Relación entre libertad de prensa y corrupción

En julio de 2014, Christophe Deloire, secretario general de Reporteros sin Fronteras, declaró que “hay una correlación entre menor libertad de prensa y mayor nivel de corrupción” al explicar los obstáculos a los que se enfrentan los periodistas cuando cubren casos de corrupción, y concluyó que la corrupción es el tema más riesgoso de investigar. Deloire se refería entonces a las consecuencias que tiene para un periodista hacer su trabajo en un régimen corrupto. Sin embargo, también podríamos interpretar su mensaje en relación al papel de la libertad de prensa como mecanismo de control contra la corrupción en una democracia.
Si la corrupción es el tema más riesgoso de investigar, los países más corruptos censuran y/o intimidan a los periodistas ocasionando una reducción importante en el grado de libertad de prensa.
Pero también, entre más libertad de prensa existe en una sociedad, se incrementa la posibilidad de reducir la corrupción, ya que los medios de comunicación tienen una función de control y de eco de lo que sucede. Por tanto, resulta necesario explorar si la libertad de prensa reduce la corrupción o si, por el contrario, la corrupción disminuye la libertad de prensa.
Este cuestionamiento no es nuevo y dadas las condiciones alarmantes de la libertad de prensa y el crecimiento generalizado de la corrupción, resulta pertinente pensar en la función de los medios de comunicación en las democracias. Aún cuando pareciera una cuestión nueva, la relación entre libertad de prensa y corrupción ha sido objeto de estudio de un buen número de académicos en el mundo.
El primer trabajo que presentó evidencia empírica sustantiva de la relación entre estas dos variables fue el realizado en 2003 por Brunneti y Weder, dos académicos economistas de Suiza y Alemania respectivamente, titulado: “La libertad de prensa es una mala noticia para la corrupción” (“A Free Press is Bad News for Corruption”). Los autores realizaron un estudio en 120 países y concluyeron que mayores niveles de libertad de prensa se traducen en menores niveles de corrupción y que los medios constituyen un mecanismo de control importante para la corrupción.
Un año después, Shyamal Chowdhury, un economista australiano demostró la misma relación añadiendo un componente: la democracia. Argumentó que si existe libertad de prensa en un país y los casos de corrupción se muestran a los votantes, ocurre un castigo por parte del electorado, mismo al que reaccionan los políticos y entonces se reduce la corrupción. Por tanto, donde existe libertad de prensa los votantes adquieren cierto nivel de conocimiento de los asuntos públicos y castigan a través del voto.
A juzgar por la evidencia anterior, hoy sabemos que la libertad de prensa en un país “constituye malas noticias para la corrupción”. Sin embargo, se sabe poco acerca de cómo ocurre el efecto.
Para explicar esta relación resulta factible recurrir a varios argumentos. Uno de ellos es que los medios funcionan como watchdogs (perros guardianes) y que mediante el poder que tienen para evidenciar la corrupción y/o abusos de poder, disuaden a los gobernantes/políticos de cometer actos corruptos.
Sin embargo, la función de los medios como watchdogs ha sido ampliamente discutida, sobre todo cuando se piensa en medios de comunicación manejados por el Estado.
Si la prensa se encuentra controlada por el Estado los medios no pueden cumplir esa función. Hay evidencia empírica que muestra que la cantidad de dinero que un gobierno destina a un medio de comunicación para publicidad oficial está correlacionada negativamente con el número de notas de corrupción que ese medio reporta.
Otro argumento radica en las consecuencias generadas por la publicación de actos de corrupción en la prensa. Estas pueden ser electorales o institucionales, es decir, que un votante castigue a un político corrupto o que la prensa, al evidenciar los actos de corrupción, genere cierto comportamiento generalizado o algún cambio que a la larga contribuya a reducir la corrupción.
Resulta pertinente pensar en los beneficios de contar con una prensa libre y en el periodismo como motor de desarrollo social. Desde el “Watergate” se ha discutido la función de los medios de comunicación en la política. Sin embargo, según el último informe de la organización internacional Freedom House (2017), la libertad de prensa en el mundo ha alcanzado el nivel más bajo en los últimos trece años. No debemos perder de vista el hecho de que sólo el 13% de la población mundial vive en países en los que se realiza una cobertura adecuada de sucesos políticos, la seguridad de los periodistas está garantizada y la prensa no sufre presiones económicas, legales y/o políticas.
En gran parte del mundo, los periodistas están a merced de amenazas y agresiones y distintas fuerzas políticas, criminales y terroristas han cooptado a los medios o han contribuido a silenciar a los profesionales de la comunicación. Las acciones que los gobiernos toman para ejercer control o presión sobre los medios terminan por inhabilitarlos de sus funciones primordiales: informar a los ciudadanos y vigilar a los gobiernos. Sin embargo, los escándalos de corrupción siguen aumentando. Entonces, ¿para quién son las malas noticias?