Un país de comedia devoto de la tragedia

La frase, según recuerdo, es de Rubén Salazar Mallén: —Dios estaba mariguano cuando hizo a los mexicanos.

      Hoy, podríamos decir, los hizo con fines de uso lúdico. Pero por encima de eso vivimos en un país donde el dilema sin solución entre el huevo primigenio o la gallina original se repite entre el pueblo y sus dirigentes políticos.

Con una frecuencia alarmante, por superficial, escuchamos decir, el noble pueblo mexicano, la grandeza del pueblo, la cultura del pueblo. Sobre todo entre los populistas redentores de ese enjambre cuya grandeza imaginaria no necesitaría reconocimiento sino evidencias finales.

Si el pueblo es tan grande y justo e infalible y digno, ¿de dónde entonces provienen tantos asesinos, ladrones, traficantes, sicarios, pozoleros, cartelistas y cartelistas; de dónde viene la maldad, si el pueblo sólo genera bendiciones, sabiduría a raudales y buenas personas?

Obviamente cuando esto se dice se recurre a la estadística: entre 120 millones de mexicanos hay apenas medio millón de bandidos. Pero en este caso, como en casi todos los demás, las estadísticas no sirven para nada como no sea para mentir con base técnica.

El asunto en este país es la falta de seriedad. Y a partir de ahí, la falta de compromiso. Se hacen leyes con  la íntima seguridad y convicción  de no conocer quién vaya a cumplirlas. Hoy, con la abstrusa legislación electoral, por ejemplo, lo estamos viendo. Los apoyos logrados por los aspirantes a las candidaturas independientes (otra mala broma), son temas impresentables en una mesa seria.

Hoy ya mandan el expediente del Bronco a la PGR cuando lo más sencillo hubiera sido negarle aquello a lo cual accedió mediante trampas y engañifas de todo tipo. Tantos como la señora Zavala de Calderón.

Pero no hay nada más grave para la salud de un país que el miedo de una autoridad acobardada.

El temor de actuar como la responsabilidad dicta lo necesario, convierte a las instituciones en cómplices de los transgresores. Y si no, nada más revisemos las sangrientas pantomimas de las policías comunitarias en Guerrero o Michoacán o la tolerancia en la CDMX para sacar a las calles a vándalos incendiarios.

En este sentido, y como  un ejemplo, la historia publicada aquí ayer,  del policía quemado hace un lustro por los anarquistas ahora excarcelados y condecorados con la medalla de la irresponsabilidad judicial.

“…El 2 de octubre de 2013 la imagen de un policía envuelto en llamas circuló por redes sociales y los principales noticiarios.

“Casi cinco años después, las heridas físicas de aquel elemento de la Policía Bancaria e Industrial (quemaduras de segundo grado), sanaron… no así las emocionales.

—“La autoridad los perdonó (les dio amnistía a los manifestantes detenidos durante disturbios en protestas registradas entre 2012 y 2015), ¿usted lo hará?, se le pregunta al oficial Juan Bautista.

“La primera respuesta es rotunda y negativa.

“No obstante, mientras cuenta lo que vivió en los tres meses de recuperación y los posteriores a ésta —cuando regresó a sus labores policiales—, su voz se quiebra al recapitular que sus hijos lo ayudaron y su ser se ablanda a tal grado que, con voz entrecortada, explica:

—“Tendría que platicar con el que me dañó, saber por qué lo hizo, saber si es una buena persona que sólo cometió un error”.

—Ya cinco años, ¿lo recuerda bien?

—Hay heridas que se quedan marcadas toda la vida”.

Otro caso:

Discutimos si los poseedores de ese absurdo llamado doble nacionalidad y por tanto anfibios en dos naciones, cuando se le da vuelta a la hoja, pueden ser senadores, sin importar tales condiciones ni tampoco (y más grave) sus antecedentes delictivos, entre el robo, el secuestro y la violación de Derechos Humanos. Es una comedia cuyo final será trágico.

Pero los mexicanos son (somos) como un señor al cual me encontré hace unos días en las calles de Londres y Dinamarca. Caminaba extraviado, buscando una dirección.

—¿Me puede decir donde está Lancaster?, me dijo en tono necesitado.

—Es para allá, junto al Ángel, le respondí con el índice al poniente.

—No —me dijo, abrumado de seguridad—. Yo sabía que es de este lado.

 Y se marchó ofendido y extraviado pero seguro de su decisión. Cuando lo vi caminando en sentido contrario, no tuve duda ninguna: este pendejo va a votar por Morena.

Lamas

Cuando yo trabajaba con “Brozo”, la mesa de “Debatitlán” se difundía los viernes. Los jueves era el día alburero: llegaban “La reata” y la Lamas.  No repito.

Ahora ya no veo a Martha Lamas en su espacio de los jueves en Televisa. Me toma de camino. Pero a veces la leo en Proceso.

Su artículo del domingo pasado, en el cual me alude, es sorprendente. Trata de Nestora (ora, ora) Salgado y es altamente disfrutable.

Bien escrito, bien pensado, luminoso, imprescindible, maravilloso. Me recordó a Monsi. Gracias.