Pareciera que sin los “cómos” no existen los “qués”

Insisten algunos lectores en conocer mi opinión sobre las medidas que ha anunciado el nuevo gobierno como parte de su programa para el sexenio 2018-2024. Hasta ahora, en una febril acción comunicativa y pareciera que ya en pleno ejercicio del poder ganado en las elecciones del 1º de julio, el virtual presidente electo (personalmente o a travésde sus colaboradores) ha venido haciendo publicas diversas medidas que, por su originalidad, han llamado poderosamente la atención de los ciudadanos.

Evidentemente, a diferencia de Vicente Fox, en esta ocasión Andrés Manuel López Obrador no está dispuesto a dilapidar el bono democrático ganado y no ha desperdiciado un solo día, para seguir dando vuelo a la dinámica que se estableció con su arrollador triunfo. No hay duda que no está dispuesto a “quemar pólvora en infiernillos”, sino que se ha lanzado con propuestas muy sustanciosas y llamativas, como lo es, por solo citar algunos ejemplos, el sacar a las Secretarías de Estado de la Ciudad de México o nombrar 32 representantes (casi procónsules) en cada estado de la república o a prescindir del 70% de los empleados de confianza que constituyen la alta burocracia federal.

Basta sintonizar cualquier programa informativo de la radio o de la televisión para encontrarlo saturado de opiniones alrededor de dichas propuestas. Una tras otra, se dejan escuchar opiniones acerca de su decisión de no habitar en la residencia oficial de Los Pinos, legalizar lo relacionado con las drogas o crear lo que han llamado la Guardia Nacional. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos del público en general, al igual que doctos analistas y especialistas en diversas materias, expresan su parecer. Todo mundo tiene algo que decir, pero una gran mayoría no basa sus opiniones en los detalles, en muchos casos porque no se han difundido suficientemente.

Tanto para que la gente se pueda hacer una idea acertada sobre cada medida, como para que se de un debate serio e informado, se impone relacionar los “qués” con los “cómos” de cada propuesta. Baste como ejemplo analizar el tema de la descentralización del gobierno federal. Recurrentemente, desde hace muchos años (por ejemplo, después del sismo de 1985) se han hecho públicas intenciones descentralizadoras, sin que hasta la fecha se haya materializado, más que en el caso de unas cuantas dependencias paraestatales (o autónomas como el INEGI). Se ha llegado a hablar de la Secretaría de Marina en Veracruz o de la de Pesca en alguna población porteña y la verdad es que, en el caso de Marina, a no ser por Xochimilco, se mantiene lejos de cualquier cuerpo acuífero.

En relación a este tema, conocemos ya detalles muy importantes, pero insuficientes. El Proyecto de Nación 2018-2024 del nuevo gobierno plantea trasferir a 103 mil servidores públicos (17.8% del total) al mudar 27 dependencias a los estados. El costo planeado para este cambio de sedes es de 127 mil 830 millones de pesos a lo largo de seis años. Aún no se definen todos los detalles de la mudanza; el presupuesto contempla destinar alrededor de 300 millones de pesos en estudiospara tomar la decisión de cómo establecer las sedes. El financiamiento de esta mudanza se realizará junto con el sector privado a través de Fideicomisos para la Inversión en Bienes Raíces. Educación Pública (en Puebla) y Energía (en Tabasco) serán las primeras dependencias en operar desde los estados desde el 1° de diciembre.

Un ejemplo de descentralización es la mudanza del Congreso Chileno a Valparaíso, el cual, tras 16 años suspendido por la dictadura, se reinstaló en una ubicación diferente de la capital federal. En ese momento, se pensó que para favorecer la descentralización era necesario enviarlo a Valparaíso. Como ejemplo de la coordinación con el Ejecutivo en la capital, las comisiones legislativas organizan el trabajo de la siguiente manera: los días martes, miércoles y jueves, sesionan en la sede del Congreso Nacional, en Valparaíso. Pero los días lunes, los diputados sesionan en el edificio del Ex Congreso Nacional, en Santiago. Desde 2000, se han presentado varias iniciativas para regresar el Congreso a Santiago, pero han sido rechazadas por el costo del traslado. Sería, por ejemplo, muy interesante conocer a detalle lo que esto ha significado.

En el caso de nuestro país, incluso, en el sector privado recuerdo el caso de Banamex, que se dijo que se mudaría a Juriquilla y nada que se cambió. No conozco las razones concretas a que obedece esta persistente centralización, pero me resisto a pensar que sea solo la falta de voluntad política. Sin embargo, consciente como soy, de que, en ámbitos como el económico hemos desdeñado en los hechos el pacto federal y convencido de que debemos promover el desarrollo de las regiones, no niego que me atrae la idea de que la actividad económica que generan las dependencias del gobierno federal, derrame beneficios y oportunidades en algunos estados de la república.

Pero al mismo tiempo, y basado en mis casi treinta años de experiencia en el gobierno, aprecio de entrada una mayor complejidad en el funcionamiento del aparato público y me preocupa la idea de que los funcionarios tomen uno o dos años para dedicarlos a instrumentar la mudanza.Eso, sin mencionar el efecto que tendrá la cancelación del 70% de las plazas de confianza y la reducción sensible en los ingresos de aquellos que permanezcan.

Nadie del próximo gobierno me ha pedido mi opinión (ni creo que vayan a hacerlo) sobre la manera en la que debieran transmitirse al público asuntos de tal importancia y trascendencia, pero respetuosamente, me atrevería a sugerir ahora una segunda etapa en la que el acento se pusiera en los detalles (en esos en los que radica el diablo), en las respuestas a las preguntas que todos nos hacemos.

El establecimiento de un presupuesto y ciertas líneas generales de acciónsobre la medida para descentralizar dependencias es una buena señal sobre los cómos, pero creo que no se ha difundido suficientemente. Hay que hacerlo y complementar la informaciòn.Solo así nos podremos pronunciar y quizás aportar ideas y sugerencias. Solo así se podrá evitar la descalificación a priori de medidas que pueden tener buenos resultados o afinarlas si es que lo requieren, antes de que sea demasiado tarde. De otra forma, las medidas de fondo se quedan en meras ideas novedosas, pues como reza el título de esta colaboración, pareciera que sin los “cómos” no existen los “qués”.