El escenario que nadie quiere…

El 10 de septiembre, la madrugadora cuenta de twitter de Donald Trump amaneció con un mensaje en el que el presidente norteamericano celebraba que “La tasa de crecimiento del PIB estadounidense (4.2%) es más alta que la Tasa de Desempleo (3.9%) por primera vez en más de 100 años.” Más allá de si ambas cifras pueden tener alguna relación o ser comparables, este crecimiento es uno de los logros más publicitados de la administración del país vecino. El ciclo financiero de la economía estadounidense ha pasado de una tasa promedio anual de 2.2% entre 2010 y 2017 a crecimientos cercanos al 4% en el último trimestre, para cerrar 2018 con un crecimiento de 3%. Uno de los principales factores que ha impulsado este crecimiento es la Reforma Fiscal estadounidense que redujo el ISR empresarial.

Sin embargo, y sin querer aguarle la fiesta al rubio presidente, debemos tomar nota de que muchos analistas sugieren cautela con estos indicadores, ya que un buen número de ellos piensan que este crecimiento pudiera relacionarse con un calentamiento de la economía, que podría desencadenar medidas que llevarían muy probablemente a un escenario económico recesivo; escenario que, por cierto, nadie quiere.

En efecto, hoy en día, la economía estadounidense enfrenta presiones inflacionarias al alza, al mismo tiempo que el empleo se ha expandido. Sin embargo, se habla de que los empleos que se han creado son de mala calidad, dado que su creación no se ha acompañado de una expansión de los salarios. Esto se puede explicar, en parte, porque la reforma fiscal de Tump no significó cambios en la productividad.

Al mismo tiempo, desde 2015, inició una tendencia de crecimiento en las tasas de interés que fija la Reserva Federal para reducir la velocidad de la inflación. Esta institución se ha vuelto cada vez más activa en controlar la meta de inflación de 2%. Sin embargo, dado que las tasas de interés en Estados Unidos están por debajo del 3%, se dice que los aumentos que ha realizado la Fed son proporcionalmente pequeños como para aún tenerun efecto real en otras variables. De todas formas, la frecuencia con la que se han realizado estos ajustes son una señal de presiones inflacionarias crecientes.

Hacia diciembre de 2017, The Economist ya se preguntaba si 2018 mostraría señales de un calentamiento de la economía estadounidense, dado que el crecimiento económico que experimenta aquel país estaría presionando los precios al alza. Otras variables como la demanda de bienes de consumo y el gasto de capital se han incrementado en los últimos tres años, mientras que el ahorro individual ha pasado de 6% a 3.2% de 2015 para acá.

Todo este contexto implica para algunos economistasel peligro de llevar a los norteamericanos a enfrentar una severa desaceleración (¿recesión?) en los próximos dos años, temor que pareciera no ser exclusivo de este sector, sino que es compartido, según una encuesta de mayo de este año hecha por el Wall Street Journal, aanalistas de fondos de inversión [1]. Dicho ejercicio arrojó que el 59% de los encuestados señalaron que el periodo de crecimiento puede terminar en 2020, mientras que 22% opinó que terminará en 2021. Para el 62% la causa más probable de esta desaceleración será el calentamiento de la economía, que llevará a una mayor inflación y a un endurecimiento de la Reserva Federal. Así las cosas, en boca de la mayoría de un buen número de estos especialistas, una recesión en Estados Unidos podría estar en puerta.

Y si es cierto aquello que hemos oído hasta el cansancio de que “si a los EE.UU. les da gripa, a nosotros nos da una pulmonía”,  entonces inevitablemente nuestra economía lo resentiría igualmente con una desaceleración.  Por otra parte, es cierto que se ha expresado una intención manifiesta del próximo gobierno mexicano, en el sentido de mantener cuentas macroeconómicas equilibradas y saludables. Pero también, para muchos, los compromisos asumidos implican esfuerzos presupuestales de consideración que aún no queda claro cómo habrán de ser financiados saludablemente, lo que podría presionar al alza la inflación, complicando aún más las cosas. Y ese es, precisamente, un escenario que nadie quiere.

Hace unos días llegó a mi whatsapp una gráfica atribuida a un importante fondo internacional de inversión muy prestigiado (dirigida supuestamente a sus inversores), en la que se muestra lo que podría esperarse de la economía mexicana en el corto, mediano y largo plazo. No son buenas nuevas, especialmente las que observan para un plazo de 2022 en adelante.

No tengo ninguna evidencia de que esta información sea veraz y corresponda, en efecto, a esta institución, por lo que no habré de reproducirla. Sin embargo, creo que lo que ahí se indica y las predicciones de los analistas internacionales respecto a la economía norteamericana, danpie a una reflexión seria acerca de la enorme responsabilidad que el próximo gobierno tiene para evitar escenarios económicos negativos, a partir de un manejo responsable de las finanzas públicas, de amarrar los acuerdos comerciales internacionales, de garantizar la vigencia del estado de derecho en lo que hace a a inversión y a cuidar la evolución de las reformas estructurales, y su efecto en la generación de inversiones y empleo. Solo así se podrá evitar (o atemperar sus efectos) un escenario que nadie quiere.

[1] Wall Street Journal.Economists Think the Next U.S. Recession Could Begin in 2020. https://on.wsj.com/2KbX7ro