Hijos de Niños de Morelia evocan auxilio de México; 80 años de su exilio español

En la capital michoacana, ciudad donde hace 80 años arribaron niños españoles exiliados por la Guerra Civil en su país, sólo queda descendencia de aquellos pequeños que el 7 de junio de 1937 llegaron a México; la mayoría de ellos ya murieron y los pocos que quedan con vida emigraron a la Ciudad de México o se repatriaron.

Pero los buenos recuerdos quedan en la memoria de quienes permanecen en tierras michoacanas, cercanos a la vida y obra de aquellos niños víctimas de la guerra y beneficiarios de la solidaridad, tal es la historia de la familia de Emeterio Payá Valera, sus tres hijos, Lázaro, César y Estela Montserrat, quienes conservan un restaurante que mantiene viva la tradición de la paella valenciana para beneplácito de comensales morelianos.

Lázaro Gustavo Payá Gutiérrez, quien fue nombrado por su padre en honor a Lázaro Cárdenas del Río, presidente de la República que tuvo la iniciativa de recibir a los 456 niños españoles en México, recuerda que su padre relataba cómo fue que llegó al puerto de Veracruz con apenas 9 años.

Dice Lázaro que se estremecía cuando escuchaba a su padre narrar la forma en que fueron recibidos por una gran multitud que los saludaba y los veía como héroes:

Lázaro Payá expuso que su padre salió del internado España-México de Morelia a los 13 o 14 años, para emigrar a la Ciudad de México. Aunque no olvidó jamás su tierra natal, nunca estuvo en sus planes regresar a España, pues dio cuenta que allá existía gran represión por la posguerra, pero aún más trascendental fue el amor por México que su papá Emeterio siempre exhibió, lo que se concretó cuando después de una larga lucha obtuvo la nacionalidad mexicana en 1970.

“Le tenía mucho cariño al país y al general Cárdenas; él amaba  mucho a México, de hecho cuando recibió su carta de ciudadanía lloró, no lo podía creer”, dice Lázaro, quien muestra un libro escrito por su padre: Los niños españoles de Morelia.

De la misma forma, Estela Montserrat Payá Gutiérrez, hija de Emeterio, recuerda con gran fervor y ojos cristalinos a su padre, quien le contó en numerosas ocasiones el momento desgarrador cuando fue embarcado por sus padres para ser exiliado en México. Su papá siempre comentaba que hubiera preferido quedarse con su mamá, pese a los horrores de la guerra.

Estela Montserrat aseguró que su padre siempre mostró agradecimiento pleno con el país y la gente que lo acogió; a los otros 455 niños que llegaron con su papá a tierras mexicanas los consideran su familia, pues fueron constantes y maravillosas las convivencias a las que tuvo oportunidad de asistir con todos ellos en las paulatinas reuniones que organizaban los “Niños de Morelia”, como cariñosamente se les conoce.

Al final de su vida, Emeterio logró que su madre viviera con él sus últimos años, a su padre no lo volvió a ver jamás porque murió en un campo de exterminio según, Montserrat. Además decidió mudarse de la Ciudad de México a Morelia, sin razón aparente más que los recuerdos. Sus cenizas fueron esparcidas en los lugares de la capital michoacana y de Pátzcuaro que más le gustaba frecuentar.