El verdadero Culiacán

Alrededor de treinta años han pasado desde la primera vez que visité Culiacán. En aquella ocasión, como Presidente de la Comisión de Valores, viajé para promover el desarrollo del mercado de valores, buscando que empresas sinaloenses se registraran en la Bolsa Mexicana de Valores. Igualmente, para impulsar la figura de las Sociedades de Inversión de Capitales, entre los empresarios de ese maravilloso estado, como un instrumento útil para promover lo que en los EUA se conoce como el “venture capital”.
Fue así como conocí a varios de los más importantes empresarios sinaloenses, con los que desarrollé con el tiempo una buena amistad y principalmente, una gran admiración. Emprendedores de la talla de Julio Berdegué, Juan Manuel, el “chino” Ley y sus hermanos, los Coppel Luken, Ernesto Coppel, Jesús Vizcarra, Leovigildo Carranza, Javier Lizárraga Mercado y sus hermanos, Ernesto Echavarría, entre otros. Al ir conociendo sus negocios, particularmente los agropecuarios, fui tomando conciencia de la extraordinaria productividad que habían logrado y sentí el orgullo de saber que nos podíamos comparar ventajosamente con los países más avanzados. Desde entonces suelo decir que estar en Sinaloa es como estar en otro país.
Otras experiencias que viví en Sinaloa, pintan de cuerpo entero a los sinaloenses (empresarios y autoridades) trabajando brazo con brazo en beneficio de su estado y de su país. Es el caso, a manera sólo de ejemplo, del timbre fiscal para la repatriación de capitales y el proyecto Tres Ríos en Culiacán.
En el caso del timbre fiscal, la historia es interesante y reveladora de la naturaleza y compromiso del empresariado sinaloense. Al final de una gira a la que acompañé a Pedro Aspe, en aquel entonces Secretario de Hacienda, cenamos con un buen grupo de hombres de negocios, en ese ambiente tan relajado, informal y agradable (típicamente norteño) que suele envolver a este tipo de reuniones en Culiacán. Adicionalmente a esas características que los distinguen, había un muy buen ambiente alrededor del proceso de modernización emprendido por el Gobierno de Salinas de Gortari, que pugnaba por la privatización de empresas públicas y el libre comercio, entre otras importantes reformas, cosas que resultaban especialmente atractivas para grandes productores del campo.
Ya avanzada la cena, Pedro tuvo que dejarnos, pues tenía una llamada importante que hacer y al despedirnos me dijo que, ante el muy buen ambiente que percibía, quizás valiera la pena que comentara yo con ellos (ya más desinhibidos) el tema de la repatriación de capitales, que resultaba inaplazable para la inversión en México. Fue así que me permití abordar el tema con toda franqueza, diciéndoles que “obras son amores y no buenas razones” y cuestionándolos acerca de los motivos por los que, a pesar de las políticas públicas tan de su agrado, mantenían muchos de ellos inversiones en el extranjero. Al mismo tiempo, los invité a dar sugerencias sobre los incentivos que el gobierno podía o debía crear para la repatriación de capitales.
Con gran sinceridad (e interés) me expresaron que consideraban necesaria una especie de amnistía fiscal. Poco a poco la conversación derivó en una propuesta concreta que hice para instrumentar una especie de cheque de viajero en pesos que se pudiera adquirir con dólares en el extranjero para invertir los pesos en México pagando un impuesto reducido y conservando como comprobante el talón del cheque para el caso de una revisión fiscal. La propuesta les pareció atractiva y me propusieron que sondeara al Secretario y sus colaboradores del área fiscal acerca de su viabilidad. Como respuesta, les comenté que sólo lo haría si ellos (los que estaban en esa mesa) se comprometían conmigo a repatriar por lo menos 500 millones de dólares, algo así como un “dando y dando” que valiera la pena y motivara a las autoridades hacendarias para ofrecer algún tratamiento fiscal atractivo. Haciéndose los remolones al principio, finalmente aceptaron la propuesta y cerramos el trato,
A la mañana siguiente le informé a Pedro Aspe, quien mostró gran entusiasmo y me instruyó para comentar el tema con Miguel Mancera del Banco de México y con Paco Gil, Subsecretario de Ingresos. Después de ver con ellos el tema, por inconvenientes cambiarios del cheque de viajero se optó por un timbre fiscal equivalente a dos o tres por ciento de la cantidad repatriada y que serviría como comprobante del impuesto cubierto. Una vez listo el esquema, los sinaloenses fueron los primeros en cumplir el trato, sirviendo como ejemplo para el resto del país. Después de varios años de vigencia, este mecanismo sirvió para repatriar, si mal no recuerdo, más de 8,000 millones de dólares.
Por otro lado, hoy en día, para quienes no conocen los antecedentes de la zona de Tres Ríos en la capital sinaloense, sólo les sonará conocido el nombre por la desafortunada experiencia vivida en torno a la captura y posterior liberación del hijo del Chapo Guzmán. Para quienes vivimos de cerca la génesis del proyecto que dio lugar a la zona urbana de ese nombre, el nombre significa un extraordinario proyecto urbano promovido durante el gobierno de Pancho Labastida, el cual permitió crear una zona única y ganarles a los ríos cerca de mil setecientas hectáreas de tierra que sirvieron para pagar el proyecto, haciéndolo prácticamente autofinanciable y por lo tanto, factible.
Éstos son sólo dos ejemplos de los muchos que he conocido, que se suman a otras cifras estadísticas que nos hablan de un estado que dista mucho de ser sólo droga y crimen organizado. Sinaola es el estado de mayor crecimiento, crece doce veces más que el promedio nacional, y es un estado en el que en diez años la pobreza extrema se redujo en diez años a la mitad. En el caso de su ciudad capital, los datos son aún mas impresionantes y el índice Doing Business la coloca en la quinta ciudad de facilidad para hacer negocios de nuestro país.
Es también un estado que tiene un gobernador que es calificado en segundo lugar nacional por la aprobación de su obra de gobierno. En fin, una entidad con una capital que debiéramos conocer a mejor detalle antes de dejarnos llevar por el amarillismo y emitir un mal juicio.
El turismo es otro sector que avala la altura de miras y capacidad de acción de los sinaloenses, mostrando una increíble transformación de Mazatlán, la asombrosa recuperación de los cruceros y el renacimiento de la inversión turística en el marco de un Proyecto de gran Visión para el desarrollo turístico de Sinaloa. Otra demostración de lo que es el verdadero Sinaloa y su ciudad capital, Culiacán. Algo que dista mucho de ser solamente droga y crimen organizado: en muchos sentidos, un ejemplo para todo el país.

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