El amor de una madrastra jamás será igual que una madre

Los lazos afectivos que se crean entre una madre y sus hijos, son únicos, irrepetibles e insustituibles.

Cuando una mujer piensa en ser madre o lo es por azahares del destino, deja de pensar en ella misma, poniendo sus expectativas más altas para dar paso a educar «de la mejor manera posible» a sus hijos.

Se dice que no hay amor más grande que el de una madre y eso se cristaliza desde el instante en que se concibe a un ser.

Si desde ese momento en el que crece dentro del vientre de la madre, ella piensa y se imagina en un mundo de cosas de lo que podría ser su vida y la de su hija, cuando nazca será aún más intensa la situación.

Una madre se preocupa por un sinfín de cosas y detalles que surgen en la vida de los hijos, y más que ser una tarea difícil, es una gran responsabilidad, pues un hijo no es cualquier cosa, y quien se decide a ser madre, es porque de antemano sabe que tendrá que dejar de pensar sólo en ella, ya que los hijos, además de «robar la respiración» en muchas de las ocasiones, son expertos en tener la mente de su mamá.