Podría decirse que desde 1968 el sistema político priísta le ha cedido a la oposición espacios importantes de decisión en reformas políticas y reformas electorales y la oposición ha fallado, ha fracasado o ha perdido lamentablemente la oportunidad porque a la vuelta de 49 años dice la oposición que el PRI continúa cometiendo los mismos fraudes de siempre.
En una paráfrasis de Jesús Reyes Heroles puede decirse que las victorias del PRI son responsabilidad directa de la oposición. El PRI, como todo partido en el gobierno, quiere mantener el poder por la vía que le digan. El colmo de la oposición ha sido la gran conquista de 1996 de separar la estructura electoral del gobierno vía el IFE-INE, pero el PRI sigue ganando elecciones de la misma manera de antes.
El saldo de las elecciones del 4 de junio debe cruzarse primero con el de junio de 2016 cuando la oposición le ganó siete gubernaturas al PRI y ningún priísta gritó fraude; hoy la oposición perdió Estado de México y Coahuila y de nueva cuenta, como desde 1988, la oposición sale a la calle a gritar fraude. Lo que queda claro es que las elecciones se realizaron con la misma estructura electoral, sólo que el año pasado con una oposición aliada y organizada.
En este sentido, la oposición al PRI debe hacerse responsable de su propia incompetencia y de sus propios fracasos. Los consejos electorales estatales fueron después de la reforma del INE y por tanto tuvieron participación de la oposición. Ahora el PRI fue más hábil para aprovechar los resquicios dejados por la oposición.
A la vuelta de casi medio siglo de protestas opositores no queda más que señalar que la oposición ha fallado en su diagnóstico del autoritarismo y ha fracasado en su tarea de reformas el sistema político/régimen de gobierno/Estado constitucional construido por el PRI desde 1929. El PAN estuvo dos veces en la presidencia y dos líderes de la oposición perredista —Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador— gobernaron el Distrito Federal; pero fueron oportunidades desperdiciadas: el PAN prefirió cogobernar con el PRI y el PRD decidió usar para su beneficio la estructura del sistema político priísta.
Así que el PAN, el PRD, Morena y López Obrador deben asumir su responsabilidad de su fracaso electoral. Las reformas políticas y electorales han sido concesiones del PRI a las presiones de la oposición, pero esa oposición se equivocó en el diagnóstico de la crisis de gobierno y por tanto sus propuestas de reforma no modificaron la estructura priísta de poder. En tanto que exista el sistema/régimen/Estado priístas, el PRI seguirá ganando elecciones donde lo dejen.
El análisis que debiera hacer la oposición de las elecciones del pasado domingo 4 de junio tendría que derivar —ahora sí— en una reforma que implique la transición del sistema político priísta a una república democrática. Pero como se ven las cosas, el pensamiento político de la oposición es inexistente porque los intelectuales de la oposición han sido… priístas.
Eso sí, la oposición desgasta su fuerza social en marchas, protestas, gritos y sombrerazos y en memes que provocan hilaridad, pero no modifican la estructura del poder. Lo peor radica en el hecho de que la oposición es mayoría real —el PRI apenas tendría, en el mejor de los casos, 30% de votos— y con ella podría reformar la estructura de poder. Pero la oposición sólo busca protestar, no reformar.