Pasos en la azotea

Potosino de nacimiento, cabeño por adopción y arquitecto de por vida. Pienso que la participación en la sociedad es un compromiso y las letras son una oportunidad

Sucedió lo que tanto temíamos, pero sabíamos: la violencia opacó a la inconformidad y el reclamo del pueblo bueno con mirada de mujer. La autenticidad del movimiento, aun siendo mayoría, se hizo presente de sutil manera porque las redes sociales se aplicaron más en su sed de protagonismo concediendo la mayor atención solo a el lado oscuro de la luna. Acabó en manifestación, porque conmemoración no fue.
El género femenino volcó su ira sobre lo que menos tiene culpa. El patrimonio de cualquier tipo y al alcance pagó la factura en su afán de tatuarse en la historia como si con esas acciones sus peticiones fueran a ser atendidas. La cantera no tiene la culpa, con ella no. Importante petición entregada por los medios equivocados y con eso de que la libertad de manifestarse de cualquier manera es sagrada poco faltó para que el obispo de palacio bajara de su púlpito con la cartilla moral bajo el brazo a repartir abrazos.
Gran convocatoria en el evento del 8M en donde quedó en evidencia una vez más que el enojo de la mujer dolida, ofendida, engañada, descuidada, ignorada, violentada, golpeada o todas las anteriores, puede provocar con solo la mirada un terremoto hasta en zonas asísmicas y hacer con pintura el caldo más venenoso.
De igual forma las mujeres en gran número plasmaron al día siguiente una superioridad silenciosa y presentes a cierta distancia, casi invisibles. También pueden, si quieren, estar más quietas que una biznaga en el desierto. Háganse bolas -dijeron- y nos dimos cuenta que fácil no fue en todos los ámbitos.
La tortilla siempre es redonda y con dos caras. Por un lado, la manifestación genuina y la versión femenina del lenguaje violento y por el otro el comal ya caliente con las presiones domésticas ya conocidas: niños sin guardería ni abuela que los cuiden; padecimientos en pausa sin medicina; “ninis” estirando la mano; la ordeña de la vaca flaca llamada Pemex; la corrupción que según sus datos, es cosa del pasado; el perdón al narcotráfico que jamás será perdonado; mexicanos pidiendo a gritos de guerra conocer a su presidente porque ya no le creen al vocero mañanero que no mata un chango a patadas; la falla de San Andrés o el aeropuerto de Texcoco que es casi lo mismo y el de Santa Lucía que a menudo me recuerda a alguien; los empresarios conformes con tamales en la cena; sus berrinches en la tierra que lo parió; Shrek en modo virus tocando la puerta; el tren maya como sacrificio a los dioses; el índice de crecimiento por los suelos y la delincuencia por los cielos. Pero eso si vendiendo billetes de lotería. Como el Titanic, que no pare la música.
Traspasando fronteras sin visa ni código de barras los productos importados: mis neighbors nerviosos porque el vecino incomodo tiene en el patio a unos parientes centroamericanos; el petróleo y el dólar, en una relación nociva y ambos en terapia intensiva; la insistencia del gallo giro del norte con ganas de seguir en el palenque; chinos enfermos y europeos divorciados. El planeta hierve en aceite y este no sale de la fritanga …ni del País.
Vaso derramado. Este “collage” más variado que un caldo tlalpeño va abriendo la ulcera que poco a poco se ha ido formando en los adentros de la “cuatrotee” que ni el antiácido de las reservas, o lo que queda de ellas, podrá aliviar la agrura que hará sangrar las paredes del reino y lo dejarán como trepadera de mapache hasta vaciarse.
Y todo iniciado no por el empuje del sector empresarial tan anhelado sino por el fino temperamento de las mujeres. Nunca las hagas enojar, nunca.

@barreArq