La Reina Roja, icono del poder y la muerte entre los mayas

Una madrugada de junio de 1994, en la selva chiapaneca un equipo de arqueólogos comandado por Arnoldo González hizo en Palenque uno de los descubrimientos más importantes de las últimas décadas sobre la cultura maya: la tumba de la Reina Roja.

Se supo de la importancia del hallazgo no solo porque estaba ubicada a un costado de la tumba del rey Pakal, sino por los materiales funerarios, por lo que una de las primeras tareas de los investigadores fue saber quién era esa mujer: podía ser la madre del mandatario maya, su esposa u otra mujer de importancia.

Tras estudios, intercambio de información y búsqueda de nuevas fuentes, se determinó que puede ser la señora Tz’ak-b’u, consorte de Pakal El Grande. Son historias que ahora vuelven con fuerza debido a la exposición La Reina Roja. El viaje al Xibalbá, que alberga el Museo del Templo Mayor, que por vez primera se expone en México fuera de Palenque.

“En la época mesoamericana se pensaba que había gente que podía ayudar al tránsito de la muerte, por eso la exposición se llama El viaje a Xibalbá, que era el inframundo para los mayas, lo que para los mexicas se conoce como el Mictlán, en donde, cuando uno muere, debe atravesar un largo camino lleno de pruebas para poder llegar al destino final”, explica Patricia Ledesma, directora del recinto.

En entrevista, la arqueóloga recordó que por ello se solía enterrar a las personas con distintos objetos que les ayudaran en ese viaje, por lo que a los gobernantes se les sepultaba con objetos que, además, les pertenecían y eran de su uso personal.

“Fue un descubrimiento que sí cambió buena parte de la historia de la arqueología mexicana, porque la riqueza del material era única. Primeramente se encuentra cubierto por cinabrio, que era un material difícil de conseguir, exclusivo de la nobleza; en este caso, la gran cantidad que se encontró lo hizo único, y por eso se le llamó Reina Roja”.

Mirada integral

Lo que se expone en el Museo del Templo Mayor es un tocado, una máscara de malaquita, una piedra verde muy importante en la simbología maya, y un pectoral que era parte de los atuendos que utilizaba la realeza, sobre una especie de maniquí elaborado con las medidas que pudo tener la Reina Roja. De allí la importancia de ver a la exposición como un reconocimiento a todos los trabajos desarrollados desde su hallazgo.

 “Empezamos desde 1994 con la excavación, pero también implica conservación, restauración y muchas interpretaciones y estudios conjuntos: los hay de laboratorio y análisis epigráficos, por ejemplo. Creo que el proyecto arqueológico de Palenque ha sido uno de los más integrales.

“Se hicieron estudios de antropología física para conocer su conformación, lo que nos ayudó para saber que tenía una deformación craneal importante y a definir más o menos su edad. Además, la epigrafía nos ayudó a saber muchos datos que no siempre son tan fáciles de conseguir, que van desde el nombre hasta la fecha en la que murió y algunas partes de su vida”, destacó la directora del Museo del Templo Mayor.

Lo que más interesaba reflejar en la exposición es el trabajo desarrollado por los restauradores, en particular por Constantino Armendáriz, quien, después de varias experimentos, terminó por ofrecer una nueva visión de cómo debió ser el ajuar completo y, en especial, el tocado, la parte que la acompañaba en el peinado, resultado también de los trabajos de investigación desarrollados.

La muestra materializa “una compleja iconografía relativa al poder y a la cosmovisión de esta admirable cultura”. La exposición permanecerá en el Museo del Templo Mayor hasta el 9 de septiembre, para después regresar al Museo Arqueológico de Palenque, donde había permanecido durante más de mil 300 años, para seguir su viaje hacia el Xibalbá.