Partidos y candidatos independientes

Ambas figuras tienen afinidades entre sí, como profundas diferencias, esencialmente desde el aspecto práctico, en virtud de que persiguen el acceso al poder, los Partidos Políticos como el vehículo utilizado para postular candidatos y; los independientes, omiten el canal institucional para hacer uso de sus derechos de manera directa, sin embargo construyen una estructura orgánica similar a la de cualquier organización partidaria.
En un sistema de Partidos como el prevaleciente en México, las candidaturas independientes cuya regulación se hizo con demora, se consideran como excepción, al advertir que la regla general imperante es el registro de candidaturas partidarias.
Por otra parte y sin pretender ahondar en el proceso de evolución histórico de los partidos en el país, como tampoco el restar la importancia que tienen las candidaturas independientes, los tiempos y las circunstancias van marcando pautas, sobre todo cuando se presentan fenómenos políticos, sociales y económicos cíclicos, ocasionando la apertura de etapas diferentes al concluir fases que obligan a la generación de cambios.
No tengo ninguna duda, que estamos transitando por una situación parecida a la que se vivió a fines de 1929 y la década de los treintas, en condiciones y circunstancias diferentes, sin embargo, la tónica es la necesidad de un proceso transformador, de cambio y adecuaciones en el sistema político mexicano.
El modelo se agotó desde hace años y, no hemos sido capaces de construir otro que permita la convivencia armónica y la vida institucional, pues las inercias nos han rebasado impidiendo una consolidación de las estructuras democráticas del país, los diseños creados son insuficientes y además no han ido a la par del desarrollo de una cultura democrática en la sociedad.
Han existido barreras multifactoriales para alcanzar esos objetivos, sin detenerme a un análisis en ellas, sino destacando que desde hace tiempo venimos arrastrando un inacabado proceso transicional, que si bien, tiene sustanciales avances, también contiene importantes rezagos, adicionalmente se ha visto afectado por crisis recurrentes.
En ese aspecto, es de resaltar la crisis de Estado que actualmente estamos viviendo, algunas cuestiones venían de tiempo atrás y, eran suficientes para provocar cambios necesarios en el sistema, no obstante, se agudiza el entorno y por lo tanto la creciente necesidad para transformar el modelo a los requerimientos contemporáneos.
Ahora bien, cuando se habla de una crisis de Estado, es evidente que los Partidos Políticos como una parte importante de este, también padecen esa condición, sin que ninguno de ellos pueda escaparse o rehuir su realidad.
Abundando un poco sobre el tema, baste decir que no es una situación privativa de nuestro país, los institutos políticos prácticamente a nivel mundial, están pasando por un ciclo que los obliga a renovarse, tanto en proyección de principios como en sus formas, de tal manera que sean útiles y confiables a las sociedades que representan, lo que ocurre en México consiste en la conjugación de una serie de problemas adicionales a los que enfrentan otras latitudes, entre otros la pérdida de identidad, el clientelismo corporativo, los acuerdos cupulares y las burocracias partidistas que se han apropiado de las decisiones y los puestos con exacerbado pragmatismo.
En ese sentido encontramos la partidocracia contra democracia, desplazando liderazgos y obligándolos a explorar alternativas legítimas por otras vías, como son los independientes, que hacen escuchar su voz nutriendo el debate social con grandes dificultades al tener que sortear infinidad de obstáculos.
Las candidaturas independientes se convierten en un fuerte acicate para los Partidos Políticos, constituyen en determinado momento una competencia que les resta votos, los exhiben como organismos elitistas y excluyentes.
Sin embargo, en un sistema democrático el asidero tiene como centro a los Partidos Políticos, eje fundamental que cimienta el modelo, sin entrar a mayor comentario sobre el punto, la competencia entre un candidato independiente y otro con el respaldo de una institución, en principio se observa en condiciones desiguales, pues los institutos políticos suelen tener simpatizantes, electores que no les preocupa quien sea el candidato.
También el trabajo permanente de los organismos es susceptible de permear en la ciudadanía con mayor intensidad que el esfuerzo transitorio de quien va solo.
En contrapartida, en momentos de desprestigio de los Partidos Políticos, estos se convierten en un pesado lastre para los candidatos que son postulados, circunstancia que es aprovechada por los independientes.
El hecho es que los Partidos Políticos sin excepción alguna al igual que el país atraviesan un ciclo complejo, que desde luego es necesario abordar y darle cauce, la situación produce mayor inquietud cuando observamos pocos liderazgos, pobreza de estadistas y una agenda coyuntural y reaccionaria.
Las campañas políticas permiten abrir la puerta para entrar a un periodo de apasionada reflexión, iniciando por el diagnóstico, escuchando, construyendo propuesta y debatiendo, en esta ocasión, dadas las condiciones los resultados son impredecibles.
Se prevé el retorno de la histórica pugna entre federalistas contra centralistas, que tiene mucho mar de fondo, lo único cierto es un modelo agotado.
Nuestras instituciones acusan debilidad, el Estado de Derecho se observa erosionado y tenemos una frágil democracia, el rompimiento del tejido social es evidente, vivimos en una nación de grandes contrastes e inmersos en un mundo globalizado, así, el reto no es menor.
La tarea es mayúscula, de tal magnitud que no puede dejarse al arbitrio de una sola persona ni grupo, la responsabilidad nos concierne a todos.