Nuestro país es folclor y tradición, es festivo, bravío y sentimental. Y todas estas características se reflejan en el Jarabe Tapatío, un baile popular que nos representa ante los ojos del mundo.
Los ballets folclóricos, como el de Amalia Hernández o el de la Universidad de Guadalajara, han sido grandes embajadores, difundiendo a través de la danza y la música tradicional nuestra identidad mestiza.
No hay extranjero que no se impacte de la magia colorida y vivaz que emana el Jarabe Tapatío y otras danzas que se caracterizan por ser ancestrales.
El Jarabe Tapatío es una mezcla de ritmos y danzas cuyo orige-n proviene del siglo XV en España a través del jarabe gitano; éste fue heredado de los españoles que llegaron a nuestro país, pero que también dicho baile se conecta en su ritmo y sus movimientos con las raíces africanas.
Sin embargo, tomó una identidad más nacional el baile típico en 1800, aunque en su desarrollo tuvo varios detractores, puesto que para la época, se consideraba una danza pecaminosa por el ritual romántico que se representa.
Es hasta la época de la Revolución Mexicana que este bailable se vuelve símbolo de la identidad nacional.
Aunque anteriormente también tuvo su apogeo durante el mandato de Benito Juárez. La palabra “jarabe” se deriva de “xarab”, que quiere decir mezcla de esencias y hierbas, y que se correlaciona con la mezcla de las danzas de los diferentes Estados de la República, porque aunque se llama Jarabe Tapatío, es una danza folclórica nacional.
Sin embargo, en la Perla de Occidente tiene un cimiento más emocional porque los atuendos de los bailarines, como el traje de charro crasia de Jalisco.
La composición del Jarabe Tapatío se le reconoce al músico, organista y profesor José de Jesús González Rubio (1800 – 1875), originario de Guadalajara. Él creó la fusión de diferentes sones de la República Mexicana, con 32 aires.