Si lo hacemos en solitario, las caricias son un truco ideal para mapear nuestro cuerpo y encontrar nuestras zonas erógenas más potentes.
No se trata de que te empieces a tocarte mientras lees esto, sino de que te prepares a conciencia. Piensa que vas a tener una cita contigo misma.Prepara la habitación como si tuvieras la cita de tu vida: velas, música ambiente suave, un perfume embriagador… Túmbate en la cama y comienza a acariciarte primero con ropa, despacio.
Luego ve desnudándote y no dejes ni un solo rincón sin acariciar. Puedes ayudarte por ejemplo de unas plumas o usar simplemente las llemas de tus dedos.Otra opción para descubrir tus zonas erógenas es hacerlo con un masaje, que puede ser uno de esos juegos que hacer con tu pareja.
Puedes usar aceites de masajes con olor, como este de mango y melón o este kit de fresa, por ejemplo. En ciertas zonas en lugar de aceites de masaje puedes hasta usar geles de vibración. Pruébalo en los labios, los pezones o en el clítoris, el efecto es altamente adictivo.Además de acariciar, puedes exitarte en las noches más calurosas del verano con un hielo o con geles de efecto frío, por ejemplo. Pásate el hielo (mejor si lo pasas un poco por el grifo antes, así irá deshaciéndose) por el cuello, las muñecas, los labios, los pezones o detrás de las rodillas. Por pies, tobillos o cualquier zona que imagines. Eso sí, con cuidado.
El contraste con el calor de tu cuerpo puede ser desagradable en algunos puntos.Ahora solo falta la mejor parte, ponerte manos a la obra y descubrir cuáles son tus zonas erógenas más excitantes.