Anthony Bourdain finaliza el viaje

Realmente queremos viajar en papamóviles her­méticamente cerrados a través de las provincias ru­rales de Francia, México y el Lejano Oriente, comien­do sólo en Hard Rock Cafe y McDonald’s?”.

“¿O queremos comer sin miedo, devorando el guiso local, la humilde carne miste­riosa de la taquería, la cabeza de pescado ligeramente asa­da? Sé lo que quiero. Lo quie­ro todo. Quiero probar todo una vez”, decía Anthony Bour-dain en su libro Confesiones de un chef.

Ayer se anunció su muerte a los 61 años de edad. La cadena televisiva CNN, para la que trabajaba, informó el de­ceso a través de un comunicado, en el que además dijo que la causa era suicidio: “Es con extraordinaria tristeza que confirmamos la muer­te de nuestro amigo y colega Anthony Bourdain”.

Aún conducía Parts Unk­nown, que en 2013 tuvo un capítulo dedicado a México. En aquella ocasión, Bourdain viajó al país para recorrer la Ciudad de México, donde co­noció a un entrenador de box en la colonia Santa Anita y probó uno de los platillos más populares de la zona: arroz con huevo estrellado.

Estuvo también en Tepito para comer migas, un guisado preparado con huesos de res y tripas de cerdo, en el local La Güera, que tiene más de 65 años de historia. De igual forma estuvo por la colonia Condesa, donde acudió a Maximo Bistrot, uno de los restaurantes más sofisticados del país. Junto a Eduardo Gar­cía, el chef del lugar, recorrió la Central de Abastos.

También viajó a Oaxaca para pasar un día en el restaurante de la cocinera Abi­gail Mendoza y conocer más de la gastronomía zapoteca. Ahí degustó atoles y tlayudas.

Sin embargo, uno de los actos que más destacó de aquella visita a México fue su acción política, pues en diferentes momentos se reu­nió con la periodista Anabel Hernández, autora del libro Los señores del narco, y con el activista Javier Sicilia.

Incluso, tras ese viaje, el chef dedicó un texto a México en su blog de Tumblr. En él manifestó su desacuerdo con las políticas migratorias impuestas por el presidente de su nación, Donald Trump, y la actitud de algunos estadunidenses que comparten el re­chazo a los mexicanos.

“A pesar de nuestras actitudes ridículamente hipó­critas hacia la inmigración, exigimos que los mexicanos cocinen un gran porcentaje de los alimentos que come­mos, cultiven los ingredientes que necesitamos para hacer esa comida, limpien nuestras casas, corten el césped, laven los platos, cuiden a nuestros hijos.”

“Como cualquier chef di­ría, toda nuestra economía de servicios, el negocio de restaurantes tal como lo co­nocemos en la mayoría de las ciudades estaduniden­ses colapsaría de la noche a la mañana sin trabajadores mexicanos. A algunos les gusta afirmar que los mexica­nos están ‘robando empleos estadunidenses’. Pero en dos dé­cadas como c h e f y empleador, nunca tuve un joven estadunidense que entrara por mi puerta y solicitara un puesto de lavaplatos o cocinero. Los mexicanos hacen gran parte del trabajo en este país que los estadunidenses simplemente no harán.”

En el mismo texto, Anthony Bourdain enalteció la historia, la diversidad na­tural, la arquitectura y, por supuesto, la comida que en­vuelven a México.

“México. Nuestro herma­no de otra madre. Un país con el que, nos guste o no, estamos profundamente in­volucrados, en un abrazo cercano pero a menudo in­cómodo. Míralo. Es bonito. Tiene algunas de las playas más deslumbrantes de la tie­rra. Montañas, desierto, selva. Hermosa arquitectura colonial, una historia trágica, elegante, violenta, ridícula, heroica, lamentable y des­garradora. El país vitivinícola mexicano rivaliza con la pre­ciosidad de Tuscany. Sus si­tios arqueológicos: los restos de grandes imperios, sin rival en ninguna parte.”

SIEMPRE PRESENTE

Bourdain tuvo otros progra­mas televisivos y en todos in­cluyó algo de México. Para la emisión A Cook’s Tour (2002-2003), el afamado chef viajó a Puebla, donde nació un cocinero que trabajó con él en su restaurante de Nueva York, para aprender a hacer el tradicional mole.

En medio de las eleccio­nes presidenciales de 2012 en Estados Unidos, y des­pués de que Tijuana fuera considerada como una de las ciudades más peligrosas de México, Anthony la visitó. Fue ahí que comparó a la indus­tria vitivinícola del estado de Baja California con La Tosca­na, en Italia.

Durante todo su viaje, el chef resaltó cómo un ex­tranjero podía caminar sin problema por las calles ti­juanenses e invitó a dejar de calificarla como un semillero de violencia.

Anthony Bourdain na­ció en Nueva York en 1956, pero ayer decidió poner el punto final de su vida. CNN mencionó que su amigo Eric Ripert fue quien encon­tró el cuerpo de Bourdain en la habitación de un hotel de Kaysersberg, en la región francesa de Alsacia, donde se encontraba trabajando en un episodio sobre la cocina de Estrasburgo para su progra­ma Parts Unknown.