«Churchill fue un racista». Esta frase apareció pintada en el pedestal de la estatua del ex primer ministro británico en el centro de Londres el pasado fin de semana en medio de las protestas en Reino Unido por la muerte en EE.UU. del afroestadounidense George Floyd.
Este incidente, sumado al derribo por parte de manifestantes en la ciudad de Bristol de una estatua de un comerciante de esclavos del siglo XVIII, ha desatado un debate entre la opinión pública británica sobre si se ha de examinar la posibilidad de retirar ciertas estatuas o monumentos de las calles que honran a personajes acusados de tener un pasado racista o de abusos.
La figura de Churchill, quien en una encuesta realizada en 2002 fue elegido el personaje histórico más importante del país, lleva años envuelta en polémica.
Algunas voces en Reino Unido piden que se revise la visión de la historia oficial sobre el primer ministro que lideró la nación durante la Segunda Guerra Mundial.
Supremacista
Churchill nunca ocultó sus creencias sobre la supremacía de la raza blanca, ni que consideraba que los indios eran una raza inferior. También defendió el uso de «gas envenenado» contra los kurdos, los afganos y las «tribus incivilizadas» (sus partidarios argumentan que se refería al gas lacrimógeno) y el gas mostaza contra las tropas otomanas. Además, como muchos de su generación, tenía puntos de vista antisemitas.
Sus partidarios dicen que todo esto se ha convertido en una «nota a pie de página en la historia» debido al liderazgo de Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, que fue vital para mantener la moral y llevar al país a la victoria sobre la Alemania nazi.
Otros argumentan que no debe ser juzgado bajo los estándares de la sociedad actual y que, a pesar de sus defectos, fue un gran hombre. No obstante, la controversia sobre su legado no se acalla.
La gran hambruna
El año pasado un parlamentario laborista llamó a Churchill «villano» por enviar soldados para aplacar un motín entre los mineros en huelga en Gales en 1910, cuando era secretario del Interior.
Además, un miembro nacionalista del Parlamento escocés (MSP) calificó a Churchill de «asesino en masa» y «supremacista blanco», y dijo que era personalmente responsable de empeorar los efectos de una gran hambruna que mató a unas tres millones de personas en Bengala, en la actual India, en 1943.
La hambruna de Bengala se produjo después de una mala cosecha y la invasión japonesa de Birmania, que cortó las importaciones de arroz a la región.
Según Madhusree Mukerjee, autor de «La Guerra Secreta de Churchill», el Primer Ministro se negó a satisfacer la necesidad de trigo de India y continuó insistiendo en que exportaba arroz para alimentar el esfuerzo de la guerra.
«Odio a los indios», se dice que le dijo al secretario de Estado para India, Leopold Amery. «Son un pueblo repugnante con una religión repugnante».
Churchill incluso pareció culpar a los indios de la hambruna, diciendo que se reproducían «como conejos».
Controversias
En una carrera que abarcó unos 70 años, tuvo varios momentos de controversia. Churchill llamó a los blancos una «raza más fuerte» y una «raza de mayor grado».
Pero según Richard Toye, autor de «El Imperio de Churchill», «eso no significaba que necesariamente pensara que estaba bien tratar a las personas no blancas de manera inhumana», en contraste con Hitler.
Churchill estaba a favor del uso de gas mostaza contra las tropas otomanas en la Primera Guerra Mundial, aunque esto fue en un momento en que otras naciones lo estaban usando.
También fue criticado por sus tácticas de mano dura contra los separatistas irlandeses y los mineros galeses a principios de siglo.
Su papel en el incidente de 1910 en Tonypandy, Gales, que cobró la vida de un minero y dejó alrededor de 500 personas heridas, lo persiguió por el resto de su carrera y fue visto como una prueba de su postura antisindical.
Revisionismo
«Tenemos un debate pendiente hace mucho tiempo, no solo sobre Winston Churchill, sino sobre el Imperio Británico», escribió en 2019 el columnista de The Guardian, Owen Jones.
«Nunca nos entenderemos a nosotros mismos, y mucho menos al mundo, o tendremos una discusión informada sobre la política exterior británica o el racismo, si no lo hacemos».
Pero los llamados revisar la historia de una figura tan imponente enfrentan oposición.
«Si no fuera por Sir Winston Churchill, no estaría vivo. Esto no es una declaración romántica», escribió el año pasado el conservador Lord Daniel Finkelstein en el periódico The Times.
«Aunque el primer ministro fue un supremacista blanco toda la vida, sus fortalezas superan con creces sus debilidades».
Según la historiadora Sonia Purnell, ciertos eventos hicieron que Churchill cambiara sus posturas a lo largo de su vida.
«Es bastante evidente que durante la guerra, cuando todos tenían que unirse para tratar de vencer a los nazis y a los japoneses, cambió su opinión sobre la supremacía de la raza blanca. Se le ha citado en varias ocasiones diciendo que no se puede considerar al hombre blanco como superior», le dijo la historiadora