Jennifer Lopez: ‘Amo la danza’

Jennifer Lynn Lopez nació en el barrio de Castle Hill, en el Bronx de Nueva York. A los cinco años ya tomaba sus primeras cla­ses de baile, saliendo de gira con su escuela, a los sie­te años. Sus padres habían pensado en que cantara y bailara frente a sus amigos como la forma de evitar que se metiera en proble­mas en el Bronx.

Para cuando terminó la secundaria, ya le ha­bía dicho a la familia que quería convertirse en estrella de cine, aun­que su padre le dijo que le parecía una idea es­túpida, “porque no hay latinas famosas en el cine”. Pero Jennifer igual persiguió aquel sueño, mudándose a Manhattan, hasta que consiguió trabajo en los musicales Jesucristo Su­perestrella y Oklahoma.

“Amo la danza, de corazón. Yo siempre me consideré una bailarina primero, porque me convertí en cantante y actriz después de ser bailarina. Eso fue lo primero que mi madre me había inculcado cuando tenía cinco años. Fue mi pri­mera expresión artística y, en cierta forma, es parte de mi personalidad. Y ver niños de 9, 10, 11 o 12 años, o gente que hace tiempo que baila además de parejas tan buenas, me re­cuerda todas las razones por las que yo amo la danza, por que quise hacer lo que hago en primer lugar”, explicó quien participa como jurado, y pro­ductora, en World of Dance.

Gracias a las primeras cla­ses de baile, también participó en un show de Japón llamado Synchronicity, en el que ade­más de cantar estaba a cargo de las coreografías. Después la seleccionaron como una de las bailarinas del grupo New Kids On the Block, para la presenta­ción especial de los American Music Awards en 1991, antes de trabajar con Janet Jackson.

“En la época en que baila­ba, recuerdo que apenas podía comer una porción de pizza por día. No desayunaba, no almorzaba, cenaba alrededor de las seis y tenía que alcan­zarme hasta el día siguiente. Así viví cuando me fui de casa de mis padres. Y así lo hice du­rante un par de años, antes de conseguir mi primer trabajo importante.

“Así fui a Europa y no lo cambiaría por nada del mun­do. Ninguno de los bailarines lo harían. Aman lo que hacen. Por eso se merecen algo me­jor. Por eso digo que cumplí mi sueño. No lo digo por decir, no es sólo una frase típica. No. Es un sueño poder crear este esti­lo de oportunidad para alguien que sé que es igual a mí”.

¿Hubo algún momento en aquella primera época como bailarina donde pensaste: esto es demasiado”?, se le preguntó.

“Para nada. Supongo que se notó también en nuestro show de TV, porque se vio lo que se siente ser bailarín, se notó la pasión y todo lo que significa. Es algo irresistible. Se ve irre­sistible desde el puesto de juez, se nota el deseo, la pasión que tienen”, explicó.

También gracias al baile, consiguió su primer trabajo con continuidad en el progra­ma In Living Color, después de audicionar junto a otros dos mil bailarines; en realidad, ella era la segunda, pero como el ganador no pudo aceptar el trabajo, J.Lo se quedó con el premio de trabajar en TV.

En 1993 se suponía que te­nía que acompañar a Janet Jackson en una gira mundial, como parte del grupo de bai­le. Pero Jennifer ya tenía sus propios planes para cumplir aquel sueño de ser estrella de cine, y después de recibir el premio Independent Spirit Award como Mejor Actriz de Reparto por la producción in­dependiente My Family, con el mismo director protagonizó su primer éxito en cine: Selena.

La danza tampoco dejó de ser importante en su vida. Tan importante que se casó con uno de sus bailarines, Cris Judd… después del primer di­vorcio con el mesero cubano Ojani Noa y antes de los ro­mances con Sean Combs, Ben Affleck o su tercer casamiento, con Marc Anthony, con quien tuvo a sus hijos mellizos Maxi­milian y Emme Maribel.

En 2011 tuvo un romance con Casper Smart, uno de sus bailarines. Se divorció oficial­mente de Marc Anthony en ju­nio de 2014, pero volvieron a bailar en un show en República Dominicana. Con una vida pri­vada con tanto ritmo como su carrera ella es la indicada para juzgar y premiar a los mejores bailarines de World of Dan­ce, donde dieron un millón de dólares al mejor bailarín de un mundo que ella conoce bien.

“Como trabajo es un sueño, porque en cierto sentido crea­ron literalmente el show per­fecto para mí. World of Dance es una competencia que existe desde hace tiempo, los conoz­co desde hace años. Llegué a quedarme con varios bailari­nes de algunos de sus coreó­grafos, cada vez que los veía con algo nuevo. Son famo­sos por eso. Y llevarlo a la TV, con NBC fue crear una buena oportunidad para convertir en estrellas a los mejores bailari­nes, para que pudieran crear su propia marca, imponiendo sus nombres además del premio millonario. En ningún lugar del mundo un bailarín pue­de ganar un millón de dólares. Y teniendo en cuenta que yo misma empecé como bailari­na es lo mejor que pude haber hecho en toda mi carrera.
“Cuando llegué a la TV, American Idol (donde fue jura­do) ya tenía el motor bien acei­tado y pude ver cómo hacían el programa número uno en EU, cómo se hace un reality show y un programa de competencias
“Todos teníamos la sufi­ciente experiencia para volar desde el primer paso. No está­bamos ensayando nada nuevo para nosotros. Pero yo también quería hacer algo diferente, buscando algo nuevo. Es lo que siempre tratamos de hacer”.

Sobre qué necesita un bai­larín para tener éxito, expli­có que “hasta cierto sentido es igual que cantar. Lo apren­dí cuando estuve en American Idol. Mucha gente puede can­tar, pero no cualquiera puede subir y bailar o cantar o sentir algo o llorar. Es muy diferen­te. Es lo que te convierte en artista”.

¿Qué tan dura es la vida de un bailarín?, se le cuestionó. “Los bailarines hacen lo que hacen porque aman la dan­za. Nadie entra en este mundo pensando: ‘Voy a ser famoso, voy a triunfar, Voy a ser millo­nario’. El que baila lo hace por amor”.