Inseguridad la otra pandemia

El estrés social provocado por las medidas de confinamiento se ha visto mayormente estimulado por los altos niveles de inseguridad que azotan al país, ocasionando mayores presiones psicológicas al ciudadano, al advertir los riesgos físicos y patrimoniales que el fenómeno engendra al estar expuesto a sufrir las consecuencias sin autoridades que inspiren confianza para vivir con tranquilidad.
Ese sentimiento se agrava al observar episodios alarmantes, indicadores de una disfuncionalidad en el sistema de seguridad y de justicia, pues cuando la delincuencia realiza certeros y cobardes crímenes en contra de altos funcionarios públicos, la cosa no anda bien, el asesinato del Juez Federal Uriel Villegas Ortiz y el atentado en contra del Secretario de Seguridad de la ciudad de México Omar García Harfuch, es una afrenta y declaración de guerra contra el Estado.
Es de lamentar también que después de la captura de la madre de José Antonio Yépez Ortiz, alias “El Marro”, líder del Cartel de Santa Rosa de Lima, detenida junto con otras personas portando una gran cantidad de dinero y al parecer sustancias prohibidas, obtuviera casi inmediata libertad, después de que su hijo con total displicencia subiera un video a redes sociales amenazando desde al Presidente para abajo, dejando a todo mundo boquiabiertos.
Por todos lados se escucha la existencia de redes de complicidad, de corrupción y de protección que involucra a personas ligadas con la política, la delincuencia, servidores públicos y empresarios, con el objeto de obtener privilegios de poder y desde luego económicos, lo que de ninguna manera es una novedad, se aprecia como un Estado dentro del mismo Estado, son órganos paralelos.
La escalada en el rubro prende focos rojos en tanto que un problema de seguridad pública puede rayar en una dificultad de seguridad nacional, pues ataca directamente a las de por si frágiles instituciones del país, enfrentando a las estructuras encargadas de desempeñar una alta función pública.
Sin embargo, el problema no radica en ese aspecto, pues tales actos son efectos de una inadecuada estrategia en materia de seguridad, lo que se ha dicho hasta el cansancio, pues se implementa desde una perspectiva parcial, sin exhaustividad, descoordinada y además condescendiente e ineficaz.
Son consecuencias de abordar el tema con estrechez, con una perspectiva de carácter político sin una real visión de Estado, con afanes revanchistas y no un criterio profesional en la materia, se trata de un rubro crucial de que se habla mucho, pero en resultados vemos poco.
Muchos de esos trágicos episodios pudieron preverse, sin embargo, como el refrán: “después de ahogado el niño a tapar el pozo”, ahora se tendrán que hacer los ajustes indispensables antes de que nos alcance el destino, pues la situación es verdaderamente complicada y preocupante, además, es necesario despolitizar el asunto, pues carece de colores, simplemente darle su dimensión con responsabilidad.