Llega el primer robot tertuliano, y es abrumador

  • El Proyecto Debater de IBM discute con un campeón mundial de oratoria y estuvo a punto de ganarle

La puesta en escena no es futurista. En el centro del escenario hay una columna negra, como una televisión estrecha puesta de pie. Eso es Proyecto Debater. Tiene nombre de prototipo y ninguna pretensión de humanidad: apenas enseña una discreta luz ovalada cuando habla. Tiene una voz mecánica de mujer, como Alexa o Siri, pero es mucho más que un altavoz casero. Proyecto Debater razona, entiende argumentos e incluso bromea. Su agilidad intelectual demuestra hasta dónde ha avanzado la inteligencia artificial, pero también la lentitud del avance: por ahora sus temas son limitados, su exposición puede flaquear y el formato de sus intervenciones es fijo.

«No puedo experimentar la pobreza directamente y no tengo quejas sobre mis propios estándares de vida», dice Proyecto Debater al poco de empezar de su primera intervención. El público ríe sin mucha convicción, como si se preguntara si aquella máquina había hecho una broma aceptable.

Después de su presentación pública en junio de 2018, Proyecto Debater afrontaba este lunes en el marco de Think 2019 de IBM en San Francisco su mayor reto. Ante ella, un formidable rival, Harish Natarajan, graduado de Oxford y Cambridge y con más victorias del mundo en campeonatos de debate. El formato era común para una competición del género: dos rondas de 4 minutos y otra final de 2 minutos para concluir.

La ocasión recordaba otras batallas definitivas entre máquinas y humanos, como en ajedrez, go o Starcraft. «Hoy podemos hacer historia», decía el moderador, si un robot superaba otro hito. Aunque un debate es distinto. La victoria la otorga un jurado con un criterio subjetivo, no un resultado sobre un tablero. El tema a discutir era: «El Estado debe subvencionar la educación preescolar». Proyecto Debater defendía la proposición, Natarajan la rebatía.

Al final, ganó Natarajan. La victoria era para quien cambiara la opinión de más gente del público. Natarajan tuvo a favor que poca gente creía que el Estado no debe subvencionar la educación de los más pequeños. Así que convencer a unas cuantos asistentes le bastó.

La organización había añadido una segunda pregunta: ¿quién ha enriquecido más tu conocimiento? Era una pregunta para el lucimiento de Proyecto Debater, que arrasó con un 60%. Con razón: sus conocimientos son infinitos. Su base de datos incluye 10.000 millones de frases, 400 millones de artículos. Para comparar: desde 1851 hasta 2016 el New York Times ha publicado unos 15 millones de artículos. Proyecto Debater gestiona en minutos más de 25 archivos de esa magnitud, la mayoría sacados de periódicos y revistas científicas. Ni siquiera la Enciclopedia Británica (5,8 millones de artículos) o la Wikipedia en todas las lenguas (40 millones) son comparables. El reto de enfrentarse contra Debater es como jugar al Trivial contra la Enciclopedia Británica, Wikipedia y el archivo del New York Times juntos.

La distinción en conocimiento era abrumadora. Proyecto Debater se sacaba del sistema estudios de la Universidad de Melbourne o Duke sobre niños sin estudios y delincuencia, citaba a primeros ministros australianos o británicos palabra por palabra. Ante tanto dato, Natarajan hacía equilibrios con argumentos expresados de una manera más floreada. Pero ninguna evidencia, ninguna cita adecuada, solo más retórica: Debater nunca superó el tiempo asignado, Natarajan siempre.

Esto no significa que los argumentos de Proyecto Debater no tuvieran finura. En su enorme memoria también hay artículos refinados: «Mi intención no es dejar una maleta llena de dinero para que la coja quien quiera», decía, para defender que no quería regalar dinero público.

No es consciente
Proyecto Debater no es consciente. Está programado para buscar los mejores argumentos para su tesis. Las bromas, por ejemplo, están en una «bolsa» de ironías que le dan personalidad de robot: «Su reto es sacarlas en el momento justo», dice Noam Slonim, director del Proyecto Debater en Haifa (Israel), donde se desarrolla. No es nada fácil definir el momento adecuado o un argumento a favor. De ahí parte de la fascinación. Su mérito no es solo razonar sino escuchar a su rival, entender el núcleo de sus argumentos y rebatirlo. «Para empezar, a veces escucho a mis oponentes y me pregunto si quieren, si prefieren a la gente en sus puertas pidiendo dinero, que haya gente sin comer y agua potable. Dar oportunidades a los menos afortunados debería ser una obligación moral de cualquier humano», dice Proyecto Debater.