AMLO entre sumas y restas

La incuestionable victoria obtenida por Andrés Manuel López Obrador, le permite por la cantidad de votos a su favor ganando con una abrumadora mayoría, además de  alcanzar la presidencia de la República, llegar con una legitimidad sin precedente en la historia política de México, incluso sus adversarios mediante un gesto poco común a temprana hora reconocieron su triunfo.

Ahora lo que sigue son actos preparatorios para el ejercicio del poder, a partir de este momento cualquier acción, comentario o mensaje que se realice por parte del presidente electo, dejará señales sobre el sello de su gestión, en ese tenor y dadas las expectativas creadas aunado a los grandes problemas del país, todos estamos al pendiente sobre los próximos acontecimientos.

Es difícil predecir lo que va a ocurrir, sobre todo en un país donde estamos acostumbrados a padecer la soberbia y prepotencia de los gobernantes, que salvo raras excepciones, regularmente hacen lo que les viene en gana, pasándose por el arco del triunfo el marco jurídico, causando hartazgo entre la población, por tal razón, cuando menos esperamos de inicio actitudes diferentes.

Un asunto motivo de preocupación, consiste en que, durante la campaña dimos cuenta de una serie de personajes cuyos perfiles, hablando con moderación, pertenecen al segmento de la dudosa reputación, no obstante, la impresión que nos dejó fue la intención de sumar a cuanto liderazgo (bueno o malo), estuviera a su alcance, la estrategia implementada fue la de sumar, sumar, sin importar a quien.

Pasado el tiempo y logrado el objetivo, espero las cosas cambien, aunque existan casos prácticamente imposibles, pues algunos de esos personajes impresentables llegarán al Congreso, haciendo gala de su naturaleza. Sin embargo, transcurrida la etapa de sumar, al hacer corte de caja, en la responsabilidad del ejercicio del poder -espero-, es válido y necesario la de hacer restas.

La existencia de coincidencias en cuanto a desterrar formas, conductas, tradiciones, protocolos y costumbres añejas, chocantes, anacrónicas, fuera de lugar y sin sentido alguno en ésta época, corre el riesgo de quedar en buenas intenciones, las reminiscencias del pasado parecen aflorar en algunos, que embriagados por el triunfo de su candidato han adoptado actitudes de soberana representación asumiendo posturas porfirianas.

La legitimidad tiene dos momentos: la de las urnas y en el ejercicio del gobierno, la primera es indiscutible, en cuanto a la segunda, tenemos viva la esperanza de que a México y a los mexicanos nos vaya bien.