Carta de una víctima más de abuso sexual a manos de la iglesia católica exige justicia al Papa Francisco

Esta es la historia de un colombiano, quien sufrió abusos sexuales y acoso por parte de un sacerdote católico a principios de la década de los 2000 en la ciudad de Medellín, abusos que lo sumergieron en una profunda culpa y depresión.

Años después, la víctima confesó a la BBC lo que le había sucedido con el fin de entender y disfrutar mejor su sexualidad dando una segunda oportunidad a la Iglesia y a la fe. En vísperas de la próxima visita del Papa Francisco a Colombia entre el 6 y 10 de septiembre, él exigirá al líder de la Iglesia católica que haya justicia y severidad contra los abusadores pertenecientes a la institución.

La mayoría de los nombres, lugares e instituciones fueron modificados por la BBC para preservar su privacidad e identidad.

Viaje a Medellín

Era finales de noviembre cuando Pablo viajó a Medellín desde Bogotá con el fin de vivir la experiencia espiritual con los seminaristas, su objetivo era convertirse en sacerdote católico. Inmediatamente Pablo fue admitido por la congregación.

Todo comenzó un lunes festivo cuando en la finca sede de la congregación, fueron invitados los nuevos miembros aspirantes a sacerdote. No fue hasta que Pablo tuvo contacto visual directo con uno de los padres quien no dejaba de mirarlo fijamente. «Debe estar analizando la forma de ser de los aspirantes», pensó Pablo.

Al terminar la reunión, el padre le dice a Pablo que le acompañe a su oficina para hablar en privado. El padre le ofreció un wisky para hablar sobre los votos de castidad que la congregación exige para los aspirantes a sacerdocio, el padre se centró especialmente en los votos de castidad mientras Pablo pensaba que a sus, entonces 18 años, jamás había estado con nadie, hecho que llamó la atención del padre quien comenzó a cuestionarlo si le gustaba alguien y si se masturbaba frecuentemente.

Experiencia aterradora

Lo que relata Pablo es que posterior a esa charla, el padre se levanta, le toma la mano y lo invita a su dormitorio que se encuentra detrás de su despacho. En ese momento, Pablo creyó incrédulamente que el padre le hacía una prueba para ver si era homosexual o no, lo que para él era muy importante darle una buena impresión para ser admitido.

Después de servirle varios tragos a Pablo, el padre invadió poco a poco su espacio personal mientras lo cuestionaba de sus gustos y preferencias sexuales. Acto seguido le besa detrás de las orejas y el cuello hasta desnudarlo por completo.

 «Acuéstate», le dijo el padre a Pablo mientras este no sabía qué hacer con el pene descubierto del religioso sobre él. «No sé cuánto tiempo pasó, perdí la noción del tiempo y no recuerdo mucho de lo que hice esa noche, sólo que hubo jugueteos sexuales».

«Vamos al baño a masturbarnos», le dijo el padre a Pablo, se masturbaron y como si nada Pablo y el padre se vistieron. «Todo fue una mierda», describió la víctima.

Pablo se bañó durante media hora, se sentía sucio muy sucio después de su aterradora experiencia. Durante una semana se bañaba tres veces al día, a pesar de lo acontecido a Pablo le dio mucha vergüenza hablar con alguien de esto por lo que se lo guardó durante un buen tiempo, incluso al hacer oraciones durante los seminarios, él recordaba el momento en el que fue forzado a juguetear con el pene del padre. «Sólo sentía su mirada sobre mí en las catequesis».

Consejos de Madre y regreso a Bogotá

Ni siquiera se atrevía a decírselo a su madre, ya que recordó su advertencia: «no quiero que vayas al seminario, los curas intentarán abusar de ti, por eso no quiero que seas sacerdote».

No fue hasta que Pablo decidió confesarse con el mismo padre que abusó de él, se confesó como cualquiera y la respuesta del padre fue como cualquiera: «rece un Ave María», de una manera tan desdeñosa y fría, como si nada hubiera sucedido. Pablo se encerraba en su cuarto bañándose todo el tiempo y llorando.

Después de un par de meses, Pablo decidió volver a Bogotá donde tuvo aún contacto con el padre quien le hablaba por teléfono de vez en cuando y le mandaba mensajes de texto para saber cómo estaba. Meses después, el padre fue trasladado a una diócesis de Bogotá, Pablo pensó en ir a buscarlo y decirle que era un ‘hijueputa’, que lo que le hizo es malo y no era correcto ya que había roto sus votos de castidad y que no lo molestara más.

En su primer encuentro en Bogotá, el padre le pregunta que cómo se sentía después de aquella noche. «Para mí el verte me excita mucho. Mira cómo me pones», le dijo el padre a Pablo mientras le pedía que se sentara en sus piernas. Para Pablo, el padre aún seguía siendo una figura autoritaria, todo lo que pensaba decirle se desvanecía poco a poco mientras el padre le mostraba de nuevo su pene. Fue la última vez que se vieron.

Refugio Jesuita

Al pasar los años Pablo vivía en el extranjero con el mismo sueño de querer ser cura, se acercó a los jesuitas para acceder a los seminarios de teología, donde recibió un apoyo espiritual y humano que él necesitaba. Al sentirse en confianza y seguro con los jesuitas, Pablo habló por primera vez de su experiencia en Medellín y de su homosexualidad recién descubierta.

Los jesuitas le ayudaron a superar aquella terrible experiencia y a superar el sentimiento de culpa que durante años le azotó la conciencia, así como aceptar su homosexualidad tal cual, sin remordimiento ni odio a sí mismo.

«Tu eres creación de Dios y Dios te hizo como eres, por ende tú eres quien eres, tienes a Dios en ti», fue el consuelo jesuita a Pablo que le ayudó a salir de dicho trauma. Por primera vez Pablo no se sentía juzgado ni señalado por nadie. «De hecho muchos curas jesuitas con los que estuve, eran gays. Para mí fue encontrar al fin una iglesia incluyente y coherente», describió.

En 2011, Pablo decidió tener una relación con alguien, por lo que decidió ponerle fin a su relación con la iglesia católica. «Decidí que ya no quería ser cura».

 Mensaje al Papa Francisco

Hoy, Pablo piensa que es importante exigirle a la máxima autoridad eclesiástica que haya justicia, no sólo para él, sino para todas las miles de víctimas de abuso sexual por parte de curas en todo el mundo, aprovechando su próxima visita a Colombia. La manipulación y el abuso psicológico que ejercen debe ser erradicado, según la experiencia de Pablo y más en una institución donde la bondad y el refugio espiritual es lo más importante.

«Algo especial para mí, es que Francisco es un Papa jesuita, con quienes me siento agradecido e identificado espiritualmente».

Su fe y confianza en Francisco radica en que cree que es el primer Papa revolucionario que planea hacer una renovación exhaustiva en todas las esferas de la institución católica, principalmente con el problema de pederastia y pedofilia que tanto ha manchado la reputación católica.