Cada fin de año es un tiempo de renovación, pero también de rituales ligados al final de la nochevieja y al comienzo de una nueva etapa.
Uno de las prácticas más extendidas en las mesas familiares es comer doce uvas para recibir el año nuevo en señal de prosperidad y buen augurio.
Esta tradición se repite con esta fruta en todas sus variedades, rubias, moradas. Cada comensal debe, según la costumbre, pedir en cada uva ingerida un deseo o un anhelo que se cumpla, preferiblemente, en los doce meses siguientes.
También, además de pedir, es un momento de agradecimiento por todo lo bueno que se recibió durante el año que se va.
Las uvas combaten el estrés oxidativo, que está fuertemente relacionado con la insuficiencia cardíaca.
¿Por qué se come doce uvas al comenzar el año nuevo?
Algunas fuentes señalan que todo comenzó en Francia y otras que arrancó durante el siglo XIX en España. Sea como sea, la tradición nació en Europa y con el tiempo, los inmigrantes europeos la trasladaron a latinoamérica.
Una versión de esta historia cuenta que hubo una muy buena cosecha de uva en el Valle de Vinalopó, en Alicante, España, y los agricultores de la comarca las vendieron con el nombre de las “uvas de la suerte”.
Un hombre de la zona se guardó las uvas como postre y les repartió, luego de la cena, doce a cada comensal invitado.
La condición era que todos las comieran durante los últimos minutos del mes de diciembre.
Esa práctica se extendió y las «uvas de la suerte» simbolizaron un amuleto de bienaventuranza.
¿Qué significan las doce uvas?
Vino y uvas. La combinación perfecta para recibir el año.
Las doce uvas delante de cada comensal simbolizan los 12 meses del año.
La última en comer debe coincidir con el último minuto de las 24 horas del 31 de diciembre. Además, una creencia popular señala que todos aquellos que se terminen las 12 uvas en los primeros 60 segundos del Año Nuevo tendrán buena suerte durante los siguientes 365 días.