Se cumplen el año próximo 50 años de la publicación de «Las venas abiertas de América Latina», el famoso ensayo obra del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Un libro que se convirtió en la biblia de la generación de izquierdas que alcanzó el poder en la zona a principios del siglo XXI (léase Lula, Evo Morales, Rafael Correa o Hugo Chávez) y en el que se narraba el salvaje saqueo de los recursos naturales de la región por parte de los imperios coloniales primero y de los estados imperialistas después.
«Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos», sentenciaba Galeano. Para escribir «Las venas abiertas de América Latina», Galeano recorrió buena parte del continente.
Ahora un periodista británico, Andy Robinson (Liverpool, 1970), ha realizado muchos de los mismos viajes que efectuó hace medio siglo Galeano (Potosí, Minas Gerais, Zacatecas, etc.) para analizar cuál es la situación actual de las materias primas en América Latina y ver si han cambiado las cosas. El resultado es un libro estremecedor titulado «Oro, petróleo y aguacates. Las nuevas venas abiertas de América Latina» (Editorial Arpa).
Un ensayo en el que Robinson detalla cuáles son las nuevas riquezas de América Latina (coltán, petróleo, litio, soja, niobio, aguacates…) y en el que revela cómo una docena de materias primas explican los últimos golpes de Estado, las rebeliones ciudadanas y la crisis medioambiental en ese continente. Y advierte que la pandemia de coronovirus puede representar otra década perdida para las economías de la región, que ya se encontraba en un estado terriblemente débil, y que está agudizando terriblemente las desigualdades sociales.
Eduardo Galeano sostenía: «Los latinoamericanos somos pobres porque es rico el suelo que pisamos». Usted que ha recorrido muchas de las rutas que él hizo, ¿considera que sigue siendo verdad esa máxima?
En alguna medida sí. No creo que sea casualidad que los países en desarrollo que más han logrado estrechar la brecha con los países ricos sean los asiáticos, que tienen pocos recursos naturales.Eduardo se refería a lo que se suele llamar la maldición de las materias primas en el sentido de que despertaban la avaricia colonialista y un saqueo implacable a lo largo de siglos de los recursos naturales, primero por las potencias coloniales y luego las multinacionales.
Creo que los gobiernos de la izquierda en América Latina entendieron que era necesario «nacionalizar» esos recursos y utilizar los ingresos para redistribuir la renta, y su enorme mérito es haber sacado a millones de la pobreza.
Pero no lograron salir de la trampa de la dependencia de la exportación de materias primas y por tanto permitieron sobrevaloraciones de sus divisas. Y cuando terminó el súper ciclo de precios altos de las materias primas, les pasó factura.
Al margen de esa explicación económica -mi libro no pretende ser una tesis sino que es una serie de crónicas periodísticas- lo maravilloso de esa frase de Galeano es la paradoja que describe.
Y las paradojas son útiles para entender la realidad esperpéntica de América Latina. He intentado destacar unas cuantas paradojas en el libro.
El fenómeno de Alicia en el País de las Maravillas de correr para quedarte en el mismo sitio se puede aplicar a muchas actividades de la economía de materias primas.
¿Cuáles son las nuevas materias primas que hacen de América Latina un continente riquísimo?
No son nuevas, pero Brasil se ha convertido en el productor de soja, carne y pollo más grande del mundo. La exportación de estos alimentos básicos genera muchos ingresos pero como se explica en el libro las consecuencias medioambientales y sociales son muy preocupantes.
En cuanto a minerales tenemos metales como el niobio y coltán en Brasil y Venezuela que, en el contexto de una suerte de Guerra Fría versión siglo XXI entre EE.UU. y China, se han convertido en recursos que tienen un valor geopolítico.
Y se explica también que el litio en el salar de Uyuni en Bolivia -que Evo Morales quiso industrializar para fabricar baterías y hasta coches eléctricos- acabó desempeñando un papel en el golpe de noviembre del año pasado. Aunque un papel contradictorio y paradójico.
¿Y por qué todas esas riquezas naturales siguen sin transformarse en prosperidad económica para ese continente?
Por el motivo comentado antes. Hay que crear valor en una economía moderna y a veces la presencia de recursos naturales te ofrece un «camino bajo» de desarrollo en lugar del «camino alto» elegido por China. Pero esas son cuestiones complejas y el libro no pretende ser una tesis sobre la gestión económica ni dar recetas simplistas.
Es una serie de crónicas de viaje, cada una inspirada por un recurso o una materia prima como punto de partida pero luego se va un poco por las ramas. En el capítulo del oro hasta se llega a Salt Lake City para hablar del fetichismo por el oro de la derecha cristiana en EEUU. Y en el capítulo de la plata de San Luis Potosí en México se acaba hablando más del peyote.