Un año después de su histórica votación a favor de abandonar la Unión Europea, Gran Bretaña inició por fin las negociaciones formales con los otros 27 miembros del bloque sobre el proceso de divorcio. El resultado final, previsto para 2019, se presentaba el lunes tan importante a nivel global como impredecible.
Los dos negociadores jefes, Michel Barnier de la UE y David Davis, de Gran Bretaña, empezaron buscando terreno común en su relación de trabajo, un paso importante para ver hasta qué punto será cordial el mayor divorcio político en varias décadas.
“Nuestro objetivo está claro. Primero debemos abordar las incertidumbres creadas por el ‘Brexit’”, señaló Barnier, refiriéndose a los ciudadanos que viven en territorios del otro bando, acuerdos de frontera entre Irlanda y Gran Bretaña y la cantidad que tendrá que pagar Gran Bretaña para abandonar sus compromisos previos en la UE.
Davis dijo buscar un “tono positivo y constructivo” para tratar la larga lista de temas que dividen a las dos partes.
Aunque el equipo negociador de la UE, liderado por Michel Barnier, lleva meses preparado, Gran Bretaña demoró el inicio de las conversaciones incluso después de activar el mecanismo de dos años el 29 de marzo. Las elecciones anticipadas celebradas este mes, en las que la primera ministra británica, Theresa May, perdió la mayoría de gobierno, sólo agravaron los problemas.
“Nuestro gran problema es que no tenemos una imagen, ninguna idea en absoluto, de lo que quieren los británicos”, señaló el alemán Manfred Weber, líder del jefe del Partido Popular Europeo, que engloba a grupos democristianos en el Parlamento Europeo. Los otros países de la UE tienen una posición común, señaló, mientras que los británicos están “en el caos”.
El gobierno de May dijo en un comunicado que “confía en poder alcanzar un acuerdo valiente y ambicioso que vaya en interés de toda Gran Bretaña”.
La UE dijo que también buscaba un buen acuerdo.
“Si no tenemos éxito, las dos partes perderemos”, dijo el ministro austriaco de Exteriores, Sebastian Kurz.
Davis y Barnier sólo tenían un tema para las primeras semanas de conversaciones: construir confianza tras meses de regateos sobre filtraciones y cifras acerca del coste final que tendrá que asumir Londres por marcharse.
El tiempo apremia. Tras el referendo británico del 23 de junio de 2016 sobre abandonar el bloque, los otros 27 países querían iniciar las conversaciones lo antes posible para poder trabajar en su futuro, pero Gran Bretaña pareció durante mucho tiempo anonadada por su propia iniciativa.
Incluso cuando May activó por fin el proceso de separación de dos años el 29 de marzo, a continuación convocó unas elecciones anticipadas para el 8 de junio en las que esperaba aumentar su mayoría parlamentaria y por tanto su fuerza negociadora con la UE. La maniobra salió mal, May perdió su mayoría conservadora y lleva desde entonces luchando contra las críticas a su liderazgo. Las elecciones proyectaron la imagen de una Gran Bretaña disfuncional enfrentada a la bien engrasada maquinaria de negociación de la UE.
Aun así, el secretario británico de Exteriores, Boris Johnson se mostró optimista el lunes y dijo creer que las negociaciones ofrecerían “una feliz resolución que pueda hacerse con beneficios y honro para ambos bandos”.
Johnson instó a los europeos a pensar en el largo plazo.
“Lo más importante para nosotros es que miremos al horizonte, que alcemos nuestra mirada al horizonte. A largo plazo, esto será bueno para Gran Bretaña y bueno para el resto de Europa”, dijo Johnson en una reunión de ministros de Exteriores de la UE en Luxemburgo.