Los neoliberales contra los zacapoaxtlas

Si algo debo reconocerles a los grupos de izquierda que surgieron con la construcción de vivienda para los damnificados de los sismos de 1985, cercanos al PRD, y que eran muy activos en el tiempo de mi gestión al frente del gobierno de la Ciudad de México entre 1994 y 1997, es su ingenio para algunas de las manifestaciones que llevaban a cabo para expresar su descontento o para ilustrar las causas por las que decían luchar.

Una de dichas puestas en escena fue la que realizaron un 5 de mayo con motivo de la conmemoración de la batalla de Puebla, la cual consistió en un partido de futbol jugado en el mismísimo Zócalo de la ciudad, en el que se enfrentaban, según lo anunciaron, los zacapoaxtlas contra los neoliberales, quienes utilizaban una pelota decorada como si se tratara de un dólar a la cual patearían con especial coraje en cada ocasión.

A cada gol que metían los nativos de Zacapoaxtla, los jugadores y su público festejaban, volteando hacia las ventanas del Palacio Nacional, en donde ocasionalmente despachaba Ernesto Zedillo y a las de mi oficina, para mentarnos la madre y hacer todo tipo de señas, celebrando la goliza que metían los indígenas mexicanos a los neoliberales. Así se representaba aquella derrota heroica que se infligió al entonces invasor extranjero que amenazaba a nuestra nación.

Aquello que en aquel entonces parecía quedar en una broma bien diseñada o una forma ingeniosa de divertirse y llamar la atención, hoy cobra un sentido diferente, al observar la forma en que un amplio sector del partido MORENA, encabezada por el mismo Presidente de la República, ha decidido condenar al neoliberalismo (y a sus exponentes) como los responsables, a decir de ellos, de todos los males que vive nuestro país y su sociedad.

Una verdadera “cargada” muy bien orquestada para desterrar todo aquello que huela al llamado Consenso de Washington, o a aquellas reformas estructurales emprendidas para modernizar sectores completos de la economía, como lo es el energético, porsolo poner un ejemplo muy ilustrativo. O encaminada a debilitar a las instituciones autónomas que buscan cuidar y regular a los  mercados relacionados con dichas reformas.

Una corriente de opinión, por cierto, que hoy por hoy, ya se está enfrentando a importantes contradicciones y a ciertas indefiniciones en temas fundamentales. Si bien es cierto que se ha logrado ubicar en el ánimo del pueblo al “neoliberalismo” como el mismísimo anticristo, apuesto a que un amplio sector de la población hoy no entiende exactamente qué es eso que, sea lo que sea, a decir de su líder y guía, es el mayor enemigo de la nación y especialmente de los más pobres. Un espléndido enemigo como aquellos de los que echa mano, usualmente, cualquier populismo que se respete.

No pretendo intentar un tratado sobre el liberalismo, ni soy economista, ni cuento con las calificaciones necesarias para hacerlo, pero creo que sí procede preguntarnos si todo lo que ha resultado de sus políticas es tan malo como se afirma y al mismo tiempo detenernos a observar si la política económica del presente gobierno incluye o no prácticas típicamente neoliberales.

Como bien afirma Jorge Sánchez Tello en un artículo publicado en Excelsior el mismo 1º de diciembre de 2018, “Algo importante a destacar de este periodo es que se logró la autonomía del Banco de México, el TLC, mayor inversión privada, se controló la inflación, hemos tenido tasas de interés bajas, expansión responsable del crédito, un sistema financiero que ha crecido. También han crecido las telecomunicaciones y el sector automotriz”.

Si bien estas afirmaciones son ciertas, igualmente procede reconocer que, frente a estos logros, la pobreza y desigualdad prevalecen en niveles lamentables e inaceptables. De la misma forma, hay que reconocer que si bien ha habido crecimiento, éste dista mucho de ser el necesario para lograr el progreso generalizado en un país como el nuestro.

El problema de la actual cruzada contra el neoliberalismo, entendido éste como una ideología, es que surjan decisiones importantes, vinculadas al desarrollo de nuestro país, fundamentadas en razones ideológicas y no basadas en criterios técnicos o de productividad y eficiencia. Y, por otra parte, la contradicción consiste en que se mantienen vigentes cuestiones como el libre comercio, la independencia del Banco Central (hasta ahora), el respeto a la propiedad privada, la promoción de inversión extranjera y unas finanzas públicas sanas, por solo mencionar algunas políticas que son típicamente neoliberales.

Seguramente para aquellos grupos activistas, yo y mi gobierno éramos un claro exponente del neoliberalismo, ahora en la picota. Quizás el hecho de que mi espléndido Secretario de Finanzas fuera un ex rector del ITAM, nos etiquetaba claramente de esa manera. Y ni qué decir de nuestras políticas orientadas a fortalecer las finanzas públicas, con una mayor y mejor recaudación, con la instalación de medidores de agua para su cobro adecuado, o con la revisión de los valores catastrales, acciones que nos llevaron a ser la entidad federativa con las finanzas más sanas, cuyo saldo favorable aún aprovecha el gobierno de la ciudad.

O aquellas que motivaron sensibles aumentos de más del doble en las bajísimastarifas del metro, lo que permitió la construcción de la última línea que funcionó correctamente (la “B” que va de Buenavista a Ecatepec) que se hiciera en la ciudad en mas de 20 años. O en lo que hace a órganos autónomos,contrapeso del ejecutivo, ahora vilipendiados, la creación de una Auditoría Superior autónoma y un Tribunal de lo Contencioso Administrativo de plena jurisdicción, por mencionar dos ejemplos.

Seguramente todo ello, que nos dio una ciudad con mayor viabilidad de largo plazo, fue lo que motivó, no solo la goliza de aquel 5 de mayo, sino la electoral que nos infligieron en 1997 ante una reforma democrática que nosotros mismos promovimos y apoyamos decididamente. Quizás. Pero valió la pena lo hecho, creo yo; yo y por lo visto, también lo creen los gobiernos que me sucedieron en la capital, los cuales, por cierto, han mantenido muchas de esas políticas neoliberales de mi gobierno diseñadas por Javier Beristain, que en paz descanse.

A este debate que apenas empieza, desatado por la cuarta transformación, propongo que le veamos el lado positivo de ventilar, de una vez por todas estas cuestiones, si es que los llamados neoliberales, hoy noqueados electoralmente, despiertan y aportan elementos de juicio para juzgar los saldos del neoliberalismo, al mismo tiempo que también sometemosa análisis las medidas opuestas y aquellas que podrían considerarse populistas.

Sugiero un ejercicio de discusión abierta y pública ordenado, con metodología adecuada y auspiciado por alguna institución respetable y confiable. Solo así la opinión pública, erigida en jurado podrá dictar un veredicto, evitando que siga sucediendo lo que ordenó alguna vez Pancho Villa. “¡Fusilenlo y después veriguan!”