Quién fue Edward Colston, el esclavista británico cuya estatua fue derribada

La estatua del esclavista y filántropo fue eregida en 1895, un empresario del siglo XVII y comienzos del XVIII que acumuló su gran fortuna con el comercio de esclavos.
Pero este domingo, los manifestantes que realizaron una de la múltiples protestas en Reino Unido contra el racismo -generadas por la muerte del afroestadounidense George Floyd a manos de la policía de Minneapolis- obviaron cualquier petición que existiera y ellos mismos derribaron el monumento y lo lanzaron a la bahía.
La retirada forzosa de la estatua ha sido tan polémica como la figura del propio Colston. Los concejales conservadores de Bristol catalogaron lo sucedido el domingo de «daños criminales», mientras que el alcalde de la ciudad, el afrodescendiente Marvin Rees, declaró no sentir una «pérdida» por el hecho, aunque es partidario de rescatar la estatua de la bahía y la colocarla en un museo. El asunto es complejo debido al legado de Edward Colston y su significado para Bristol, una ciudad cuya fama y riqueza se construyó sobre el comercio de esclavos.
Edward Colston logró acumular su fortuna con el sufrimiento humano. Entre 1672 y 1689, se estima que su barcos trasportaron unos 80.000 hombres, mujeres y niños desde África al continente americano.
Sin embargo, su ciudad natal ha honrado su memoria durante siglos. Al morir en 1721, dejó su riqueza a varias causas filantrópicas y su legado es recordado en calles, edificios y monumentos de Bristol.
La estatua que fue derrumbada el domingo se encontraba en el centro de la ciudad, sobre la Avenida Colston. No hacía mención de su notorio pasado pero tenía una placa que decía: «Una conmemoración de uno de los hijos más virtuosos y sabios de la ciudad».
Colston nació en Bristol en 1636, en el seno de una próspera familia de comerciantes y, aunque condujo la mayoría de sus negocios en Londres por muchos años, siempre estuvo estrechamente vinculado con Bristol. Después de sus estudios en Londres, se estableció como un exitoso comerciante de textiles y lana.
En 1680, ingresó como miembro de la Real Compañía Africana (RAC, por sus siglas en inglés), que en ese entonces tenía un monopolio en el comercio de esclavos. La compañía era dirigida por el hermano del rey Carlos II (luego rey Jacobo II). Para 1689, Edward Colston había ascendido al cargo de subdirector de la empresa. Los esclavos que compraban en África Occidental eran marcados con hierros candentes con las iniciales RAC y metidos como ganado en las embarcaciones que los llevarían en un tortuoso viaje al continente americano.
Hacinados y encadenamos, los cientos de esclavos tenían que soportar un viaje de entre seis y ocho semanas acostados en sus propios excrementos. Las enfermedades, el suicidio y el asesinato cobraron las vidas de entre 10% y 20% de los transportados.
Se estima que entre 1672 y 1689 vendió al menos 80.000 esclavos en el Caribe y el continente americano, y fue a través de ese comercio que acumuló su fortuna y el que utilizó para incursionar en el negocio de préstamos. En 1689 vendió sus intereses al príncipe holandés Guillermo de Orange, después de que este derrocara a Jacobo II y asumiera el trono británico.
El sufrimiento humano a gran escala había hecho a Colston rico, lo que también le significó prosperidad a Bristol. El comerciante empezó a ganarse la reputación de gran filántropo donando a varias causas como escuelas y hospitales, y sirvió brevemente como parlamentario conservador antes de morir en 1721.
Una agradecida Bristol ha conmemorado su benevolencia no sólo con una estatua en el centro de la ciudad, sino nombrando decenas de edificios, instituciones, organizaciones benéficas, escuelas, clubes deportivos, bares, sociedades y calles en su honor. La organización benéfica que lleva su nombre es celebrada con procesiones y actos religiosos. Niños escolares rinden homenaje al comerciante durante las misas.
Edward Colston ha sido indiscutiblemente venerado durante cientos de años por la ciudad, sin embargo, desde hace años hay un movimiento para reconsiderar su legado.