Santa María la Ribera, el nuevo corazón cultural de la Ciudad de México

La Ciudad de México siempre ha sido  un lugar de suma importancia, no sólo  por ser la capital del país, sino porque aquí se encuentra la columna vertebral de la política, la economía y la religión. La que alguna vez Carlos Fuentes llamara “la región más transparente” fue fundada en 1824 y desde entonces ha tenido cambios, problemas territoriales e incluso conflictos armados.

Esta gran urbe tiene más de 190 años, y es una de las más importantes a nivel mundial. En el 2015 dejó de ser el Distrito Federal para convertirse en un estado más —el número 32— de los que conforman la República Mexicana; lo que implica que se eliman las delegaciones y se instauran alcaldías, además que cuente con un congreso local y con una Constitución política propia.

El gobierno federal seguirá financiando la educación y los servicios de salud, pero los nombramientos tanto del procurador como del jefe de la policía lo hará el jefe de gobierno y no el presidente, como se hacía anteriormente. Pero lo único que no cambia es la importancia de esta ciudad capital, así como el valor histórico y arquitectónico de muchas de sus colonias, edificios, jardines que nos cuentan el acontecer de La Ciudad de los Palacios.

Uno de los lugares emblemáticos es la colonia Santa María la Ribera, construida en 1861 fuera del diseño original de la Ciudad de México —la colonia de los Arquitectos (hoy San Rafael) y la colonia Francesa fueron las primeras dentro de la traza. De arquitectura sencilla, hoy evoca un pasado que deberíamos recordar. Se estableció durante el auge inmobiliario, cuando algunas reformas eximían del pago de impuestos por cinco años tanto a fraccionadores como a compradores de lotes, lo que motivó a la apertura de los negocios inmobiliarios. Por otro lado, como estaba fuera de los límites de la ciudad —se creía que era parte del Rancho Santa María, lugar donde la inmobiliaria Flores Hermanos estableció la colonia para extender la urbe— era mucho más limpio y beneficiaría la salud de sus habitantes.

Al principio, no contaba con servicios básicos: ni agua, ni electricidad, ni pavimentación, ni banquetas. Fue hasta el siglo XX, después del Porfiriato, que estas condiciones cambiaron. En ella vivió gente como la madre Conchita, acusada de ser la autora intelectual del asesinato de Álvaro Obregón; Jesús Arriaga, famoso bandido, mejor conocido como Chucho el roto; los integrantes de la banda del automóvil gris —de la que hasta hay una película—; el médico, revolucionario y político mexicano, Gustavo Baz; el reconocido pintor Gerardo Murillo, mejor conocido como Dr. Atl; el crítico literario y autor de Los de abajo, Mariano Azuela; y el reconocido compositor José Alfredo Jiménez. Por lo que visitar Santa María la Ribera es, sin duda, visitar parte de nuestro pasado.

Su alameda fue el primer jardín fuera de la Ciudad de México. En ella se encuentra el Kiosco Morisco que, contrario a lo que muchos creen, no fue un regalo de la comunidad libanesa. El diseño de 52 columnas y cúpula acristalada con un águila de bronce fue realizado por José Ramón Ibarrola para el pabellón de nuestro país en la Feria Mundial de Nueva Orleans en 1884; al término de ésta, el kiosco regresó a México y se instaló a un costado de la Alameda Central. Se ocupó como sede de los sorteos de la Lotería Nacional, pero debido a la construcción del Hemiciclo a Juárez, el kiosco fue trasladado a Santa María la Ribera.

Justo frente al kiosco, en la calle de Jaime Torres Bodet 176, se encuentra el Museo de Geología de la UNAM. El edificio tiene más de 110 años y su arquitectura cuenta con algunos detalles franceses propios del Porfiriato, así como algunos detalles prehispánicos. La fachada es de piedra volcánica y en sus frisos se observan las imágenes de algunos fósiles; cuenta con tres sobre los que hay una terraza, en la que pueden apreciarse unos medallones con los bustos de algunos pensadores destacados en las ciencias de la tierra, como William Smith, James Hutton, George Cuvier y Abraham Gottlob Werner.

En su interior hay una escalera de estilo art nouveau que lleva hacia las oficinas a través de un piso de mosaico con detalles pompeyanos; al parecer, el domo que hay en la cúpula ya no es el original. Con ocho salas de exhibiciones de rocas, fósiles y minerales, sus vitrinas son completamente del estilo utilizado por los antiguos museos de Ciencias Naturales; también se pueden apreciar algunas pinturas de José María Velasco sobre flora y fauna, dibujos del Dr. Atl, así como unos vitrales de la firma F.X. Zettler-Munich y México.

Por último, pero no menos importante, los sábados puedes visitar el tianguis cultural del Chopo, ubicado en la calle Aldama. En un principio se le llamó Tianguis de la Música y estuvo dentro del Museo Universitario del Chopo; pero con el paso del tiempo fue ocupando su propio espacio, y aunque tuvo que cambiar de ubicación varias veces, no dejó de ser un referente en el mundo alternativo y de la contracultura que además generaron algunas publicaciones. Un lugar en el que además de los conciertos, podrás ver la diversidad de las tribus urbanas; parte importante de nuestro México.