Los Cabos, un destino generoso y aventurero

Los Cabos, en Baja California Sur, México, ocupan el undécimo lugar en ese listado.

Conduje dos horas tierra adentro desde el turístico San José del Cabo, hasta que la carretera pavimentada dio lugar a los caminos de terracería y polvo, y la costa salió a la vista. Una hora después de haberme estacionado, estaba buceando con leones marinos en las aguas del golfo de California, donde se encuentra el más antiguo de los tres arrecifes de coral de la costa oeste de Norteamérica.

En un mundo en el que las noticias ambientales terribles parecen ya ser la constante, el Parque Nacional Cabo Pulmo, de 7111 hectáreas, es una historia de éxito extraordinaria. Cuando los pescadores residentes dejaron de llegar a casa con suficientes productos a principios de la década de los noventa, propusieron un plan radical: detener la pesca comercial y dejar que el arrecife se recuperara. Impulsados por investigadores de la Universidad Autónoma de Baja California y por la familia Castro —que dirige Cabo Pulmo Divers y Cabo Pulmo Sports Center, donde reservé mi recorrido de dos horas con un costo de 50 dólares—, los pobladores cabildearon para que el gobierno designara esta área como zona marina protegida y ellos mismos vigilaron que se cumpliera el decreto de no pescar. Entre 1995 y 2009, la biodiversidad del arrecife aumentó un 463 por ciento y todas las especies principales regresaron, incluso grandes depredadores como los tiburones toro y las mantarrayas.

La primera vez que nos adentramos en el agua, vimos una hermosa gama de peces que iban de pargos con rayas amarillas a peces damisela con cola de tijera, de color azul iridiscente. En nuestra segunda inmersión, nadamos con leones marinos, que se acercaron varias veces a nosotros tanto que pudimos tocarlos.

“Cuando pensaba en Baja y Cabo San Lucas, creí que se trataría de un lugar lleno de estadounidenses y gente que está de fiesta”, dijo Luis Roberto Díaz Flores, un productor de contenido para marcas de 24 años, oriundo de Ciudad de México y a quien conocí mientras buceábamos.

Estaba de vacaciones con sus amigos en La Paz, la capital del estado, ubicada dos horas al norte de Los Cabos. “Pero durante los cuatro días que hemos estado aquí, he quedado sorprendido una y otra vez. Para mí, los lugares que he visto aquí probablemente son los cinco mejores que he visitado en mi país”.

Para algunos, la península es sinónimo solamente de Los Cabos, conformados por las poblaciones de Cabo San Lucas y San José del Cabo —donde me quedé— y un corredor de 32 kilómetros con complejos hoteleros y campos de golf que los conecta. Para mí, el extremo sur de Baja California resultó ser una novela absorbente al estilo de “elige tu propia aventura”. Te enfrentas a la pregunta existencial de qué carretera de terracería sin señalizaciones tomarás y terminas por responderla —y pagas las consecuencias—, todo en tiempo real. Estos son algunos de esos giros y los altibajos resultantes.

El lado oeste

La instrucción que me dieron fue explorar el cabo este de la península, que es menos conocido, pero me dieron ganas de ir a todos lados. La única vez que había estado en Baja California fue a los 12 años y, esta vez, quería abarcar toda la costa. Eso incluyó una visita a las playas de Todos Santos, un pueblo artístico en la costa oeste que no estaba en el itinerario. Como suele suceder cuando dejas de fijarte en el reloj, la visita de paso resultó ser una de cinco horas.

Fueron cinco horas hermosas. Paseé por el pintoresco Hotel San Cristóbal, que tiene una piscina que parece infinita con vista a Punta Lobos, una playa de pesca activa donde no se puede nadar debido al oleaje y la contracorriente, como sucede en la mayoría de las aguas de Baja California en el lado del Pacífico. Los lugareños conducían sus camionetas 4×4 y se estacionaban en la arena; los niños jugaban futbol con balones que con frecuencia terminaban en las olas.

Sin embargo, lo que más tiempo me tomó fue intentar encontrar Las Palmas Tropicales, un oasis de palmeras donde los bañistas a veces pueden compartir el espacio con caballos salvajes. Según me habían dicho, la entrada era una carretera de terracería no señalizada y la podría encontrar poco después de pasar por la que había tomado para llegar a Punta Lobos.

Aquí es de donde surgió mi teoría de “elegir tu propia aventura”.

Cada carretera de terracería que tomaba tenía bifurcaciones sin señalamientos, las cuales llevaban a otras bifurcaciones sin señalamientos. Una de ellas me llevó a un camino escarpado y sinuoso con surcos tan hondos que pensé que mi llanta quedaría atascada en uno. Otro me puso frente a una guarida de perros furiosos.

Después de probar suerte con muchos caminos, entendí que la carretera sin señalamientos que debí haber tomado era la segunda después del marcador del kilómetro 57, justo antes del puente.

Necesitaba seguir a los otros dos autos que se dirigían al mismo destino y pasar por un letrero aterrador de “Propiedad privada”. ¿Valió la pena cuando por fin me estacioné en una arboleda con las palmeras más altas y delgadas que haya visto jamás, luciendo desaliñadas y salvajes.

? Sí. Bueno, por lo menos hasta que me di cuenta de que aún debía pasar otras dos horas en auto con dirección a las playas de la costa este que quería ver y que probablemente llegaría ahí después del anochecer.

En ese momento caí en cuenta de una segunda teoría sobre Baja California: todas las playas son espectaculares. Pídeles recomendaciones a los lugareños y elige una que no te obligue a conducir toda la noche en caminos sinuosos con cruces de vacas.

Las playas que me faltaron

Con tal de no tener que conducir tan lejos, el viaje que tomaría, si pudiera regresar, comenzaría en La Paz, que está más cerca de la hermosa playa Balandra, popular entre los vacacionistas mexicanos por sus aguas cristalinas, claras y poco profundas. Está a solo un viaje en ferri de dos horas con todo y avistamientos de ballenas desde la isla del Espíritu Santo, un parque nacional inhabitado donde los buzos pueden nadar entre los tiburones ballena. (Para tomar el ferri desde el sur, hay que salir en auto a las cinco de la mañana).

“Juro que cuando te acercas a la isla, presencias la playa más hermosa que hayas visto en la vida”, me dijo Díaz Flores.

También regresaría al pintoresco pueblo costero de Los Barriles, por el que pasé en auto de noche. Al parecer, también hay muchos turistas estadounidenses, pero pocas de las molestias turísticas de Los Cabos, donde una queja común es que se te acercan agentes de bienes raíces a cada rato para ofrecerte tiempos compartidos. Además, está muy cerca de Cabo Pulmo y de las fuentes termales de El Chorro, en los cerros de Santiago.