En marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró la propagación mundial de la enfermedad por coronavirus, causada por el SARS-CoV-2 que surgió en China en diciembre de 2019, una pandemia. Predecir el impacto en la salud pública de los patógenos con transmisibilidad de persona a persona adquirida recientemente es un desafío. Actualmente, el destino de COVID-19 sigue sin estar claro; comprender los perfiles estacionales probables de los riesgos de infección será fundamental para informar las estrategias efectivas de vigilancia y control.
Durante la fase inicial de un brote, en ausencia de un conocimiento detallado específico del país, las estimaciones preliminares del riesgo se pueden medir a partir de patógenos endémicos con modos de transmisión similares, advierte una investigación publicada en The Journal of Infectious Diseases. Pero la incidencia de la infección y los niveles de enfermedad grave asociados con COVID-19 siguen sin estar claros.
Hasta la fecha, los coronavirus humanos zoonóticos emergentes asociados con altas tasas de letalidad no han logrado persistencia en la población humana. El SARS-CoV surgió en 2002 y se extendió rápidamente por todo el mundo antes de ser contenido con éxito en 2003. Por el contrario, el Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) ha seguido causando casos esporádicos predominantemente en entornos sanitarios desde su descubrimiento en 2012, pero no ha demostrado una transmisión comunitaria sostenida.
Un determinante clave que gobierna el éxito de la invasión y la persistencia de un nuevo patógeno es la abundancia de huéspedes susceptibles. Tal susceptibilidad de la población puede ser difícil de definir debido a la inmunidad de protección cruzada preexistente en individuos previamente expuestos a patógenos relacionados antigénicamente, como se demostró para la influenza pandémica A H1N1 en 2009. Además, también se reconoce el potencial de interacciones heterólogas entre grupos taxonómicamente amplios de virus respiratorios. Una buena comprensión epidemiológica de los virus cocirculantes proporcionará información valiosa sobre el potencial de interacciones virus-virus inmunes y las consecuencias para la susceptibilidad de la población.
“La estacionalidad es un atributo reconocido desde hace mucho tiempo de muchas infecciones virales de los seres humanos, pero los mecanismos subyacentes a la estacionalidad, en particular para las enfermedades transmisibles de persona a persona, siguen siendo poco conocidos. Una mejor comprensión de los impulsores de la estacionalidad podría proporcionar información sobre la relación entre el entorno físico y el riesgo de infección, lo cual es particularmente importante en el contexto del cambio ecológico global en general y el cambio climático en particular”, advierten investigadores de la Universidad de Toronto, Canadá, en una investigación publicada por la revista Science Direct.
En términos generales, sostienen que “la estacionalidad representa una oscilación en el número reproductivo efectivo de patógenos, que, a su vez, debe reflejar cambios oscilatorios en la infecciosidad, patrones de contacto, supervivencia de patógenos o susceptibilidad del huésped”. Los desafíos epidemiológicos para la identificación correcta de los factores de riesgo estacionales incluyen la falta de ajuste para la correlación predecible entre la incidencia de enfermedades y las exposiciones estacionales. La evidencia existente sugiere que la estacionalidad de algunos patógenos virales entéricos y respiratorios puede estar impulsada por una mayor supervivencia de los patógenos durante el invierno, y también por una mayor susceptibilidad del huésped como resultado de una relativa “inmunosupresión en invierno”.
Se han propuesto muchas clases de hipótesis mecanicistas para explicar la estacionalidad de varias enfermedades de transmisión directa, incluidas al menos las siguientes; actividad humana, variabilidad estacional en la función del sistema inmunológico humano, variaciones estacionales en los niveles de vitamina D, estacionalidad de la melatonina e infectividad de patógenos. La identificación de las razones de la estacionalidad de las enfermedades infecciosas puede ofrecer posibilidades de medidas preventivas, e incluso puede ayudar en el desarrollo de políticas efectivas y permitir un uso más eficiente y eficaz de los recursos.
Es probable que la variabilidad estacional en la incidencia de enfermedades infecciosas se vea influenciada por la susceptibilidad y los comportamientos de la población; sin embargo, las influencias ambientales también son consideraciones importantes. Dichos factores ambientales pueden afectar la abundancia de patógenos. El conocimiento del papel de los factores ambientales (infección, resfriado, etc.) u otros desencadenantes (actividad en interiores, ingesta de vitamina D) podría utilizarse para mejorar las medidas de prevención y las estrategias educativas, especialmente en personas con riesgo de infección.