Mario Lavista Camacho prepara Réquiem de Tlatelolco

Crear música “es una aventura del espíritu que, en mi caso, está ligada a la escritura”, afirma Mario Lavista Camacho (Ciudad de México, 1943), el compositor mexicano más importante de nuestro tiempo, quien mañana cumplirá 75 años y trabaja en la creación del Réquiem de Tlatelolco, a estrenarse el próximo 8 de octubre en la Sala Nezahualcóyotl.

Es un proyecto que me tiene angustiado, porque aún no me sale. Es un réquiem para coro de niños y orquesta que me encargó Jorge Volpi (coordinador de Difusión Cultural de la UNAM), para recordar los 50 años de Tlatelolco, en el que no utilizaré sonidos de balas o consignas; será una misa de muertos en latín para honrar a los estudiantes fallecidos”, detalla a medio informativo quien fuera alumno de Carlos Chávez, Héctor Quintanar y Rodolfo Halffter.

 La entrevista con el compositor —que ha grabado una gran parte de su obra en sellos como Tempus Clásico, Quindecim Recordings y Urtext—, transcurre en su casa de la colonia Condesa, donde el silencio es inusual. Está rodeado por obras de Joy Laville —viuda del escritor Jorge Ibargüengoitia— y retratos de familia.

Los temas saltan de la memoria a la repetición y de la vejez a la inmortalidad, la escritura, la música prehispánica, el ruido, la nueva música de cámara y el río subterráneo que corre bajo la poesía, la pintura y la música clásica.

¿Cómo llega a sus 75 años?, se le pregunta a Lavista, cuyo cabello ya es blanco. “Sí, ¡qué horror! Para nada me agrada la vejez, porque el cuerpo lo resiente. Eso no me agrada. La vejez, la enfermedad… son algunos de los grandes males. Quizá lo único que no envejece es el alma y la imaginación, pero el cuerpo resiente la edad día con día, a pesar de que soy una gente muy sana”.

¿Considera que la literatura ha explorado con acierto esos temas? “En El inmortal, de Jorge Luis Borges, se concluye que la inmortalidad sería una pesadilla. También el no poder olvidar, como en Funes el memorioso. Quizá Borges tenía razón y no podemos concebir otra cosa más que la mortalidad.”

¿La creación musical también es un ejercicio de memoria y olvido? “Siempre he concebido la composición como una aventura del espíritu, un descubrir constante de nuevas posibilidades en cuanto a la expresión musical se refiere, para encontrar nuevas estrategias compositivas y evitar la repetición, evitar la copia de uno mismo, lo cual sería muy ridículo y eso no tiene nada que ver con la aventura creadora”.

¿Cómo define la creación? “Crear es inventar algo de la nada. A mí lo que me sucede con la edad es que siento la misma inseguridad que tenía de joven cuando estoy ante una partitura en blanco. Esa inseguridad no ha desaparecido. A mi juicio, el oficio del compositor está íntimamente ligado a la escritura. De hecho, pienso que el compositor es una suerte de escritor, sólo que nuestra escritura no tiene nada que ver con las palabras… es una escritura hecha de símbolos que representan el ritmo, la armonía, la dinámica…”.

¿Por qué es necesaria una escritura de la música? “Porque nuestra tradición exige que esa escritura sea descifrada, a su vez, por uno, varios intérpretes o una orquesta”.

¿Sin partitura no hay legado? “El ejemplo más claro es la música prehispánica y la música griega… las cuales no existen para nosotros, es decir, no sabemos lo que oía Platón o Aristóteles. Y aunque tenemos algunas flautas, percusiones y tambores prehispánicos… es todo lo que tenemos”.

¿Qué tanto evolucionó la partitura con la llegada de la música concreta y la electrónica? “Ha sido mucho. La música concreta de Pierre Schaeffer y Pierre Henry, el trabajo de John Cage y muchos más, permitió la creación de música sin partituras.

Y hacia los años 60 y 70 comenzó a mezclarse la música electrónica con la instrumental.

 entonces surgió una nueva música de cámara y eso planteó un problema difícil: ¿cómo anotarle al pianista la música electrónica para que pudiera seguir una partitura al tocar? Esto requirió nuevos signos para que el intérprete pudiera leer esa parte de música electrónica. En México hay varios ejemplos y uno de los más destacados es el compositor Javier Álvarez”.