Al presidir la homilía dominical, el cardenal Norberto Rivera Carrera, felicitó a todos los padres en su día y pidió porque Dios los ilumine, fortalezca y les haga sentir la necesidad de conocer inteligente, social y cristianamente su oficio y la gran dignidad que han recibido.
“Pero sobre todo, habrán abierto su corazón ante el Padre que es todo amor y toda compasión para que derrame su amor en sus corazones”, expresó el prelado. Rivera Carrera dijo a todos los papás reunidos en la Catedral Metropolitana, que su primera y principal misión, en el hogar que se les ha confiado, es el de proveer a la conservación, a la salud corporal, intelectual, moral y religiosa de la familia. “Este encargo que han recibido de Dios y de la misma naturaleza lleva consigo evidentemente el de defender y el de promover sus derechos sagrados, los derechos humanos de cada uno de los miembros de la familia, singularmente el derecho de cumplir sus obligaciones para con Dios y constituir, con toda la fuerza del término, una comunidad verdaderamente humana y cristiana”. Recordó las palabras de Juan Pablo II en uno de sus viajes a México en dónde les decía a los padres que su compromiso es defender los derechos de la familia contra todas las violencias o influencias exteriores y promover estos mismos derechos. “Reclamando de la sociedad civil, política y cultural por lo menos los medios indispensables para su libre ejercicio”. El clérigo agregó a su mensaje que la tarea de todos los ¡eles es la de proclamar que el reino de los cielos está cerca, que “Dios ha puesto su tienda de campaña junto a la nuestra, para acompañarnos en nuestro diario caminar, para darnos vida y felicidad. Esto es lo que nos dice el Evangelio de hoy con su lenguaje de hace dos mil años. ´curar enfermos´; liberar a las personas de todo lo que las paraliza, les roba vida y hace sufrir; ´resucitar muertos´; es decir, despertar de nuevo al amor a la vida, la confianza en Dios, la voluntad de lucha, ´limpiar leprosos´; limpiarnos nosotros mismos y la sociedad en que vivimos de tanta mentira, hipocresía, convencionalismo y corrupción; ´arrojar demonios´; liberarnos y ayudar a los hermanos a liberarse de tantos ídolos que nos esclavizan, poseen y pervierten nuestra convivencia”. Argumentó que en una sociedad plural como la nuestra, en donde se proclama abiertamente que hay libertad de expresión y libertad religiosa, pero en donde paradójicamente los que proclaman dichas libertades ridiculizan y hostigan a los practicantes de su credo, muchos cristianos terminan viviendo su fe con una especie de complejo de inferioridad. “Se sienten creyentes en lo más hondo de su corazón, pero no se atreven a confesarlo ante los demás, ni en su propio ámbito profesional, ni en los círculos sociales donde se mueven. Sin embargo, en estos tiempos en que tanto se habla de autenticidad, sería un contrasentido que los creyentes ocultáramos las convicciones que ponen luz y esperanza en nuestras vidas”. Al término de su mensaje el cardenal bendijo a los papás y les aseguró que en la Eucaristía estarían especialmente encomendados a Dios. También en las oraciones se pidió por ellos, “para que junto con sus esposas eduquen a sus hijos en el amor verdadero, tal como Dios nos creó” y se oró por los padres que ya descansan junto al señor. Norberto Rivera pidió que se elevará una súplica por los gobernantes locales y federales “para que sepan afrontar con coraje los problemas del país haciendo un lugar lleno de concordia y felicidad”. Se rezó por todos los que han sido víctimas de crímenes de odio, “para que encuentren en oraciones y en los cristianos el apoyo que necesitan para curar sus heridas”.