Un Chivas sin claridad

  • Chivas ganaba 0-2 y lo cazó Puebla (2-2) Sin poder librarse de las rémoras que le fueron atosigando y minando.

Chivas padece lo que ocurre en la cancha. Pero la crisis, la delicuescencia más poderosamente amenazante ocurre fuera de ella.

Rebasa resultados y contingencias. Que si Chivas ganaba 0-2 y lo cazó Puebla (2-2), es una minucia. Un cristal roto en el Titanic. La tragedia ocupa el horizonte… todo el horizonte.

Jorge Vergara no ha vuelto. Y no volverá a escena. El ser humano, el hombre, es más importante que la pasión de dos horas de fines de semana de la maltrecha Nación Chiva.

La tragedia de Chivas no ocurre en la cancha. Ni pasa sobre si Alan Pulido fue la más costosa torpeza o si embaucaron al Rebaño con tantos focos fundidos que le han vendido como candilejas de Broadway.

La tragedia de Chivas sí ocurre penosa y dolorosamente en una clínica estadounidense. Ahí, Jorge Vergara libra batallas más poderosas que cualquier zafarrancho con el América… y sin derecho a VAR.

Ausente físicamente, tomando decisiones, pero sin poder ejecutarlas él mismo, sus grumetes han perdido autoridad. A Atila le temían sus Hunos, pero no a su cocinera ni a su concubina.

Vergara construyó un emporio en Omnilife y apostó sus cartas al mayor latifundio de afectos en el futbol mexicano: Chivas. Hoy es tiempo de vender antes de que llegue el tiempo de rematar.

Porque, hoy, el Guadalajara, es Adán, pero con todo y la costilla. No hay quien potencialice su universo -apegándonos al relato bíblico-, para que de ese trozo de hueso configure una maravilla suprema, como Dios lo hizo con la mujer.

No está el propietario. El hombre que se inventó un abanico de fantasías al ingresar al futbol mexicano. Inocente, incauto, al ser invitado al banquete, tarde se dio cuenta que era, apenas, parte del menú, más que parte de los comensales.

Y sin Jorge Vergara, el hombre que nunca usa calcetines, hoy Chivas está descalzo de ideas y de cacicazgo. Amaury Vergara empuña un timón para el que nunca se preparó.

No es culpa suya. Su infancia y adolescencia fue seguir a Guillermo del Toro y a Alejandro González Iñárritu entre las aventuras de los foros. Amaury Vergara soñaba con un Óscar y no con una Copa MX.

Y hoy lo sabe: en el cine, se puede procrear un universo de felicidad, pero en la vida real, todo se colapsa en un minuto, con un diagnóstico médico, con una adversidad, con una tomografía. La vida no tolera ediciones digitales ni efectos especiales.

A su lado, sigue -¿a dónde más puede ir?-, el inmortalizado como Pelagatos 2.0 por Ricardo Peláez, quien demuestra que su imaginación alcanza no sólo para borrar las pesadillas de Cruz Azul, sino para dar alegoría a los trasiegos de José Luis Higuera.

Tarde o temprano, Jorge Vergara deberá tomar la decisión. Chivas es ya insostenible para él. Y no hablamos sólo de dinero, sino de desgaste emocional y financiero. Su status ya no es un resultado ante el Puebla, sino un resultado en manos del médico.

Sin poder librarse de las rémoras que le fueron atosigando y minando, Jorge Vergara debe entender que debe vender su imperio de suplementos y a Chivas, cuando aún son un imperio. Las ruinas son relatos de tiempos mejores. Y seguramente no quiere eso.

La afición de Chivas se desespera. Es un reflejo del equipo mismo. Tres torneos sin Liguilla. Los cinco trofeos de Matías Almeyda sudan herrumbre.

Pero, esta es su realidad. Lacerante, pero irremediable. Los mejores científicos y los más humildes boticarios tienen una misión en el entorno de Omnilife y Chivas, y es el dueño, no el equipo.

Amaury e Higuera, en ese incómodo rincón de recelos e incompetencia, anhelan que los próximos recetarios de esa clínica en EEUU, traigan esperanzas. Para todos.

Mientras tanto, Jorge Vergara, y la Nación Chiva, sólo deben tener una preocupación: que el Guadalajara no caiga en manos de ningún antagonista.

Recordemos que Salvador Martínez Garza y su Promotora rescataron a Chivas de manos de la familia Azcárraga. Y que después Jorge Vergara impidió que cayera en esas mismas manos.

Hoy, pues, en medio de los fracasos, la afición rojiblanca debe agradecer a Vergara que Chivas no es hermano… o hijo bastardo de algunas Águilas.