Con Biden, algunos prisioneros podrían salir de Guantánamo

El prisionero de mayor edad en Guantánamo acudió a su última audiencia ante la junta de revisión con cierto grado de esperanza, algo que ha sido escaso durante sus 16 años encerrado sin cargos en la base estadounidense en Cuba.

Saifullah Paracha, un paquistaní de 73 años con diabetes y una afección cardíaca, tenía dos cosas a su favor que no tenía en audiencias anteriores: un proceso legal favorable y el triunfo electoral de Joe Biden.

El presidente Donald Trump había terminado efectivamente con la práctica de la administración de Barack Obama de revisar los casos de los detenidos en Guantánamo y ponerlos en libertad si el encarcelamiento ya no se consideraba necesario. Ahora hay esperanzas de que se reanude con Biden.

“Tengo más esperanzas ahora simplemente porque tenemos una nueva administración que no está decidida a ignorar el proceso de revisión existente”, dijo tras la audiencia la abogada de Paracha, Shelby Sullivan-Bennis, por teléfono desde la base el 19 de noviembre. “Creo que la simple existencia de eso en el horizonte ya es esperanza para todos nosotros”, agregó.

Guantánamo fue una vez una fuente de indignación mundial y un símbolo del exceso de Estados Unidos en respuesta al terrorismo. Prácticamente desapareció de los titulares después de que Obama no pudo cerrarlo y 40 hombres continúan detenidos allí.

Quienes buscan su cierre ahora ven una ventana de oportunidad, con la esperanza de que Biden encuentre una manera de enjuiciar a aquellos que pueden ser procesados ​​y liberar al resto, para que Estados Unidos se deshaga de un centro de detención que cuesta más de 445 millones de dólares al año.

Las intenciones precisas de Biden para Guantánamo siguen sin estar claras. El portavoz de la transición, Ned Price, dijo que el presidente electo apoya su cierre, pero que sería inapropiado discutir sus planes a detalle antes de asumir el cargo.

“Creo que es más probable que se cierre si no se convierte en un gran problema de prensa”, dijo Andrea Prasow, subdirectora en Washington de la organización Human Rights Watch.

El centro de detención abrió en 2002. La administración del presidente George W. Bush transformó lo que había sido un puesto de avanzada de la Marina en el extremo sureste de Cuba en un lugar para interrogar y encarcelar a personas sospechosas de tener vínculos con Al Qaeda y los talibanes después de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Las autoridades estadounidenses sostienen que los hombres pueden permanecer detenidos bajo la “ley de la guerra” mientras duren las hostilidades, una perspectiva con fecha abierta.

En su apogeo en 2003, el año en que Paracha fue capturado en Tailandia debido a presuntos vínculos con Al Qaeda, Guantánamo mantuvo a unos 700 prisioneros de casi 50 países. Bush anunció su intención de cerrarlo, aunque 242 aún permanecían allí cuando terminó su presidencia.

El gobierno de Obama, buscando disipar las preocupaciones de que algunos de los liberados habían regresado a la lucha, estableció un proceso para garantizar que los repatriados o reasentados en terceros países ya no representaran una amenaza. También planea juzgar a algunos de los hombres en un tribunal federal.

Pero su esfuerzo de cierre se vio frustrado cuando el Congreso prohibió el traslado de prisioneros de Guantánamo a Estados Unidos, ya fuese para enjuiciamiento o atención médica. Obama terminó liberando a 197 prisioneros, dejando 41 para Trump.

En su campaña de 2016, Trump prometió “cargar” Guantánamo con “algunos tipos malos”, pero ignoró en gran medida el tema después de rescindir las políticas de Obama. Su administración aprobó una sola liberación, un saudí que se declaró culpable ante una comisión militar.

De los restantes, siete hombres tienen casos pendientes ante una comisión militar. Entre ellos se encuentran cinco hombres acusados ​​de planear y apoyar los ataques del 11 de septiembre. Además, hay dos prisioneros que fueron condenados por comisión y tres se enfrentan a un posible procesamiento por el atentado de Bali de 2002.

A lo largo de los años, nueve presos han muerto en Guantánamo: siete por aparente suicidio, uno por cáncer y uno por un ataque cardíaco.

La abogada de Paracha planteó sus problemas de salud, que incluyen un ataque cardíaco en 2006, en su junta de revisión, hablando por teleconferencia segura con las agencias de seguridad y defensa de Estados Unidos.