Este es el caso de un guerrero vikingo que fue enterrado en el suroeste de Suecia, en una tumba llena es espadas, flechas y dos caballos sacrificados.
Desde su descubrimiento, ésta tumba se ha considerado el estilo de vida ideal del guerrero vikingo, la despedida ideal del que se eleva hacia el Valhalla.
Y por tanto, lo investigadores dieron por presupuesto que la tumba era de un hombre, cosa que se ha desmentido recientemente mediante análisis de ADN: la tumba pertenecía a una mujer.
E artículo original fue publicado en el American Journal of Physical Anthropology, y ha causado conmoción entre los investigadores porque trastoca la idea que se tenía de la vida de estos marinos medievales.
“[El nuevo estudio] va al corazón de la interpretación arqueológica: que siempre hemos mapeado nuestra idea de cuáles eran los roles de género”. comenta el arqueólogo de la Universidad de Baylor Davide Zori.
Aunque la tradición vikinga siempre ha mencionado la imagen del guerrero no es exclusiva de los hombres, los arqueólogos había considerados esas referencia como adornos mitológicos.
El “guerrero Birka” ha sido considerado, desde la década de 1880, como el ideal vikingo del hombre guerrero y así aparecía en los libros de historia, como un hombre, pero no porque así lo dijeran sus huesos.
Fue un evento en el que como la contenía espadas, flechas y caballos sacrificados, se consideró que pertenecía a un guerrero, y por tanto, un hombre.
Todo cambió en el 2017, cuando la bioarqueóloga de la Universidad de Estocolmo, Anna Kjellström, examinó de cerca los huesos y la mandíbula pélvica del guerrero por primera vez. Sus características no coincidían con las de un hombre en tamaño, sino una mujer.
Posterior a esto un equipo dirigido por la arqueóloga Charlotte Hedenstierna-Jonson extrajo dos tipos de ADN de los huesos.
El ADN mitocondrial de la persona, transmitido de madre a hijo, determinaría si los huesos representaban a una o varias personas. Fragmentos del ADN nuclear del guerrero revelarían sexo biológico.
Los resultados fueron claros: el equipo no detectó ningún cromosoma Y en los huesos, y el ADN mitocondrial de varios huesos coincidió. Los restos representaban a una persona, y esa persona era una mujer.