¿Yo comprando o yo vendiendo, hijito?

Mi abuela materna, Carlota, dejó casi siendo una niña Almoloya de Alquisiras, el pueblo donde nació en condiciones muy humildes en busca de fortuna que, después de años de trabajo y una especial habilidad para el comercio de zapatos y de todo tipo de bienes, logró hacer como para vivir más que holgadamente.

Esa habilidad comercial y su vasta experiencia, me llevaron a hacerle una consulta sobre el precio de un automóvil en el que estaba interesado ya siendo yo mayor de edad. ¿Abuelita, le dije, para un auto de tales características, 25,000 pesos es un precio razonable? Casi sin pensarlo y quitándose las gafas de lectura, volteó y a su vez me preguntó ¿Yo comprando o yo vendiendo, hijito?

Obviamente, para ella, comerciante consumada, ese precio podría ser mejor o peor, dependiendo de que ella lo pagara o lo recibiera, o sea, de la posición que ocupara en la negociación respectiva.

Con esta singular anécdota familiar -que disculparán mis lectores- y esa ingeniosa respuesta, pretendo dar paso a algunas reflexiones sobre la inminente renegociación con los Estados Unidos de América del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica y especialmente sobre lo que, a mi parecer, podría ser parte de la posición (nosotros comprando o vendiendo, diría la abuela) que debemos mantener y de la que puede depender lo que obtengamos finalmente.

Me ha motivado a tratar el tema la reciente publicación por parte del gobierno estadounidense, de un documento en el que se resumen los principales objetivos que buscan en esta negociación. Sin dejar de ser un tanto imprecisos en algunos aspectos, nuestros vecinos ya dejan ver que buscan eliminar el déficit comercial con sus países socios como un elemento crucial. No abundan en el cómo lograrlo, pero ya que lo apunten, genera preocupación.

En cuanto a productos industriales, se plantea preservar la apertura, sin agregar aranceles o barreras adicionales, mientras que en lo que hace al sector agrícola y agroindustrial, buscarían eliminar cuotas y barreras técnicas para ampliar el acceso a productos norteamericanos en nuestro país.

En relación a las reglas de origen se actualizarán y precisarán criterios para determinar de dónde viene cada producto y hacer más estricta la verificación y certificación (rastreo) para evitar contrabando técnico. Igualmente, se busca eliminar medidas sanitarias y fitosanitarias, así como elevar el examen científico de las mismas y aumentar la transparencia y automatización en los procesos aduanales.

En materia laboral, plantea mejorar las condiciones de trabajo incluyendo la libertad de asociación y negociación colectiva, eliminación del trabajo obligatorio e infantil y cumplimiento de leyes laborales básicas internacionales.
En aspectos monetarios, se propone un mecanismo para evitar la manipulación del tipo de cambio para prevenir un ajuste en la balanza de pagos y ventajas competitivas en el comercio, mientras que, en lo que hace a la corrupción, pretende criminalizar actores corruptos gubernamentales.

Finalmente, (y muy preocupante) en lo que hace a la solución de controversias, busca eliminar el capítulo 19 dejando mayor discrecionalidad para que los EE.UU. puedan aplicar unilateralmente sus leyes internas de antidumping, subvaluación y salvaguardas.

No nos lo dicen todo, ciertamente, pero sí lo suficiente para que, ante lo que esto nos significa en materia económica, nos preparemos a sentarnos en esas mesas de negociación con una postura digna e inteligente y sin dejar de tener listo un plan B, para la eventualidad, ya señalada por el Secretario de Economía al Senado, de que los EE.UU. pudieran abandonar dicho acuerdo.

Creo firmemente que esa postura debe partir de la exigencia de una visión integral de la problemática que vivimos cotidianamente como vecinos. Esto no sería nuevo. Ya en su momento, en la negociación inicial de este acuerdo comercial, nosotros accedimos a revisar paralelamente temas como los derechos humanos y la profundización y perfeccionamiento de nuestra democracia.

Ahora nos toca demandar que en temas como la política de migración, se considere la importancia actual de la presencia hispana en aquel país, así como los dramas que se derivan del comercio clandestino de personas que nos lleva a constatar casos como el recientemente difundido en que varios inmigrantes murieron dentro de un tráiler norteamericano, conducido por un chofer de esa misma nacionalidad.

No dejo de ser optimista de lo que podemos obtener de esta negociación, siempre y cuando nos despojemos, como lo hicimos en 1994 y los años anteriores, de cualquier complejo de inferioridad y seamos capaces de hablar de tú a tú, para hacer entender a los gringos, que la seguridad en sus fronteras depende finalmente de la estabilidad socioeconómica de sus vecinos.

Y de insistir en denunciar esa política que mide con diferentes raseros, en la que los norteamericanos son muy estrictos para criticar y criminalizar el narcotráfico de nuestro lado de la frontera, mientras que, al parecer, son omisos en hacerlo en su territorio, en donde es obvio que la droga circula a sus anchas para alcanzar a todo el territorio de los EUA y, dicho sea de paso, se encuentra la demanda (creciente) de estupefacientes.

Mientras he trabajado en esta columna, durante la presente semana y para mi regocijo, se ha designado a quien encabezará al equipo mexicano en esta negociación y creo no equivocarme si afirmo que es una garantía de buenos resultados. O dicho de otra forma, no encuentro a nadie en la escena que lo pueda hacer mejor que Kenneth Smith, quien ya tuvo un papel muy activo hace más de 20 años y ha seguido presente en el ámbito de las relaciones económico comerciales de EE.UU. y México. Basta ver los objetivos que se ha fijado México (de los que hablaremos en otra ocasión) para apreciar la visión de estado en ellos. Ahora toca sostenerlos y concretarlos.

Al lado de Ildefonso Guajardo y del llamado en aquel entonces “cuarto de junto” con empresarios mexicanos de primer nivel, y con un cabildeo como aquel que se hizo entonces, no veo por qué no podemos repetir el éxito, aunque con diferentes y más actualizados enfoques. Ni modo, es un parteaguas y hay que aprovecharlo.