Una sociedad despostillada

Nuestra sociedad la hemos formado con nuestra falta de espíritu; es como si nos la mereciésemos” Charles Bukowski (1920-1994).
No tengo la menor duda. Estamos cayendo en cuenta que si no hemos tocado fondo ya casi llegamos y sin embargo nos seguimos dejando llevar “así como de muertito” en un intento de convencernos que somos inmunes a que nos roce alguna tragedia y aferrados al “no pasa nada” seguimos copiando patrones de conductas sociales que al parecer las disfrutamos. Y no me refiero solo al fantasma de las adicciones o a comprar el mejor automóvil, la ropa de marca o bien la mejor ubicación de nuestra casa, como si esto último nos garantizara la seguridad tan anhelada en estos tiempos, hago referencia al tiempo que le dedicamos a nuestro trabajo teniendo la errónea certeza que nuestras familias están a salvo mientras no les falte el techo, el alimento y la educación escolar.
El tiempo en común con ellos, desgraciadamente, no juega. Nos deberíamos de preguntar que tanto sabemos de nuestros hijos o al menos y de manera fría e impersonal preguntárselos por WhatsApp, siempre con el riesgo que nos dejen brillando ese par de palomitas azules tan polémicas, en visto dicen, o bien vía Twitter en solo 140 caracteres suficientes para descobijar no solo nuestra vida diaria, también exhibiendo la identidad familiar y los rincones de su intimidad. Esto es más alarmante que irónico ya que estamos formando una generación poco sensible o falta de espíritu como lo señala Bwkowski.
Sociedad es un conjunto de personas que se relacionan en un momento o espacio determinado y muestran comportamientos y características comunes. A estas alturas pienso que es urgente una actualización de la definición porque ya no nos relacionamos solo en un momento o espacio determinado. También lo hacemos y de manera cada vez más frecuente con algún dispositivo móvil montados en una red que no solo sale de casa, viaja sin pasaporte ni permiso por el mundo entero. “¿Comportamientos y características comunes”, es en serio? Si la familia, como me lo hicieron aprender y me convencieron, es el núcleo de cualquier sociedad ahí debe estar la posible solución a lo desquebrajado que estamos como sociedad y no otorgarle a la misma sociedad la concesión de la educación de los nuestros.
Nos estamos enfrentando a sucesos cada vez más comunes e impactantes que solo se quedan a la altura de una nota mediática y no de una alerta de lo que estamos haciendo mal en la casa arrinconados en un área de confort de sentirnos lejos de pasar algún día por “esa esquina”. Dichos sucesos se insertan en nuestras mentes mientras el impacto está vivo y mientras siga caliente la noticia, no más. Como protagonistas responsables de esta sociedad tan denigrada están las adicciones (entiendo por adicción a todo aquello que nos genera algún síndrome de abstinencia) que no son más que la consecuencia de nuestra historia particular y por lo tanto nadie estamos a salvo si no somos conscientes de lo vivido. Viajar al pasado y si para eso se requiere ayuda profesional se vale. Siempre hay en nosotros motivos escondidos acechándonos frecuentemente para dar su golpe las veces que sea necesario sin importar la edad o el sector social.
La mancha ya es muy grande y también eso lo hemos permitido. La tristemente famosa guerra contra las drogas la perdimos desde que nos hicimos de la vista gorda el consumo siempre con la frágil esperanza de que es un estado pasajero en nuestros hijos o bien como lo menciono, solo concentrados en generar recursos económicos.
Hay que crecer con nuestros hijos en su música y sus modas. Que aprendan a reconocer sus propias fronteras y límites.
Habrá no solo que enterarse de sus trabajos escolares, también hay que participar con ellos y discutir sobre los temas, de esa manera les mostramos el máximo interés de nuestra parte. Vigilar sus amistades. Cuestionarlos de cómo se ven dentro de 5 o 10 años, motivarlos a que se inyecten objetivos razonables. Las actividades sanas en familia les crean un rígido escudo ante las adicciones mediante el fortalecimiento de los vínculos.
Eso es crecer con ellos. No hay receta precisa pero cualquier intento es válido. Las consecuencias de una sociedad mal regada desde el contexto de familia y escasa de valores trasmitidos las estamos cosechando ya desde hace tiempo. Para muestra va desde el que se sortea una multa de transito mediante una “mordida” hasta el político corrupto; va desde tomar un video de una pelea en búsqueda de protagonismo en las redes hasta terminar con la vida de alguien; va desde el empleado de mostrador que vende cigarros o licor a los menores de edad hasta el narcomenudeo en las escuelas. En origen el delito es del mismo tamaño.
Hay tantos hechos en nuestra sociedad que deberían de causarnos la magnitud de indignación que nos provoca un muro, que ya no sé si nos lo merecemos. @barrerArq