Un retrato al feminismo mexicano

La lucha del feminismo en este país no comenzó hace poco, ni lo hizo de manera organizada.

Al contrario, es una brega que lleva más de un siglo y que retrata el escritor, académico y abogado Ángel Gilberto Adame en su libro más reciente titulado “De armas tomar. Feministas y luchadoras sociales de la Revolución Mexicana”.

El libro, que distribuye el sello Aguilar, retrata la vida de Matilde Montoya, Juana B. Gutiérrez, María Arias Bernal, Hermila Galindo, María del Pilar Moreno Díaz, Mimí Derba, Palma Guillén, Clementina Batalla, Tina Modotti, Adelaida Argüelles, Eulalia Guzmán y Concepción Mendizábal, todas mujeres que lucharon por un puesto en la sociedad de su tiempo.

“Mi objetivo no estaba en llevar este proyecto, se fue dando de manera fragmentaria hasta que decidí abordarlo ya con absulta seriedad y rigor. Todo surgió porque trabajaba en otro libro llamado ‘El séptimo sabio: vida y derrota de Jesús Moreno Vacas’.

Ahí me planteaba analizar la generación jurídica de 1915, la de los siete sabios de México. Estando inmerso en la investigación me percaté que había una mujer muy importante que formaba parte esa generación y que era muy destacada, esa mujer era Clementina Batallas; a raíz que empecé a encontrarme con su nombre decidí investigar sobre ella y esa investigación me arrojó otro nombre, que es Adelaida Argüelles y ahí tomé la decisión de buscar sobre estas mujeres que fueron importantes en la confirmación de la nación que tenemos y que han caído en el olvido”, menciona en entrevista el escritor.

La narración, fragmentaria y dividida por capítulos dedicados a cada mujer, busca plantar la idea de que si bien se ha ganado terreno en la lucha por derechos y oportunidades iguales para mujeres, no es ni ha sido suficiente.

“Después de haberme atrevido a investigar sobre la vida de mujeres con destinos a veces trágicos, a veces difíciles, puedo concluir que si bien las conquistas que presumimos al día de hoy en cuanto a la igualdad de derechos civiles pueden ser mínimas, no son para nada nimias.

Yo parto de hecho que una mujer como Matilde Montoya tuvo todo un apremio para obtener un título profesional; también está el caso de Clementina Batallas, que todavía necesitaba el permiso de su marido para poder trabajar, independientemente que fuera abogada, ella no podía trabajar sin la autorización del marido. En ese sentido creo que al día de hoy por lo menos se goza de mayor albedrío para la mujer en cuanto al ejercicio profesional”.

El abogado, que ya antes ha publicado libros de investigación, recalca que la sociedad actual aún tiene deudas con las mujeres que le precedieron; mismas que no ha reconocido y mucho menos ha trasladado a nuestro tiempo los logros que consiguieron las feministas de su libro.

“Si bien es cierto que la mujer ha ganado protagonismo para cargo en la administración pública, todavía esas consideraciones siguen siendo vacuas, por ejemplo: instituciones tan importantes como el Colegio Nacional, no han tenido a más de cuatro o cinco mujeres en sus filas, y es la institución que premia la excelencia académica, intelectual y humanística; lo mismo ocurre con la medalla Belisario Domínguez, que se ha entregado al mínimo de mujeres”.