EU, la única democracia con pena de muerte

Como película de horror, pero en la vida real, autorizada y producida por el gobernador republicano Asa Hutchinson, el estado de Arkansas esta semana ejecutó dos condenados a muerte el mismo día. Y en un récord sin precedente, mató a cuatro en una semana, de los ocho que tenía pensado ajusticiar y todo porque la droga con que los inyectan, paralizándoles el corazón, tenía fecha de expiración del 30 de abril y no se podía desperdiciar.
El macabro acontecimiento ha renovado aquí el debate sobre la pena de muerte. Muchos se preguntan si habrá llegado la hora de que Estados Unidos, la única democracia en el planeta que la practica, deje de acompañar en esto a China, Irán, Arabia Saudita, Irak, Paquistán, Yemen y Corea del Norte, y se una al mundo civilizado, aboliéndola.
Pero eso está difícil, sobre todo porque todavía un 62 por ciento de la población lo aprueba, aunque el castigo capital está ya prohibido en 19 estados y el Distrito de Columbia, que la consideran discriminatoria y desproporcionadamente en contra de los pobres y las minorías.
La pena de muerte es inhumana, es cruel, es cara y más que castigo o justicia, es tortura, y no frena ni asusta a los criminales, sostienen quienes están en contra. Los que la apoyan argumentan que es merecida, que el que la hace debe pagarla y que no hay por qué tener misericordia por aquellos asesinos que no tuvieron compasión alguna por sus víctimas.
El método de ejecución más común es la inyección letal, pero laboratorios europeos que fabrican la substancia se están negando a proveerla para ese fin. Actualmente el cóctel mortífero está compuesto por tres substancias que supuestamente sedan al reo, le impiden respirar y eventualmente en 14 o 17 minutos lo dejan sin vida, algo que algunos sostienen que es una muerte dolorosa y lenta, mientras otros la consideran demasiado gentil y están pidiendo que se utilicen escuadrones o la guillotina. Dicen que debe ser ojo por ojo y diente por diente, y ejemplo para futuros asesinos.
De 1976 a la fecha se ha ejecutado a 1,427 personas. El año pasado se dictaron 49 sentencias de muerte en todo el país, pero sólo se realizaron 28 ejecuciones, el número más bajo en décadas y tuvieron lugar en solo tres estados: Texas, Georgia y Missouri. Aún así, en la lista de espera hay 2,980 personas, la mayoría en California.
Con dos tercios de los ciudadanos a favor, los políticos sin importar partido, que aspiran a puestos de elección tienen buen cuidado en no mostrar oposición. Donald Trump desde mucho antes de aspirar a la presidencia era un simpatizante y de hecho Bill Clinton cuando candidato en 1992, viajó precisamente a Arkansas para presenciar la ejecución de Rick Ray Rector, un doble asesino que estaba fuera de sus facultades mentales y decidió guardar el postre de su última cena para disfrutarlo más tarde. Desde entonces, la Suprema Corte de Justicia ha prohibido que la pena se apliqué a enfermos mentales y menores de edad.
Los opositores de este castigo sostienen que matar un asesino no le devuelve la vida a nadie y que abundan casos donde se condena a morir a personas inocentes. Tan sólo de 1973 a la fecha, 133 reos sentenciados a muerte han tenido que ser dejados libres cuando finalmente se comprobó que no eran culpables. Otros alegan el precio. Cada condenado le cuesta al gobierno cerca de cinco millones de dólares ya que asume los gastos de ambas partes durante el largo proceso de investigación y apelaciones.
Antes de la ejecución se les da oportunidad de decir sus últimas palabras para que se despidan de su familia o se disculpen ante la de sus víctimas. Macabro, pero se les pide que escojan su menú de despedida. Algo que el gobierno hace para parecer humano y complaciente. Una práctica que Texas, donde más ejecuciones se realizan, dejó ya a un lado luego de que un condenado a muerte ordenó un banquete abundante y claro que después ni probó. Difícil de entender cómo en pleno siglo XXI el país más avanzado del mundo tiene un sistema de justicia que ordena que un hombre mate a otro. Nada más falta que también le corten las manos a los rateros o atropellen con un auto a quien conduce en estado de ebriedad.