El palacio japonés de los bonsái en Veracruz

En Veracruz existe un tranquilo jardín  japonés que al recorrerlo da la impre sión de haber entrado a un bosque de árboles que un día fueron gigantes pero que alguien redujo con algún truco de alquimia con tal de  poder observarlos en su completa magnificencia.

Ahí está un ahuehuete frondoso, verde y diminuto, a unos pasos se halla un fresno que en otras circunstancias adornaría a una pradera pero que en esta ocasión se le encuentra postrado en una reducida maceta de barro, lo mismo le ocurrió a un maple y a un pino.

En fin, que en este jardín ubicado en el municipio de Fortín de las Flores, hay 800 árboles diminutos de 120 especies diferentes a los que se les cuida con devoción y respeto, creo que no necesitamos decir que estamos hablando de un invernadero de bonsáis.

El espacio se llama Tatsugoro, Museo Tatsugoro, en honor al migrante japonés que creó unos hermosos jardines en residencias y calles de la Ciudad de México pero que además trajo al país las jacarandas, y claro el primer bonsái, pero bueno la vida de este hombre será objeto de otro texto de México Desconocido.

Museo Tatsugoro abrió sus puertas en octubre de 2008, pero su historia empezó tres décadas atrás, cuando la hija de Miguel Ros, el propietario, tuvo a su primer bebé y para dejar precedente del acontecimiento sembró una semilla de árbol de jacaranda el cual convirtieron en bonsai.

Caminar sobre los pasillos observando cada especie criada aquí genera tranquilidad y admiración, dicen que los árboles te transmiten la paz necesaria para continuar con la avatares vida, y es cierto.

Los guías del Museo Tatsugoro van contando la historia de cada especie, son como sus hijos, pues muchos de ellos nacieron aquí o fueron adoptados por los dueños para sanarlos y mejorarlos como es el caso de  “águila azteca”, un árbol de 500 años de edad traído desde Mérida, que se sostiene con vida casi de milagro, aunque ello no significa que carece de esplendor.

Pero no debe de creerse que los bonsai son por ello árboles delicados, al contrario, son obras de arte vivas y fuertes y parte de su crianza consiste en hacerlos resistentes dejándolos en la intemperie, enfrentandolos al frío, al calor, al sol y a la lluvia.

Recorrer el Museo Tatsugoro es contagiarse de la paz que transmite cada especie así como los jardínes y las fuentes, por eso no es extraño quererse llevar un bonsai, pero no están a la venta, al menos no los exhibidos en los pasillos,  pues al tratarse de un museo, intentan  conservar los más posibles.
Pueden adquirirse algunos que no están en exhibición y que fueron creados para venderse, así que te puedes llevar parte del Tatsuguro y de Japón a casa.