo pertenecen a una geografía, sino que pueden extrapolarse.
“En pequeñas mujeres rojas me preocupa mucho cómo representamos el discurso de la memoria histórica, porque en el caso de España creo que se ha producido una malversación del discurso: no solamente es que podamos ser una sociedad desmemoriada, imbuida en esa especie de lógica de la prisa en la que lo único que importa es el presente, y el pasado se desdibuja como si no formara parte de nosotros, sino que se añade el hecho de que hay voces que interesadamente practican la memoria mala, entran en la dinámica del bulo: di muchas veces una mentira para que se convierta en una verdad”.
Certezas de la escritora española Marta Sanz al hablar de una novela con la que cierra la trilogía protagonizada por el detective Arturo Zarco, complementada por Black, black, black y Un buen detective no se casa jamás, en lo que define como una mirada alrededor del franquismo, aunque también acerca de la violencia en contra de las mujeres: una manera de entender a la literatura sin trampas y que exige a los lectores, no solo a ella misma, con un compromiso que va más allá de lo puramente literario.
“Los relatos históricos y la ficción literaria reflejan y construyen la realidad y, en esa medida, pueden transformarla. Igual que existe ese relato histórico torticero, que no se ajusta a las leyes ni a la razón, pretendo usar mi novela para ejercer de contrapeso”, explica a M2 la doctora en filología.
Si bien piensa en pequeñas mujeres rojas (Anagrama, 2020) como el cierre de la trilogía, Marta Sanz reconoce que, por las temáticas abordadas en la novela, seguramente seguirá hablando de estas cuestiones en otros libros, con otros personajes y en otros ambientes, porque son asuntos “que me preocupan mucho como escritora y como ciudadana.
“Las escritoras y los escritores no hacemos otra cosa que evidenciar nuestro sistema nervioso personal, nuestras preocupaciones ideológicas, nuestras incertidumbres, nuestras preguntas… a través de las máscaras de la ficción; entonces, seguiré rumiando en distintas ficciones o con distintas máscaras, en libros que tengan un talante más autobiográfico en los asuntos que me preocupan”.
En pequeñas mujeres rojas se habla de personas vulnerables, de los vencidos y las vencidas en las guerras, pero también del cuerpo de las mujeres y de cómo se ha representado la violencia contra ese cuerpo: Marta Sanz encuentra que, a lo largo de la historia de la literatura y del arte, se ha estilizado esa violencia y esas “representaciones impregnan nuestra conciencia, nuestra visión del mundo, y terminan conformando el territorio de nuestro deseo. Todo eso tiene que ver con el imaginario cultural.
“Puse mucho cuidado en las palabras con las que se recreaba la violencia contra uno de los personajes principales; quise poner tanto cuidado que a veces escamoteo la visión del cuerpo femenino maltratado para centrarme en el artefacto que convierte a esa mujer en un animal, la deshumaniza en su dolor. Todo ello para no caer en esas recreaciones estilizadas, morbosas, de los cuerpos de las mujeres maltratadas, que terminan siendo bastante dañinas”.
La novela se plantea como el cierre de una trilogía, si bien la escritora no sabe a ciencia cierta si quedaron satisfechas sus inquietudes literarias, sobre todo la memoria y la violencia contra la mujer, asuntos de nuestro tiempo.
Experimentos Con Los Géneros
Marta Sanz escribió novela negra para mostrar cómo a los lectores se les trataba como clientes: en Black, black, black había una parodia de sus ingredientes fundamentales, como la homosexualidad del detective o que la mujer fatal fuera un jovencito de 18 años, aunque fue más allá y en pequeñas mujeres rojas reflexiona sobre cómo cada país tiene “una historia desgraciada”.