El premio Benois de la Danse me hace sentir que todo el sacrificio (de Elisa) valió la pena fueron las palabras de Elisa Cabrera, orgullosa madre de la bailarina mexicana Elisa Carrillo, galardonada esta semana en Rusia con el citado premio.
Considerado, para destacar la relevancia del premio, como el Óscar de la danza, Cabrera sabe que todos los esfuerzos de su hija rindieron frutos y el Benois, que dedicó a todos los mexicanos, lo confirma.
Añadió Cabrera, recordando que cuando recibieron la noticia de que le ofrecían una beca para estudiar danza en Londres, la pequeña no dudó ni un momento, ni siquiera por el idioma o por tener que vivir alejada de su familia.
Carrillo (1981), quien nació en Texcoco, un municipio a las afueras de la Ciudad de México y se mudó a la capital con 6 años, no heredó su pasión por la danza de nadie de su familia, sino que Cabrera fue quien le sembró “el gusanillo” al inscribirla en una academia para que aprendiera a caminar “derechita y elegante”.
Después de eso, los maestros empezaron a notar el talento y las aptitudes de la joven danzante, que ahora es primera bailarina femenina (“prima ballerina”) de la ópera de Berlín, donde reside junto a su hija de 3 años.
“Elisa siempre fue muy perfeccionista. (…) La peinaba y los dos chongos (moños) tenían que ser simétricos en posición y tamaño. Si no, se los tenía que volver a hacer”, recordó la madre, quien, aseguró, siempre intentaba relajarla ante las duras exigencias de los maestros “que marcan a una niña pequeña”.
Además de su gran esfuerzo y perseverancia desarrollado desde que era muy pequeña, Elisa también tuvo siempre las condiciones físicas idóneas para el ballet, ya que, explicó Cabrera, cuando hizo la prueba para la Escuela Nacional de Danza.